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Ignacio Sánchez-Cuenca - La desfachatez intelectual

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Ignacio Sánchez-Cuenca La desfachatez intelectual
  • Libro:
    La desfachatez intelectual
  • Autor:
  • Editor:
    Los Libros de la Catarata
  • Genre:
  • Año:
    2016
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La desfachatez intelectual: resumen, descripción y anotación

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Muchos de los intelectuales españoles de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre escritores y hombres de letras, se caracterizan por participar en el debate político con ideas superficiales y frívolas, expuestas en un tono tajante y prepotente. La desfachatez intelectual se sostiene sobre una impunidad generalizada, que nace de la ausencia de una crítica explícita a las opiniones de las principales figuras de nuestra clase intelectual. Frente a la figura del intelectual que pontifica sobre cualquier asunto, este libro apuesta por una esfera pública más plural, menos personalista y con filtros más eficaces, que eleven el nivel de nuestro debate político.

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La desfachatez intelectual está muy extendida en nuestra esfera pública. Muchos de los intelectuales españoles de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre escritores y hombres de letras, se caracterizan por participar en el debate político con ideas superficiales y frívolas, expuestas en un tono tajante y prepotente. La desfachatez intelectual se sostiene sobre una impunidad generalizada, que nace de la ausencia de una crítica explícita a las opiniones de las principales figuras de nuestra clase intelectual. En este libro se presentan abundantes ejemplos de opiniones mal planteadas, sin atención a los hechos ni a las reglas básicas de la argumentación, en temas diversos como el nacionalismo, el terrorismo y la crisis. Nuestros intelectuales de mayor fama no salen bien parados. Frente a la figura del intelectual que pontifica sobre cualquier asunto, se apuesta por una esfera pública más plural, menos personalista y con filtros más eficaces que eleven el nivel de nuestro debate político.

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID. HA SIDO PROFESOR EN LAS UNIVERSIDADES DE SALAMANCA, POMPEU FABRA Y COMPLUTENSE, ASÍ COMO PROFESOR VISITANTE EN LA UNIVERSIDAD DE YALE. ES AUTOR DE NUMEROSOS LIBROS Y ARTÍCULOS ACADÉMICOS SOBRE VIOLENCIA POLÍTICA, TEORÍA DE LA DEMOCRACIA, POLÍTICA COMPARADA Y POLÍTICA ESPAÑOLA. SUS ÚLTIMOS LIBROS SON ATADO Y MAL ATADO. EL SUICIDIO INSTITUCIONAL DEL FRANQUISMO Y EL SURGIMIENTO DE LA DEMOCRACIA (ALIANZA, 2014) Y LA IMPOTENCIA DEMOCRÁTICA. SOBRE LA CRISIS POLÍTICA ESPAÑOLA (LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2014). ES COLABORADOR HABITUAL DEL PERIÓDICO DIGITAL INFOLIBRE Y DE LA REVISTA DIGITAL CTXT.

Ignacio Sánchez-Cuenca

La desfachatez intelectual

Escritores e intelectuales ante la política

Diseño de cubierta pablo nanclares Ignacio Sánchez-Cuenca 2016 Los libros - photo 2

Diseño de cubierta: pablo nanclares © Ignacio Sánchez-Cuenca, 2016

© Los libros de la Catarata, 2016

Fuencarral, 70

28004 Madrid

Tel. 91 532 20 77

Fax. 91 532 43 34

www.catarata.org

La desfachatez intelectual.

Escritores e intelectuales ante la política

ISBN (epub): 978-84-9097-136-9

ISBN (papel): 978-84-9097-110-9

DEPÓSITO LEGAL: M-3.789-2016

IBIC: JP/KNTJ

este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

INTRODUCCIÓN

Le recomiendo al lector que coja aire, pues necesitará aguantar la respiración en estas primeras páginas de inmersión profunda en la desfachatez intelectual.

Durante la crisis humanitaria de los refugiados de la guerra de Siria, la opinión pública occidental se estremeció ante la foto de un niño ahogado en una playa de Turquía. Jon Juaristi publicó entonces una columna en ABC de la que reproduzco este fragmento:

¿Qué saben los fugitivos sirios? Saben que llegar al corazón de la Europa rica requiere llegar antes al corazón de los europeos, y por eso traen niños. Niños que arrojan al otro lado de fronteras teóricamente infranqueables o que tumban en las vías del tren. Saben que, allá en su tierra de origen, estos efectos patéticos (codificados en una espontánea retórica de la desesperación) no valen con los asesinos baasistas o yihadistas, a los que niño más, niño menos, importa muy poco, pero a los europeos les despiertan sentimientos de culpa que deben eliminar cuanto antes porque están convencidos de que la culpa es tóxica y produce cáncer .

El texto tiene un evidente ánimo provocador. Habla con condescendencia sobre las reacciones de indignación, compasión y rechazo que produce la suerte de los miles de refugiados sirios que quieren entrar en Europa. Juaristi no se deja arrastrar por la “retórica de la desesperación” e ironiza sobre la culpa que sienten los europeos biempensantes. A diferencia de la masa, él es consciente de que los sirios están hurgando en la mala conciencia europea: explotan a sus hijos, los traen en las peores condiciones para que una Europa llorosa y blanda acepte acogerlos. Juaristi piensa que los niños sirios son algo así como escudos humanos (¡los tumban en las vías del tren!), utilizados por sus padres para abrir las puertas de la fortaleza occidental. No vienen porque sus padres no quieran separarse de ellos. No, vienen para tocar la fibra sensible del burgués europeo. Es curioso, pero ¿no decía ETA lo mismo cuando moría un hijo de un guardia civil en un atentado con coche bomba? Los apologetas del asesinato terrorista empleaban un argumento bastante parecido al de Juaristi: según ellos, los guardias civiles manipulaban a sus hijos, los colocaban como “escudos humanos”, por lo que no había que caer en la trampa del sentimentalismo; un examen frío de la situación arrojaba la conclusión de que la responsabilidad última de la muerte de los niños correspondía a sus padres por colocarlos allí.

Fernando Savater intervino en un programa televisivo sobre la tauromaquia y tuvo la ocurrencia de defender las corridas de toros en estos términos:

Si a algunos de los seis millones de parados que hay en este momento en el país se les ofreciese llevar la vida que lleva un toro bravo, es decir, vivir en uno de los paisajes más hermosos del mundo durante prácticamente toda su existencia, tratado con mimo y con todo tipo de comodidades, perteneciendo a una especie de la que solo una ínfima minoría va a ir a la plaza y, luego, como pago de eso, solamente pasar los últimos quince minutos de la vida malos, que son probablemente muchos menos de los que probablemente pasaremos nosotros en nuestra vida, habría gente, a montones, que por tener esa oportunidad aceptaría la vida del toro bravo .

Resulta difícil imaginar qué imagen del parado pueda tener Savater. Parece pensar que se trata de un ser desesperado, incapaz de defender su dignidad, que con tal de llevar una buena vida está dispuesto a ser la víctima de una sesión letal de tortura, realizada además en público, a la vista de sus conciudadanos, en medio de un jolgorio. Un argumento como este produciría incomodidad incluso en una discusión de bar. Supongo que hay muchas razones para defender la “fiesta nacional”, pero, de todas ellas, esta es acaso la más mostrenca.

Félix de Azúa lleva mucho tiempo opinando sobre la vida pública en España. Siempre tiene opiniones rotundas, tajantes, y utiliza un tono visceral, alejado del análisis, para dar rienda suelta a sus demonios. En varios artículos de opinión se ha referido al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero como “el peor dirigente que ha soportado España desde Fernando VII” . Hay que tener un ego bien puesto para presentar una decisión así como un “exilio”, sobre todo en un país como el nuestro que ha tenido en el pasado experiencias desgarradoras de exilio auténtico. Se trata de una banalización que los nacionalistas españoles celebran con regocijo, pero supongo que dejará pasmada a la gente que conserve algo de sentido común.

El rey Juan Carlos I anunció su abdicación el 2 de junio de 2014. A los pocos días, el diario El País publicaba un especial en el que la plana mayor de sus escritores, periodistas e intelectuales lanzaba ditirambos acartonados, en el más fiel estilo del antiguo NO-DO, a la figura del monarca. Juan Luis Cebrián le puso nota (“sobresaliente cum laude”); Felipe González añadió que el rey “nos da por primera vez en 300 años un periodo de estabilidad democrática y de convivencia en libertad”; y Francisco Basterra remató la faena recordando que “las últimas cuatro décadas han sido sin duda los mejores 40 años de nuestras vidas”. Y desde luego lo han sido, pero no precisamente por obra de Juan Carlos I: ni el progreso económico, ni el Estado de derecho ni el orden democrático fueron una graciosa concesión de su majestad. Por supuesto, ni una referencia a los negocios turbios, a la fortuna acumulada durante su reinado o a sus amistades peligrosas. Al pasar por alto cualquier atisbo de crítica, parecía suponerse que la figura del rey no soportaba un juicio global de su trayectoria y servicio. Lo lógico habría sido ofrecer un análisis algo más ecuánime, en el que se destacara su papel crucial en la transición a la democracia sin por ello silenciar sus tejemanejes económicos. La acumulación de artículos hueros fue una demostración de la decadencia de aquello que en su día José Luis López Aranguren llamó, no sin cierta exageración, “el intelectual colectivo” del postfranquismo. Javier Cercas, aficionado a las frases redondas y lapidarias, llevó tan lejos el elogio que terminó cayendo en exageraciones sin cuento. El título de su artículo, “Sin el Rey no habría democracia”, era ya un exceso, aunque no puedo asegurar si había salido de su pluma o era resultado de la intervención del periódico. El texto, de hecho, matizaba algo semejante tesis, pero, en su afán por ensalzar a Juan Carlos, se llegaba a afirmar que el 23 de febrero de 1981 fue “el día en que empieza de veras la democracia y terminan el franquismo y la Guerra Civil” . Quizá sea un tropo literario, pero a mí me suena más bien a frase absurda: la Guerra Civil había acabado en 1939 y el franquismo en 1977, se ponga Cercas como se ponga. Para cerrar su artículo, el autor dejaba en el aire el ominoso peligro de una nueva guerra civil, truco retórico que se emplea para alertar sobre los riesgos de un enfrentamiento fratricida causado por las demandas de los nacionalismos periféricos: “Ignorar que los casi cuarenta años de reinado de Juan Carlos I han sido los mejores de nuestra historia moderna, los de mayor libertad y prosperidad, es simplemente ignorar nuestra historia moderna. Y esa ignorancia de nuestro presente puede devolvernos lo peor de nuestro pasado”. Aparte de que, como he dicho antes, la libertad y prosperidad de España no son “obra” de Juan Carlos I, es importante subrayar que, por mucho que los españoles ignoren el presente, nadie nos va a devolver a pasado alguno. Ni va a volver la dictadura ni hay riesgo alguno de que en España pueda haber una nueva guerra civil. Unos mínimos conocimientos de política comparada confirman la vacuidad de este tipo de afirmaciones. Sencillamente, los países desarrollados con niveles de renta per cápita como el de España jamás sufren guerras civiles; este tipo de conflictos surge únicamente en países con bajo desarrollo económico y Estados débiles incapaces de imponer el orden.

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