Santiago O’Donnell y Mariano Melamed
Derechos Humanos®
La historia del CELS. De Mignone a Verbitsky. De Videla a Cristina
Sudamericana
A la memoria de Guillermo O’Donnell.
A Victoria Oyhanarte.
A Teresa Emery.
A José O’Donnell y Ramón Stocovaz.
S. O’D.
A la memoria de mi papá.
A mi madre y a mi hermana Sonia.
M. M.
AGRADECIMIENTOS
Gracias, viejo, por todo lo que me enseñaste. Este libro me trajo muchos recuerdos tuyos y me ayudó en el duelo.
Gracias, Victoria Oyhanarte, por compartir tu vida conmigo y por tratar de hacerme una mejor persona.
Gracias, José y Ramón, por tantas alegrías. Gracias, mamá, por cuidarme. Gracias a Carmen Celia por el pez espada. A mi hermana y colega María O’Donnell, un orgullo, gracias por ayudarme y apoyarme siempre. A Matías, Nacho, Julia, Fede, Fran, Leo, Milena, Carmela, Helena y Luz: gracias por tanto.
A María Salas, Justina, Olga y Hortensia. A los hermanos Gutiérrez Oyhanarte. Al grosso del Chapa Orrego. A los Arrastoa, Antelo, Eppinger, Bouldrini, Cavallero González y Frontini. A Enrique Mármora, Pato Barbosa, Mercedes López San Miguel, Celita Doyhambéhère, Tobal Llorente, Diego Carrió, Sergio Greco y Baby Badaracco.
A Luciana Bertoia, por creer en este libro y por ayudarnos a sostenerlo en momentos difíciles. A Gaby Pepe y a Albert Alsina. A Gonzalo Seoane de Madres de Plaza de Mayo y a Ezequiel María, Patricia Panich del Cels y a Santiago del Carril.
A todos los que confiaron en nosotros y nos dieron su tiempo y nos contaron sus historias.
A Florencia Ure, por su fuerza y su generosidad. A Juan Ignacio Boido, por todo. A nuestra editora, Ana Pérez, por su talento y buena energía para mejorar lo que hicimos.
A Mariano: gracias, querido.
S. O’D.
A Santiago, por no dejar que este libro se terminase de ir por la alcantarilla a pesar del tiempo transcurrido y de estar lejos, y por su talento no solo para hacer periodismo sino para enseñar sin proponérselo.
Gracias a Luciana Bertoia, por haber acompañado el proyecto cuando no era más que un proyecto frustrado. A Albert Alsina Ferrando, por el trabajo contrarreloj con las entrevistas.
Muy especialmente a Gaby Pepe, por su seriedad, rigor y tesón incansable para el ataque final, y sobre todo por su amistad. A Ana Pérez, por su saber y su calidez.
A Carlos Gassó, por las charlas sobre temas y obsesiones en loop que empezaron cuando estábamos en primer grado. A Pablo Wegbrait, por su amistad y buena disposición para dar una mano y un consejo siempre.
A Mariana Cencic y Claudio Capace, grandes compañeros de viaje, squash y sobremesas.
Al gran Taitus, por fumarse con buena cara largos monólogos sobre temas que no le interesan.
A Valeria Otheguy, por ser una persona tan hermosa y estar siempre cerca.
A las fuentes, sobre todo a aquellos que pasaron por el CELS y que a pesar de tener puesta la camiseta no dudaron en ser entrevistados sabiendo que este no sería un libro celebratorio o un mero informe de gestión.
M. M.
Prólogo
La historia
La historia de las violaciones a los derechos humanos en la Argentina de los setenta, de los miles de desaparecidos por la dictadura militar, es mucho más que una historia, pero también es una historia. Desde un punto de vista periodístico, es la historia más importante de los últimos cincuenta años en este país y sigue vigente. Algún día alguien podrá escribir esa historia y entonces dejará de ser actualidad y pasará a ser historia.
Mientras tanto, quedan por contar las pequeñas historias que hacen avanzar la historia, una historia que va cambiando a medida que aparecen nuevos personajes y se conjugan con nuevos escenarios, historias que nos acercan un poquito más al final, que será el principio de una nueva historia. Ojalá esta historia sirva para eso.
Esta es la historia de un grupo de personas unidas por el deseo de llegar a la verdad y de castigar a los culpables por las desapariciones de esa época a través del sistema legal de la justicia argentina. Fundaron y trabajaron en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la organización no gubernamental que se encargó de llevar adelante la mayoría de los juicios en contra de los represores de la dictadura.
Quienes integraron e integran el CELS provienen de distintos lugares y posturas ideológicas, pero dentro de ciertos límites. Casi todos son profesionales, la mayoría abogados, y el arco político va desde la izquierda democrática hasta el liberalismo progresista. Sus fundadores son padres y madres de clase media de jóvenes desaparecidos, como Emilio y Chela Mignone, y Augusto y Laura Conte. A diferencia de sus hijos, que despreciaban la democracia burguesa y querían cambiar el sistema, ellos pensaban que la dictadura que se había llevado a sus hijos era una aberración del sistema. Supieron ver que solo conocerían la verdad sobre las desapariciones y obtendrían justicia para sus víctimas si recuperaban ese sistema, esa democracia tan vapuleada y despreciada por la generación de sus hijos. Con las herramientas legales y políticas de la democracia ayudaron a reconquistar la democracia. A partir de ahí emprendieron un largo camino para darle sentido a esa conquista formal a través de una praxis, un lenguaje, una iconografía, un relato, al fin, una cultura de respeto a los derechos humanos que hoy se ha instalado en nuestra sociedad para dar pelea a distintas corrientes reaccionarias y fundamentalistas.
La historia del CELS empieza con sus fundadores pero no termina con ellos. También se destacaron militantes jugados como Jorge Baños, que murió en el asalto al cuartel de La Tablada en 1989, abogados trotskistas que ven en la práctica legal un puesto de lucha prerrevolucionario, como Luis Zamora y Marcelo Parrilli, sobrevivientes de la resistencia peronista como Alicia Oliveira, jóvenes idealistas recién salidos de las universidades como Carolina Varsky y Santiago Felgueras, y profesionales de los derechos humanos, educados y entrenados en Estados Unidos, como Víctor Abramovich, Martín Abregú y Gastón Chillier.
Sin embargo, un nombre se destaca entre todos ellos y es el del actual presidente de la organización, Horacio Verbitsky. El influyente periodista de Página/12 es una institución en sí mismo que opaca y visibiliza a la vez al CELS. Actuaciones y relaciones, odios y amores se tocan y se entrecruzan, y aunque Verbitsky dice que para él está todo muy claro, para los miembros del CELS se hace difícil discernir dónde termina la ONG y dónde empieza el periodista. Ni hablar para los de afuera.
En la actualidad, además de los juicios a los militares, el CELS monitorea la aprobación de los ascensos militares en el Congreso y participa en distintos programas, proyectos y actividades vinculados con el reclamo por los crímenes de la dictadura. También se ocupa de casos de violencia policial, de abusos en las cárceles y de libertad de expresión. Además prepara proyectos de ley para mejorar la seguridad y el funcionamiento de la justicia, haciendo de nexo entre la demanda social, la vocación de servicio de sus integrantes y los temas de interés de sus donantes.
La principal fuente de financiación del CELS es la Ford Foundation, la segunda organización filantrópica de Estados Unidos por el volumen de ayudas que maneja y con un importante programa para fortalecer los derechos humanos en América Latina. Además, entre sus principales donantes están la Unión Europea, la Fundación Oak (una ONG global con sedes en Londres, Ginebra y con base en Carolina del Norte, Estados Unidos), el Sigrid Rausing Trust (Suecia), la Fundación Heinrich Böll Cono Sur (con base en Alemania), Open Society Foundations (OSF, la ONG de George Soros) y el Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura. No recibe fondos del gobierno nacional, excepto a través de convocatorias académicas concursadas, como la que le permitió suscribir un acuerdo con el Ministerio de Salud de la Nación a través del programa de becas Carrillo-Oñativia. El CELS también cuenta con donantes particulares. Hoy tiene unos sesenta y cinco empleados, la mayoría de ellos