Esta obra surge ante la necesidad de arrojar luz sobre los verdaderos acontecimientos que rodearon el Descubrimiento de América y sobre la auténtica personalidad de su principal protagonista: Cristóbal Colón.
Hasta hoy, la historia oficial se ha encargado de contarnos los hechos con la intención de realzar la figura del “descubridor” como el intrépido hombre que, desde su humilde origen genovés, logró llegar ante los Reyes Católicos y convencerlos de hacer realidad un proyecto personal, increíble y ambicioso; el cual, además de incluir el descubrimiento de una ruta a la India por el oeste, le permitiría demostrar su teoría de la esfericidad de la Tierra. Y que, sólo por casualidad, lo llevó al descubrimiento del Nuevo Mundo (cosa de la que Colón nunca se habría enterado, pues murió con la convicción de haber arribado a la India).
Sin embargo, esta “historia”, como todo engaño sin fundamentos para sustentarse, no se puede seguir sosteniendo. Porque quienes decidimos investigar la verdad hemos hallado que todo lo que nos han contado es una gran mentira.
Sí, admitámoslo: lo que nos han relatado durante largos años sobre Colón y su "descubrimiento" es totalmente falso. Y el primero que comenzó con este fraude fue el mismo Colón, al mentir y ocultar los datos de su nacimiento y su infancia.
Nada sabemos sobre los primeros años de vida del Almirante; y su juventud, hasta su arribo a Portugal, constituye un misterio. A raíz de esto, se han creado varias teorías sobre su origen: genovés, catalán, ibicenco, francés, entre otros. Hasta hay quienes afirman que era hijo del Príncipe de Viana (hermano de Fernando de Aragón). Y quienes le atribuyen la usurpación de la personalidad del verdadero Cristóforo Colombo, marino genovés que habría muerto en un naufragio.
Actualmente se están llevando a cabo estudios genéticos de los restos de la familia Colón (Cristóbal, Diego, Bartolomé y Fernando), para determinar cuál fue su procedencia. Gracias a los avances científicos estamos cada vez más cerca de dilucidar este enigma.
Aquí presentamos un pormenorizado informe de las hipótesis más destacadas sobre el origen de Colón y los estudios que se han realizado y que se están llevando a cabo para determinar con exactitud de dónde provino realmente.
Lo que nosotros planteamos, con criterio objetivo y científico, es que no existen dudas de la procedencia judía del Almirante, y que este hecho justifica y explica muchos otros que habían permanecido, hasta ahora, en la más absoluta oscuri dad. Como, por ejemplo, que la mayor parte de la primera expedición de Colón fuera financiada por judíos; que algunos de ellos, como en el caso de Luis de Santángel, Escribano de Ración de la Corona de España, tuvieron una fuerte influencia sobre los reyes Fernando e Isabel, a favor del “proyecto de Colón”.
A partir de allí, desarrollaremos nuestra teoría sobre el verdadero objetivo de los planes del Almirante. No olvidemos que la Inquisición se había puesto en marcha y que el plazo para que los judíos abandonaran España caducaba el día en que Colón partió del puerto de Palos rumbo al continente “desconocido”. Y este hecho es suficiente para que nos llame la atención.
Lo de demostrar que la Tierra era esférica también supone una gran falacia. Todos, en aquella época, sabían perfectamente cuál era la forma terrestre, porque ese conocimiento no era nuevo: Aristóteles ya lo había planteado en el siglo IV a.C., y Eratóstenes de Cirene lo comprobó en el III a.C. De este modo queda descartada totalmente la fábula creada por la historia oficial.
Pero este no es el único hecho que se ocultó con respecto a los conocimientos que se poseían en la época de Colón. Como lo prueban los mapas en donde ya figuraba parte de América y que datan de tiempos anteriores al "descubri miento" de 1492. Y sabemos que Colón tuvo acceso a ellos. ¿Cómo y por quiénes fueron confeccionados estos mapas? Existen pruebas fehacientes de que varias civilizaciones viajaban a América desde épocas remotas. Y estas pruebas se encuentran en el mismo continente americano y en importantes textos como el Antiguo Testamento. Egipcios, hebreos, fenicios, vikingos, chinos... e inclusive los templarios, todos ellos habían cumplido ya con el “sueño” de Colón muchos siglos antes de que él lo hiciera. Y es lógico que sus conocimientos hubieran sido transmitidos a quienes se encargaron de plasmarlo en los mapas. Dedicamos un extenso capítulo a este tema porque consideramos que fue un antecedente fundamental para el éxito de la empresa colombina.
Cristóbal Colón, a quien no podemos negarle su capacidad de excelente investigador, dedicó gran parte de su vida a la recolección de datos que le proporcionaran garantías a “su proyecto”. Y es así como llegó a adquirir una gran cantidad de valiosa información, no siempre por medios lícitos, y a costa de la vida de varias personas, entre las que se cuenta la de su informador más importante: el misterioso Alonso Sánchez de Huelva.
Incluimos, además, una aproximación a la verdadera personalidad del Almirante. Un hombre que, con pocos o casi ningún escrúpulo, logró obtener lo que deseaba: confianza, riqueza, títulos y honores. Y que hacia el final de su vida y habiéndolo perdido todo no dejó de luchar por ser reconocido nuevamente como el “héroe” de esta historia.
Hacemos notar al lector que en algunas transcripciones de documentos antiguos, conservamos la ortografía o la toponimia, originales, con el fin de trasladar el “sabor” de la expresión de ese tiempo.
Esta obra ha sido escrita con la intención de descorrer el velo que ha ocultado, durante siglos, la verdadera naturaleza de los hechos que tuvieron lugar antes, durante y después del 12 de octubre de 1492. Con el debido reconocimiento a quienes, como nosotros, llevan años investigando para arribar a la verdad. Porque todos necesitamos que Cristóbal Colón y el “Descubrimiento de América” dejen de ser un enigma y que la verdad salga a la luz.
Capítulo I
Durante generaciones, la historia oficial ha postulado que el objetivo de Colón, al realizar el viaje del “descubrimiento”, era encontrar una nueva ruta, por el oeste, hacia las Indias (nombre que se le daba por aquellas épocas a Asia), ya que el camino a Oriente vía terrestre estaba bloqueado por los turcos otomanos.
Su idea era la de llegar hasta allí por mar, navegando hacia el poniente, para demostrar, además, su teoría de que la Tierra era redonda.
¿Por qué debía demostrar esto?
Porque hasta ese momento existía la creencia de que la Tierra era plana como un disco y que estaba limitada por un inmenso mar, cuya extensión hacia el oeste iba más allá del cabo de Finisterre y del estrecho de Gibraltar, situados en los extremos occidentales del mundo –hasta entonces– conocido.
Se afirmaba que ese océano no era navegable y que todo aquel que intentara emprender la aventura de atravesar sus aguas no regresaría nunca, pues se precipitaría a sus abismos o sería devorado por los espantosos monstruos que lo poblaban.
Esta creencia –dice la “historia oficial"– impedía que alguien se aventurara a navegar por esas aguas, por lo que América era un continente desconocido antes del primer viaje de Colón en 1492. Por eso –agrega– este intrépido navegante fue el primero en atreverse a llevar adelante un plan de viaje sumamente arriesgado, con el fin de demostrar su teoría de que la Tierra era redonda.