Nota a la nueva edición
En 2003, cuando apareció, Redada de violetas sacó a la luz los testimonios de más de media docena de personas que habían sido encarceladas en España por su orientación sexual y que, por primera vez, desafiaban el estigma que confiere la cárcel para desvelar la vida de los homosexuales en las prisiones de la dictadura franquista. Algunos de ellos ya se conocían entre sí, otros lo fueron haciendo durante la elaboración del libro e incluso algunos se pusieron cara durante la presentación. Todos se integraron en una asociación que a partir de ese momento comenzó a crecer y a luchar para reivindicar su condición de represaliados del franquismo en la misma medida en que lo habían sido los presos políticos. Gais, lesbianas y transexuales fueron los grandes olvidados de la Transición. En 2014 vieron finalmente la recompensa. Habían conseguido movilizar a 183 personas, lo que no es una cantidad pequeña si se tiene en cuenta que muchísimos más habían fallecido, porque el periodo en que la homosexualidad era delito punible con privación de libertad comenzó en 1954 y se prolongó hasta enero de 1978. Una serie de solicitudes fueron denegadas o inadmitidas a trámite por no cumplir los requisitos, pero 116 personas recibieron una compensación económica variable en función del tiempo pasado injustamente en prisión, una cantidad modesta y que llegaba tarde, pero que suponía el reconocimiento por parte del Estado de su culpa y del daño moral infligido a esas personas inocentes.
Como remate de justicia poética, dos de las cárceles a las que los homosexuales fueron destinados en virtud de la Ley de Peligrosidad Social, las de Huelva y Badajoz, muestran hoy placas de reconocimiento a la dignidad de quienes un día fueron sus huéspedes involuntarios.
Más cosas han pasado entretanto. La más importante, que en junio de 2005 España se convirtió, con el apoyo de dos tercios de la población, en el tercer país del mundo en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Con esa iniciativa, el gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero rompía definitivamente una imagen de España asociada históricamente a la intolerancia y al conservadurismo y consolidaba otra en que nuestro país se ha convertido en referente internacional de respeto a la diversidad, a pesar de que persistan los ataques homófobos y de que el colectivo lgtbi se encuentre en la diana de una ultraderecha de reciente y alarmante aparición.
Pero los nubarrones del presente no deben borrar los avances del pasado inmediato y en materia de derechos lgtbi nuestro país ha pasado del horror al ejemplo. Es por esa condición de testimonio del horror en un periodo histórico concreto por lo que un libro que vio la luz por primera vez hace 16 años mantiene su vigencia como foto fija de un momento que no debe repetirse.
Entre quienes más contribuyeron a facilitar la aparición de Redada de violetas y a defender y difundir su contenido se hallaba el activista Pedro Zerolo, prematuramente fallecido en 2015, cuya influencia fue también decisiva para la aprobación del matrimonio igualitario. El autor le debe agradecimiento personal por su apoyo a este trabajo y por el que le brindó en otras ocasiones. Es merecido recordarle en estas páginas y la nueva edición de la obra mantiene el epílogo que escribió para ella en 2003.
No es Redada de violetas el único libro que aborda la problemática del colectivo lgbt durante la dictadura. Otro tanto hizo el periodista Fernando Olmeda en El látigo y la pluma, y numerosos historiadores de nuevas generaciones han ido ampliando con nuevos enfoques y más fuentes, o un análisis más exhaustivo de las existentes, el repertorio de obras que estudian el tema. Es justo citar Una discriminación universal. La homosexualidad durante el franquismo y la transición (2008), coordinado por Javier Ugarte Pérez; Los antisociales. Historia de la homosexualidad en Barcelona y París, 1945-1975 (2014), de Geoffroy Huard; Al margen de la naturaleza. La persecución de la homosexualidad durante el franquismo. Leyes, terapias y condenas (2016) de Victor Mora; Lo nuestro sí que es mundial. Una introducción al movimiento lgtb en España (2017), de Ramón Martínez; los dos libros de testimonios recogidos por Juan-Ramón Barbancho Ser tú misma era un delito (2017, en colaboración con Alfonso Baya) y Cicatrices en la memoria. Testimonios de infancias lgtb robadas (2019).Y 40 años después, la despenalización de la homosexualidad en España. Investigación, memoria y experiencias (2019), de Víctor Mora y Geoffroy Huard (eds.).
Muchos más títulos quedan fuera de esta selección, igual que numerosas tesis, trabajos de fin de grado y documentales que continúan rescatando la memoria de los perseguidos y ayudándonos a conocer mejor nuestro pasado inmediato.
A Mercedes Barrera.
Prólogo
La conquista de cada uno de los derechos fundamentales del hombre ha supuesto siempre un duro recorrido histórico. Desde la larga etapa de la prohibición, pasando por periodos de tolerancia, hasta el reconocimiento pleno del derecho por el ordenamiento jurídico de cada país, el ciudadano ha tenido que luchar y pagar un alto precio.
El derecho al respeto de la propia dignidad, que reconoce la libertad de elegir y desarrollar la propia identidad sexual, ha seguido ese proceso. Antes de nuestra vigente Constitución, los homosexuales y lesbianas españoles vivíamos entre la prohibición y la tolerancia. Prohibición mediante la tipificación penal de las relaciones sexuales libres entre adultos. Tolerancia impuesta por la extensión del colectivo y la influencia que suponía el cambio de tratamiento jurídico a favor de la despenalización en muchos países europeos.
Este libro cubre un periodo poco conocido del sadismo jurídico del régimen franquista. A los que no podían reprimir directamente con el Código Penal les aplicaban una legislación destinada a vagos y maleantes, y eran condenados a los campos de trabajo obligatorio que se pusieron en marcha en diversos lugares de nuestro país. No hace falta profundizar en el análisis de tal tipo de tratamiento de la conducta sexual en un régimen político que negaba los derechos comunes a todo sistema democrático Pero es innegable que ese tipo de respuesta ha influido y sigue influyendo en sectores de nuestra población que piensan que con la tolerancia se resuelven los problemas.
Por eso, se resisten a reconocer las consecuencias que se derivan del reconocimiento de nuestro derecho fundamental e impiden que el matrimonio civil se pueda aplicar a una pareja del mismo sexo.
Es necesario que las organizaciones y colectivos que integran el movimiento homosexual continúen presionando para conseguir el reconocimiento pleno del derecho a la identidad sexual. No es suficiente el compromiso personal. Nos lo aconseja la forma de plantear las reivindicaciones de los países que los han recogido plenamente. Hemos avanzado a partir de nuestra Constitución pero quedan todavía asuntos pendientes. Este libro es un importante aporte a la reconstrucción de la memoria histórica de nuestro país. Conociendo las barbaridades sufridas en un pasado reciente estamos contribuyendo a que no se repitan en el futuro.
J ERÓNIMO S AAVEDRA A CEVEDO
Expresidente de la Comunidad Autónoma de Canarias y exministro de Administraciones Públicas y Educación y Ciencia.
Introducción
Violetas, mariposos, sarasas, marimachos, tríbadas, tortilleras, gente de la cáscara amarga o de la acera de enfrente... Son algunos de los nombres con los que tradicionalmente se ha denominado en España de forma despectiva a homosexuales y lesbianas. Los utilizaban la policía, la prensa amarilla y muchos ciudadanos del común para estigmatizar a hombres y mujeres con una orientación sexual diferente a la mayoritaria.
La palabra «violeta», según Alberto Mira, se aplicaba originalmente a las lesbianas desde 1926, a partir del estreno de la obra La prisionera de Édouard Bourdet, en la que la presencia de una lesbiana que rompía la paz de hogares burgueses convencionales estaba marcada por esta flor. Sin embargo, la violeta se convirtió en símbolo de la homosexualidad en general y en la España de los setenta era un término que empleaban las autoridades y los periodistas de sucesos para denostar a los homosexuales masculinos. La marginación de ambos colectivos no ha sido en España históricamente diferente a la sufrida en el resto del mundo. Lo peculiar del caso español es que, mientras en otros países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial se fue avanzando lentamente hacia una cierta tolerancia, la dictadura de Franco prolongó la persecución policial y judicial de esa minoría a contracorriente de la Historia.
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