El autor comenta de modo muy personal y sugestivo algunos de los misterios que aún envuelven uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la humanidad: las referencias a un nuevo mundo más allá de los mares en autores como Séneca, Ramón Llull y Dante, las hipótesis sobre las antiguas culturas precolombinas, la supuesta llegada de los vikingos a América, todo el cúmulo de preguntas sin respuesta que suscita la enigmática personalidad de Colón, etc. Una fascinante aproximación a la temática más discutida del Descubrimiento.
Torcuato Luca de Tena
América y sus enigmas (y otras americanerías)
(y otras americanerías)
ePub r1.1
Titivillus 09.11.17
Título original: América y sus enigmas (y otras americanerías)
Torcuato Luca de Tena, 1992
Diseño de cubierta: Hans Romberg
Fotografía de la cubierta: Retrato de Cristóbal Colón (Archivo PASA)
Editor digital: Titivillus
Primer editor: jandepora (r1.0)
ePub base r1.2
TORCUATO LUCA DE TENA. Escritor y periodista español nacido el 9 de junio de 1923 en Madrid. Ex director de ABC periódico que fundó su abuelo. Su padre también fue director del diario monárquico madrileño.
Cuando tenía trece años al inicio de la Guerra Civil y el periódico fundado por su abuelo era definitivamente confiscado, su padre, Juan Ignacio Luca de Tena, fue detenido en varias ocasiones.
Nada más terminar la contienda, su padre —directamente implicado en la rebelión militar y en la llegada de Francisco Franco a la península tres años antes— fue nombrado embajador de España en Chile.
Torcuato cursó en Santiago los tres primeros años de la carrera de Derecho.
Miembro de número de la Real Academia Española, publicó su primera obra en Chile a los dieciocho años. Un reportaje suyo sobre la División Azul y los prisioneros españoles en la Unión Soviética, Embajadores en el infierno, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Autor de obras como Los hijos de la lluvia (1986) o La brújula loca (1965), sus mayores éxitos los obtuvo con sus dos novelas Edad Prohibida (1958, novela sobre el amor y la adolescencia) y Los renglones torcidos de Dios (1979). Torcuato Luca de Tena cultivó el teatro, la poesía, el cuento y el ensayo histórico.
Premio Nacional de Literatura, Premio Fastenrath de la Real Academia Española, Premio de la Sociedad Cervantina de Novela y Premio Planeta, también es autor de Escrito en las olas, La mujer de otro, La llamada y Las tribulaciones de una chica decente, entre otras. En el género ensayístico ha publicado América y sus enigmas, Papeles para la pequeña y la gran historia y Franco, sí, pero…, con el que obtuvo el Premio Espejo de España 1993.
Torcuato Luca de Tena falleció en Madrid el 1 de junio de 1999. Un mes antes de su fallecimiento presentó su última obra, Mercedes, Mercedes.
I. PROFECÍAS ANTIGUAS Y MEDIEVALES DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
En el año 45 de nuestra era, Lucio Anneo Séneca, el gran filósofo, escritor y político cordobés —maestro, primero, y ministro universal, después, del emperador Nerón— escribió su famosa tragedia Medea en la que hace decir a uno de sus personajes esta frase profundamente misteriosa y profética:
«Vendrán en los tardos años del mundo ciertos tiempos, en los cuales, el mar océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una tierra inmensa: y un nuevo marinero, como aquel que fue guía de Jasón (el jefe de los argonautas) descubrirá un nuevo mundo. Ya no será entonces la isla Thule la postrera de la Tierra».
Mil quinientos años después, Cristóbal Colón, ya viejo, se sintió estremecido al leer este texto latino del siglo uno, y viendo reflejada en esa frase su formidable epopeya, y sintiéndose él mismo retratado, señalado, profetizado, en ese «marinero que descubrirá un Nuevo Mundo» tradujo el texto al castellano, tal como acabo de citarlo. En los últimos años de su vida, Colón, muy achacoso, y algo perturbado, que creía haber hallado el paraíso terrenal en la desembocadura del Orinoco durante su cuarto viaje, como veremos en otro lugar, se consideraba un hombre predestinado por Dios para culminar la hazaña del descubrimiento y cristianización del nuevo continente. Hasta su nombre, «Cristóbal» —el titán que llevó al niño Dios sobre las aguas— le parecía una premonición. ¿Y quién que hubiese culminado una hazaña como la suya, no se sentiría tentado de creerse señalado por Dios para la realización de tal empresa? Profecías como la de Séneca, opiniones de filósofos, recuerdos perdidos en la noche de los tiempos de otros viajes, místicos o no, y transformados en leyendas, coadyuvaban poderosamente a ello.
Porque es de saber que, tanto en la Edad Antigua como en la Media, existía en los espíritus privilegiados una suerte de añoranza, de presentimiento, por un continente anhelado bien que desconocido. La Tierra no estaba completa sin él. Nuestro globo era como un gran rompecabezas al que le faltaba una de sus piezas más importantes. Aparte del de Séneca, otro de los ejemplos más asombrosos, es esta frase que escribió en el siglo XIII, el beato, polígrafo y filósofo balear Raimundo Lulio —Ramon Llull, como se dice en su lengua mallorquina— al estudiar el fenómeno de las mareas: «SIENDO LA TIERRA ESFÉRICA —escribe Llull—, se forma en nuestro mar un dilatado arco de agua que, estribando por una parte en las costas occidentales de Europa y África, y por otra EN UN CONTINENTE QUE SE SUPONE HABER EN LAS REGIONES OPUESTAS DEL OCCIDENTE…» debe de producir en tan vasta superficie estas alteraciones de la mar. ¡Un continente que se supone haber en las regiones opuestas del Occidente! ¿No es sorprendente leer esto en un hombre del siglo XIII?
No obstante, lo que hoy llamamos América, el continente desconocido, y a pesar de ello intuido, deseado, por la antigüedad, es en la Divina comedia, de Dante, más concretamente en el canto XXVI de «El Infierno» donde adquiere una realidad casi plástica.
Como es sabido, el argumento de esta obra inmortal, consiste en el recorrido que hace el propio autor, Dante Alighieri, conducido de la mano por el espíritu del divino Virgilio, a través del cielo, el purgatorio y el infierno, donde conversa con muchos de los condenados. Muy lejos queda ya la puerta del Averno con su famoso cartel: «PERDED TODA ESPERANZA DE SALIR VOSOTROS LOS QUE ENTRÁIS AQUÍ», cuando súbitamente descubren, nada menos que a Ulises, el héroe legendario de la Odisea, convertido en una llama de fuego que oscila como agitada por un viento huracanado. Al verle, a Dante le acucia la curiosidad de averiguar cómo, dónde y cuándo acabo sus días el héroe fabuloso, ya que Homero olvidó relatarlo. De suerte que por mediación de Virgilio, le pregunta «donde fue a morir llevado de su valor». La asombrosa respuesta de Ulises, cuya voz, según Dante Alighieri, lanzaba sonidos crepitantes como una lengua de fuego que hablara fue:
«Ni la piedad debida a un padre anciano —dice Ulises— ni el amor mutuo que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que tuve de conocer el mundo». «Así que me lancé por el abierto mar sólo con un navío y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron». «Vi entrambas costas, por un lado hasta España, por otro hasta Marruecos». «Mis compañeros y yo nos habíamos vuelto viejos y pesados cuando llegamos a la estrecha garganta donde plantó Hércules las dos columnas para que ningún hombre pasara más adelante». «Dejé Sevilla a mi derecha como ya había dejado Ceuta a mi izquierda…» «¡Oh, hermanos —les dije— que habéis llegado a Occidente a través de cien mil peligros!, ya que tan poco os resta de vida no os neguéis a conocer el mundo sin habitantes que se encuentra siguiendo la ruta del sol. Y volviendo la popa hacia el Oriente (es decir, la proa hacia Occidente) hicimos alas de nuestros remos para seguir tan desatentado viaje, inclinándonos siempre un poco hacia la izquierda».