Prefacio y agradecimientos
E ste libro, para citar algunas metáforas del menos favorito de mis deportes, intenta atajar uno de los temas más amplios a los que la ciencia puede dirigirse, la misma naturaleza de la historia, y ello no mediante un asalto directo al centro, sino mediante una carrera final a través de los detalles de un caso por estudiar que es realmente maravilloso. Al hacerlo, seguiré la estrategia que empleo en todos mis escritos generales. Los detalles por sí mismos no pueden ir más allá; en sus mejores momentos, presentado con una poesía que no puedo evitar, surge como un admirable «escrito de la naturaleza». Pero los ataques frontales a las generalidades caen inevitablemente en el tedio o la tendenciosidad. La belleza de la naturaleza reside en el detalle; el mensaje, en la generalidad. La apreciación óptima requiere de ambos, y no conozco mejor táctica que la ilustración de principios excitantes mediante pormenores bien escogidos.
Mi tema específico es la más preciosa e importante de todas las localidades fósiles: Burgess Shale, en la Columbia Británica. El relato humano de descubrimiento e interpretación, que se extiende a lo largo de casi ochenta años, es maravilloso, en el potente sentido literal de esta palabra que tan mal usada ha sido. Charles Doolittle Walcott, primer paleontólogo y poderosísimo administrador de la ciencia norteamericana, encontró esta antiquísima fauna de animales de cuerpo blando exquisitamente preservados en 1909. Pero su postura profundamente tradicionalista forzó prácticamente una interpretación convencional que no ofrecía ninguna perspectiva nueva sobre la historia de la vida, con lo que consiguió que estos organismos únicos se hicieran invisibles a la consideración pública (aunque sobrepasan, con mucho, a los dinosaurios en su potencial instructivo sobre la historia de la vida). Pero veinte años de meticulosa descripción anatómica por parte de tres paleontólogos de Inglaterra e Irlanda, que iniciaron su trabajo sin atisbo alguno de su potencial fundamental, no sólo dieron la vuelta a la interpretación de Walcott de estos fósiles particulares, sino que también han confrontado nuestra visión tradicional acerca del progreso y la predecibilidad en la historia de la vida con el desafío de la contingencia, propio del historiador: el «espectáculo» de la evolución sería una serie de acontecimientos, asombrosamente improbable, suficientemente perceptible cuando es observado en retrospectiva, y sujeto a explicación rigurosa, pero absolutamente impredecible y relativamente irrepetible. Hagamos retroceder la cinta magnetofónica de la vida hasta los primeros días de Burgess Shale; hagámosla sonar de nuevo desde un punto de partida idéntico, y tendremos una posibilidad tan reducida que es casi inexistente de que algo parecido a la inteligencia humana adorne la melodía que se escuchará.
Pero todavía más maravillosos que cualesquiera esfuerzo humano o interpretación revisada son los mismos organismos de Burgess Shale, en particular después de haber sido nueva y adecuadamente reconstruidos en su trascendente rareza: Opabinia, con sus cinco ojos y «trompa» frontal; Anomalocaris, el mayor animal de su tiempo, un temible depredador con una mandíbula circular; Hallucigenia, con una anatomía que hace honor a su nombre.
El título de este libro expresa la dualidad de nuestra maravilla: frente a la belleza de los propios organismos, y frente a la nueva visión de la vida que han inspirado. Opabinia y compañía constituían la vida extraña y maravillosa de un pasado remoto; asimismo, han impuesto el gran tema de la contingencia en la historia a una ciencia incómoda con conceptos como éste. Este tema es central a la más memorable escena del filme más querido de Norteamérica: el ángel de la guarda de Jimmy Stewart volviendo a pasar la cinta de la vida sin él, y demostrando el enorme poder que sobre la historia tiene la aparente insignificancia. La ciencia ha tratado poco el concepto de contingencia, pero el cine y la literatura siempre lo han encontrado fascinante. It’s a Wonderful Life (¡Qué bello es vivir!) es un símbolo y al mismo tiempo la ilustración más bella que conozco para el tema capital de este libro; y en mi título rindo homenaje a Clarence Odbody, George Bailey y Frank Capra.
El relato de la reinterpretación de los fósiles de Burgess Shale, y de las nuevas ideas que surgieron de este trabajo, es complejo e implica los esfuerzos colectivos de un largo reparto. Pero tres paleontólogos dominan el escenario central, pues han hecho la mayor parte del trabajo técnico en descripción anatómica y clasificación taxonómica: Harry Whittington, de la Universidad de Cambridge, el experto mundial en Trilobites, y dos hombres que empezaron como estudiantes graduados suyos y después construyeron carreras brillantes basadas en sus estudios de los fósiles de Burgess Shale: Derek Briggs y Simon Conway Morris.
Me debatí durante varios meses entre varios formatos para presentar este libro, pero finalmente decidí que sólo uno podía proporcionar unidad y establecer integridad. Si la influencia de la historia es tan fuerte al disponer el orden de la vida hoy en día, entonces debo respetar su poder en el dominio más restringido de este libro. La labor de Whittington y sus colegas forma también una historia, y el criterio primario de orden en el dominio de la contingencia es, y debe ser, la cronología. La reinterpretación de Burgess Shale es un relato, una narración magnífica y maravillosa del más alto mérito intelectual, en la que nadie es asesinado, nadie siquiera es herido o arañado, pero en la que se revela un nuevo mundo. ¿Qué otra cosa puedo hacer sino contar este relato en su orden temporal apropiado? Al igual que en Rashomon, no habrá dos observadores o participantes que cuenten una historia tan compleja de la misma manera, pero al menos podemos establecer unos cimientos cronológicos. He llegado a considerar esta secuencia temporal como un drama intenso, e incluso me he permitido el capricho de presentarlo como una pieza teatral en cinco actos, incrustada en mi tercer capítulo.
El capítulo 1 despliega, a través de la estratagema nada convencional de la iconografía, las actitudes tradicionales (o las esperanzas culturales ligeramente veladas) que Burgess Shale desafía en la actualidad. El capítulo 2 presenta el material de fondo preciso sobre la historia temprana de la vida, la naturaleza del registro fósil y la situación particular de la propia Burgess Shale. El capítulo 3 documenta luego, como un drama y en orden cronológico, esta gran revisión de nuestros conceptos sobre la vida primitiva. Una sección final intenta situar esta historia en el contexto general de una teoría evolutiva parcialmente discutida y revisada por el mismo relato. El capítulo 4 hurga en la época y la psique de Charles Doolittle Walcott, en un intento de comprender por qué malinterpretó de forma tan absoluta la naturaleza y el significado del mayor de sus descubrimientos. Después presenta una visión distinta y antitética de la historia como contingencia. El capítulo 5 desarrolla esta visión de la historia, a la vez mediante argumentos generales y una cronología de episodios clave que, con minúsculas alteraciones de salida, podría haber hecho que la evolución se precipitara por canales completamente distintos pero igualmente inteligibles; rutas sensibles que podrían no haber producido ninguna especie capaz de establecer una crónica o de descifrar el espectáculo de su pasado. El epílogo es una sorpresa final de Burgess Shale