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Bartolomé de las Casas - Brevísima relación de la destrucción de las Indias

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Bartolomé de las Casas Brevísima relación de la destrucción de las Indias
  • Libro:
    Brevísima relación de la destrucción de las Indias
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1552
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Brevísima relación de la destrucción de las Indias: resumen, descripción y anotación

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La Brevísima relación de la destrucción de las Indias es un libro escrito por - photo 1

La Brevísima relación de la destrucción de las Indias es un libro escrito por el dominico español Bartolomé de las Casas a mediados del siglo XVI . Como su nombre indica, se trata de un texto en el que el fraile se propone denunciar los destructivos efectos que tuvo para los pueblos indígenas de América la temprana colonización española. Mucho es lo que se ha dicho acerca de Bartolomé de las Casas, a quienes ocasionalmente los mismos defensores de los indios —como Motolinía— llegaron a calificar de loco y soberbio. Su obra fue utilizada para alimentar lo que se ha llamado la «leyenda negra» española.

Bartolomé de las Casas Brevísima relación de la destrucción de las Indias - photo 2

Bartolomé de las Casas

Brevísima relación de la destrucción de las Indias

ePub r1.0

Himali10.12.13

Título original: Breuíssima relación de la destruyción de las Indias

Bartolomé de las Casas, 1552

Edición, introducción y notas: Trinidad Barrera

Editor digital: Himali

ePub base r1.0

Lo que se sigue es un pedazo de una carta Y relación que escribió cierto hombre - photo 3

Lo que se sigue es un pedazo de una carta

Y relación que escribió cierto hombre de los mismos que andaban en estas estaciones, refiriendo las obras que hacía y consentía hacer el capitán por la tierra que andaba. Y puesto que, porque la dicha carta y relación se dio a encuadernar con otras cosas, o el librero olvidó o perdió una hoja, o hojas della que contenía cosas espantables (todo lo cual se me dio por uno de los mismos que las hacían, y yo lo tuve todo en mi poder) va sin principio y cabo lo siguiente. Pero por ser este pedazo que queda, lleno de cosas notables, parecióme no deberse dejar de imprimir, porque no creo que causara mucho menor lástima y horror a Vuestra Alteza, juntamente con deseo de poner el remedio, que algunas de las deformidades referidas.

Carta

… dio licencia que los echasen en cadenas y prisiones, y así los echaron, y el dicho capitán traía tres o cuatro cadenas dellos para él, y haciendo esto y no procurando de sembrar ni poblar (como se había de hacer), sino robando y tomando a los indios la comida que tenían, vinieron en tanta necesidad los naturales que se hallaban mucha cantidad dellos en los caminos muertos de hambre. Y en ir y venir a la costa los indios, cargados de las cosas de los españoles, mató cerca de diez mil ánimas, porque ninguno llegó a la costa que no muriese, por ser la tierra caliente.

Después desto, siguiendo el rastro y por el mismo camino que vino Juan de Ampudia, echando los indios que habían sacado del Quito adelante una jornada, para que descubriesen los pueblos de los indios y los robasen para cuando él llegase con su gente, y estos indios eran dél y de los compañeros, cuál doscientos, cuál trescientos, cuál ciento, como cada uno traía, los cuales, con todo lo que robaban acudían a sus amos. Y en esto hacían grandes crueldades en los niños y mujeres. Y esta misma orden trujo en el Quito, y abrasando toda la tierra y las casas de depósito que tenían los señores de maíz, consintiendo hacer gran estrago en matar ovejas en gran cantidad, siendo la principal población y mantenimiento de los naturales y españoles, porque para solos los sesos de las ovejas y para el sebo, consintía matar doscientas y trescientas ovejas, y echaban la carne a mal. Y los indios amigos que con él andaban, para sólo comer los corazones de las ovejas mataban mucha cantidad, porque ellos no comían otra cosa. Y ansí dos hombres, en una provincia llamada Purúa, mataron veinte y cinco carneros y ovejas de carga que vahan entre los españoles a veinte y a veinte y cinco pesos cada uno, sólo para comer los sesos y el sebo. Y ansí en esta desorden, matando excesivamente, se perdieron más de cient mil cabezas de ganado, a cuya causa la tierra vino en muy gran necesidad, y los naturales se murieron en muy gran cantidad de hambre. Y habiendo en el Quito tanto maíz que no se puede decir, por esta mala orden vino tanta necesidad que vino a valer una hanega de maíz diez pesos, y una oveja otro tanto.

Después quel dicho capitán volvió de la costa, determinó de partirse dende Quito, para ir en busca del capitán Juan de Ampudia. Sacó más de doscientos hombres de pie y de caballo, entre los cuales sacó muchos vecinos de la villa de Quito; y a los vecinos que iban con él, el dicho capitán les dio licencia para que sacasen sus caciques de sus repartimientos con todos los indios que ellos quisiesen sacar, y ellos lo hicieron ansí, entre los cuales sacó Alonso Sánchez Nuita con su cacique más de cien indios con sus mujeres, y por el consiguiente Pedro Lobo y su sobrino más de ciento y cincuenta con sus mujeres; y muchos dellos sacaban sus hijos, porque todos se morían de hambre. Y así mismo sacó Morán, vecino de Popayán, más de doscientas personas, y lo mismo hicieron todos los otros vecinos y soldados, cada uno como podía. Y los dichos soldados preguntáronle que si les daría licencia para echar en prisiones los indios e indias que llevaban, y él les dijo y respondió que sí, hasta que se muriesen, y después de muertos aquéllos, otros; que si los indios eran vasallos de Su Majestad, que también lo eran los españoles y se morían en la guerra. Y desta manera salió del Quito el dicho capitán a un pueblo que se llama Otabalo, que a la sazón tenía por su repartimiento, y pidióle al cacique que le diese quinientos hombres para la guerra, y ansí se los dio, con ciertos indios principales. Y parte de aquesta gente repartió entre los soldados, y los demás los llevó consigo, dellos cargados y dellos en cadenas, y algunos sueltos para que le sirviesen y le trajesen de comer: y desta manera los llevaron los soldados en cadenas y en sogas atados. Y cuando salieron de las provincias de Quito, sacaron más de seis mil indios e indias, y de todos ellos no se volvieron veinte hombres a su tierra, porque todos se murieron con los grandes trabajos y excesivos que les dieron en las tierras calientes, desnaturándolos de su natural. Y acaeció en este tiempo que un Alonso Sánchez, que envió el dicho capitán por capitán de cierta gente a una provincia, topó en el camino cierta cantidad de mujeres y de muchachos cargados, de comida, y le aguardaron y esperaron sin le huir, para le dar della, y a todos los mandó meter a cuchillo de espada. Y acaeció un misterio: que un soldado, dando de cuchilladas a una india, del primer golpe se le quebró la mitad de la espada, y del segundo no le quedó sino la empuñadera, sin poder herir la india. Y otro soldado, con un puñal de dos filos, queriendo dar de puñaladas a otra india, al primer golpe se le quebró y despuntó con cuatro dedos de la punta, y al segundo no le quedó más de la empuñadura. Y al tiempo aquel dicho capitán salió del Quito sacando tanta cantidad de naturales, descasándolos, dando las mujeres mozas a los indios quél traía y las otras a los que quedaban por viejos, salió una mujer con un niño chiquito en los brazos tras él, dando voces, diciéndole que no le llevase a su marido, porque tenía tres niños chiquitos, y que ella no los podría criar, y que se le morirían de hambre. Y visto que la primera vez le respondió mal, tornó a segundar con mayores voces, diciendo que sus hijos se le habían de morir de hambre; y visto que la mandaba echar por ahí y que no le quiso dar a su marido, dio con el niño en unas piedras y lo mató.

Que al tiempo que el dicho capitán llegó a las provincias de Lili, a un pueblo llamado Palo, junto al río grande, donde halló al capitán Juan de Ampudia que había venido adelante a descubrir y pacificar las tierras, el dicho Ampudia tenía poblada una villa llamada Ampudia, en nombre de Su Majestad y del marqués Francisco Pizarra, y en ella tenía puestos por alcaldes ordinarios a Pedro Solano de Quiñones y ocho regidores, y toda la más de la tierra tenía y estaba de paz y repartida. Y así como supo que el dicho capitán estaba en el río, fuelo a ver con muchos de los vecinos y con muchos indios de paz cargados de comida y fruta, y de allí adelante todos los indios más cercanos le venían a ver y a le traer de comer al dicho capitán. Eran los indios de Xamundi y Palo y de Solimán y de Bolo, y porque no traían tanto maíz como él quería, mandó ir a muchos españoles con sus indios e indias que fuesen por maíz, y dondequiera que lo hallasen que lo trujesen. Y ansí fueron a Bolo y a Palo, y hallaron a los indios e indias en sus casas de paz, y los dichos españoles y los que con ellos fueron les tomaron y robaron el maíz y oro y mantas y todo lo que los indios tenían, y ataron muchos dellos. E visto esto por los indios, y que les hacían tan mal tratamiento, fueron al dicho capitán a quejarse del mal tratamiento que se les había hecho, y que les volviesen todo lo que les habían tomado los españoles. Y él no les quiso hacer volver cosa ninguna, y les dijo que no irían otra vez. Y luego de allí a cuatro o cinco días volvieron los españoles por maíz y por robar los indios naturales, y visto por los indios la poca verdad quel dicho capitán les sostenía y guardaba, se alzó toda la tierra, de donde resultó mucho daño y deservicio a Dios Nuestro Señor y a Su Majestad, a causa de lo susodicho. Y ansí está despoblada toda la tierra, porque los han destruido sus enemigos los olomas y los manipos, que son gente de sierra y belicosa, que abajaban cada día a los llanos a tomallos y a robarlos, como los veían que andaban desamparados sus pueblos y naturaleza, y entre ellos el que más podía comía al otro, porque todos perecían de hambre. Y esto hecho, el dicho capitán vino a la dicha villa de Ampudia, donde le rescibieron por general, y de allí a siete días partió para los aposentos de Lili y de Peti, con más de doscientos hombres de pie y de caballo.

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