Stephen Jay Gould - Desde Darwin
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- Libro:Desde Darwin
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1977
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Desde Darwin: resumen, descripción y anotación
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Desde Darwin — leer online gratis el libro completo
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Desde Darwin fue el primer libro que el añorado Stephen Jay Gould (1941-2002) publicó reuniendo algunos de los ensayos que escribía para su columna mensual del Natural History Magazine. Apareció en 1977 y fue la obra que le lanzó a una fama mundial que ya nunca abandonaría. No es un libro más de los muchos que escribió el gran paleontólogo y biólogo evolutivo de Harvard, sino uno en el que el hilo conductor son sus dos grandes amores: Darwin y su teoría de la evolución. Así, el primer grupo de artículos explora la propia teoría de Darwin, deteniéndose en cuestiones como ¿por qué esperó veintiún años antes de publicar su teoría? La aplicación del darwinismo a la evolución humana, incluyendo qué nos separa y qué nos une con las demás criaturas que pueblan la Tierra, es el tema de los dos siguientes grupos de trabajos, mientras que el cuarto estudia los esquemas de la historia de la vida, caracterizada según Gould no por la continuidad que suponía Darwin, sino por un mundo puntuado de extinciones masivas y rápidos orígenes entre largas etapas de relativa tranquilidad. De la historia de la vida, pasa en los dos siguientes apartados a la historia de su morada, la Tierra, abordando cuestiones del tipo de si tiene alguna dirección la historia geológica. Finalmente, y para que no olvidemos el impacto que nuestros propios criterios sociales y políticos tienen en la supuestamente «objetiva» ciencia, nos encontramos con ensayos en los que analiza temas tan variados como las ideas de Engels sobre la evolución humana, la teoría de Lombroso de la criminalidad innata, el determinismo biológico o la en momentos tan popular sociobiología. Todo un festín de Stephen Jay Gould en estado puro.
Stephen Jay Gould
Reflexiones sobre historia natural
ePub r1.0
Titivillus 12.08.15
Título original: Ever Since Darwin. Reflections in Natural History
Stephen Jay Gould, 1977
Traducción: Antonio Resines
Diseño de cubierta: W. W. Norton
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para mi padre, que me llevó a ver un Tyrannosaurus cuando yo tenía cinco años.
«Cien años sin Darwin son suficientes», refunfuñaba el notable genético H. J. Muller en 1959. El comentario le pareció a muchos de sus oyentes un modo singularmente poco auspicioso de festejar el centenario del Origen de las Especies, pero nadie podía negar la verdad expresada en su frustración.
¿Por qué ha resultado Darwin tan difícil de asimilar? En el transcurso de una década convenció a todo el mundo pensante de que la evolución había sucedido, pero su propia teoría acerca de la selección natural jamás llegó a alcanzar gran popularidad en el transcurso de su vida. No prevaleció hasta los años 40, e incluso hoy en día, si bien forma el núcleo de nuestra teoría evolutiva, sigue siendo ampliamente malinterpretada, citada erróneamente y mal aplicada. El problema no puede obedecer a la complejidad de su estructura lógica, ya que la base de la selección natural es la simplicidad misma —dos hechos innegables y una conclusión ineluctable:
1. Los organismos varían, y estas variaciones son heredadas (al menos en parte) por su descendencia.
2. Los organismos producen más descendencia de la que puede concebiblemente sobrevivir.
3. Por término medio, la descendencia que varíe más intensamente en las direcciones favorecidas por el medio ambiente sobrevivirá y se propagará. Por lo tanto, las variaciones favorables se acumularán en las poblaciones por selección natural.
Estas tres afirmaciones garantizan la actuación de la selección natural, pero no garantizan (por sí mismas) el papel fundamental que Darwin le asignó. La esencia de la teoría de Darwin yace en su convicción de que la selección natural es la fuerza creativa de la evolución —no simplemente el verdugo de los no adaptados. La selección natural construye también a los organismos adaptados; debe elaborar la adaptación en etapas, preservando generación tras generación la fracción favorable de un espectro de variaciones al azar. Si la selección natural es creativa, nuestra primera afirmación acerca de la variación debe verse complementada por dos condiciones adicionales.
En primer lugar, la variación debe producirse al azar, o al menos no con una inclinación preferente hacia la adaptación —ya que si la adaptación viene ya orientada en la dirección correcta, la selección no interpreta papel creativo alguno, limitándose a eliminar a los desafortunados individuos que no varían del modo apropiado. El lamarckismo, con su insistencia en que los animales responden creativamente a sus necesidades y trasmiten los caracteres adquiridos a su descendencia es una teoría no darwiniana que plantea precisamente eso. Nuestra actual comprensión de las mutaciones genéticas sugiere que Darwin tenía razón al mantener que la variación no va dirigida en direcciones favorables. La evolución es una mezcla de azar y necesidad —azar al nivel de la variación, necesidad en el funcionamiento de la selección.
En segundo lugar la variación debe ser pequeña en relación con la extensión del cambio evolutivo en la fundación de una nueva especie. Porque si las nuevas especies surgen de repente, entonces la selección no tiene más que eliminar a los anteriores inquilinos para hacer hueco para una mejora no elaborada por ella. Una vez más nuestra comprensión de los mecanismos de la genética respalda el punto de vista de Darwin de que el meollo del cambio evolutivo son las pequeñas mutaciones:
Así, la teoría aparentemente simple de Darwin no carece de sutiles complejidades y requerimientos adicionales. No obstante, y en mi opinión, el mayor obstáculo para su aceptación no se encuentra en la existencia de dificultad científica alguna, sino más bien en el radical contenido filosófico del mensaje de Darwin —en su desafío a toda una serie de actitudes occidentales muy enraizadas que no estamos todavía dispuestos a abandonar.
En primer lugar Darwin argumenta que la evolución carece de propósito. Cada individuo lucha por incrementar la representación de sus genes en las generaciones futuras, y eso es todo. Si el mundo exhibe orden y armonía, no es más que un resultado incidental de la persecución por parte de cada individuo de su propio beneficio —la teoría económica de Adam Smith trasplantada a la naturaleza. En segundo lugar, Darwin mantenía que la evolución carece de dirección; no lleva inevitablemente a organismos superiores. Los organismos se limitan a adaptarse mejor a su entorno local y eso es todo. La «degeneración» de un parásito es tan perfecta como los andares de una gacela. En tercer lugar, Darwin aplicó una consistente filosofía materialista a su interpretación de la naturaleza. La materia es la base de toda existencia; la mente, el espíritu, e incluso Dios no son más que palabras que expresan los maravillosos resultados de la complejidad neuronal. Thomas Hardy, haciendo de portavoz de la naturaleza, expresaba su dolor por la afirmación de que había desaparecido todo propósito, dirección y espíritu:
Cuando partí con el alba, el estanque, el prado, el rebaño y el árbol solitario parecían todos mirarme como niños castigados y silenciosos sentados en un colegio; Entre ellos se agita tan sólo un balbuceo (como si otrora hubiera sido una nítida llamada pero ahora apenas un aliento) «¡nos preguntamos, siempre nos preguntamos, por qué nos encontramos aquí!».
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