Stephen Jay Gould - La vida maravillosa

Este libro trata de contestar desde el punto de vista de la ciencia las preguntas de «qué significa nuestra vida, por qué estamos aquí y de dónde venimos», nos dice el autor. Su objeto central es la historia de la vida y su punto de partida los fósiles encontrados en 1909 en Burgess Shale: unos fósiles que databan de hace 530 millones de años, mostraban infinitas variedades biológicas y sobrepasaban, con mucho, a los dinosaurios en su potencial instructivo sobre la historia de la vida. A partir del estudio de estos fósiles, Stephen Jay Gould llegó a unas conclusiones que echaron por tierra la visión tradicional de la evolución como un proceso inevitable que, de lo más simple a lo más complejo, culminaba en el hombre. A las leyes de la naturaleza y de la historia, que explican la evolución de los seres vivos y la muestran como un progreso continuo, Gould añadió el azar y la contingencia y revolucionó, con esta obra trascendental, las ideas admitidas sobre la historia de nuestra maravillosa vida.

Stephen Jay Gould

Burgess Shale y la naturaleza de la historia

ePub r1.0

Titivilus 03.03.15

Título original: Wonderful Life. The Burgess Shale and the Nature of History

Stephen Jay Gould, 1989

Traducción: Joandomènec Ros

Diseño de cubierta: Awenydd

Editor digital: Titivilus

ePub base r1.2

A Norman D. Newell,

quien fue, y es, en la palabra más noble

de toda el habla humana, mi maestro

STEPHEN JAY GOULD (Nueva York, 1941 - 2002) fue un paleontólog, biólogo evolutivo, historiador de la ciencia y uno de los más influyentes y leídos divulgadores científicos de su generación. Gould pasó la mayor parte de su carrera docente en la Universidad de Harvard y trabajando en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. En los últimos años de su vida, impartió clases de biología y evolución en la Universidad de Nueva York, cercana a su residencia en el SoHo.

La mayor contribución de Gould a la ciencia fue la teoría del equilibrio puntuado que desarrolló con Niles Eldredge en 1972. La teoría propone que la mayoría de los procesos evolutivos están compuestos por largos períodos de estabilidad, interrumpidos por episodios cortos y poco frecuentes de bifurcación evolutiva. La teoría contrasta con el gradualismo filogenético, la idea generalizada de que el cambio evolutivo se caracteriza por un patrón homogéneo y continuo. La mayor parte de la investigación empírica de Gould se basó en los géneros de caracoles terrestres Poecilozonites y Cerion y además contribuyó a la biología evolutiva del desarrollo. En su teoría evolutiva se opuso al seleccionismo estricto, la sociobiología aplicada a seres humanos y la psicología evolucionista. Hizo campaña contra el creacionismo y propuso que la ciencia y la religión sean considerados dos ámbitos distintos, o «magisterios», cuyas autoridades no se superponen (non overlapping magisteria).

Muchos de los ensayos de Gould para la revista Natural History fueron reimpresos en libros entre los que sobresalen Desde Darwin y El pulgar del panda. Sus tratados más populares incluyen libros como La falsa medida del hombre, La vida maravillosa y La grandeza de la vida. Poco tiempo antes de su muerte, Gould publicó un largo tratado recapitulando su versión de la teoría evolutiva moderna llamado La estructura de la teoría de la evolución (2002).

A lgunas transformaciones son manifiestas y heroicas; otras son tranquilas y sin acontecimientos notables en su devenir, pero no menos importantes en su resultado. Karl Marx, en una famosa afirmación, comparó su revolución social a un viejo topo que excava diligentemente bajo el suelo, invisible durante largos períodos, pero minando tan completamente el orden tradicional que una posterior salida a la luz precipita un derrocamiento súbito. Pero las transformaciones intelectuales suelen permanecer bajo la superficie. Rezuman y se difunden a la conciencia científica, y la gente puede moverse lentamente de uno a otro polo, sin haber oído nunca la llamada a las armas. La nueva interpretación de la fauna de Burgess Shale es una de las transformaciones más invisibles por dos razones básicas, pero su capacidad para modificar nuestra concepción de la vida no puede ser igualada por ningún otro descubrimiento paleontológico.

En primer lugar, la revisión del material de Burgess Shale es un drama intensamente intelectual, y no un relato baladrón de descubrimiento en el campo, o de lucha personal hasta la muerte retórica en la que se enzarzan profesionales belicosos que se baten por el oro del premio Nobel. La nueva concepción fue abriéndose camino paso a paso, primero tentativamente, pero después con más confianza, en una serie de extensas monografías muy técnicas sobre taxonomía y anatomía, publicadas principalmente en las Philosophical Transactions of the Royal Society, de Londres, la revista científica más antigua en inglés (pues data de la década de 1660), pero que no constituye ciertamente un artículo que pueda encontrarse en el estante del almacén de la esquina, o incluso de la librería local, y que tampoco es el tipo de publicación que hojean los periodistas responsables de seleccionar la minúscula parte de la actividad científica que va destinada a la noticia pública.

En segundo lugar, todas las imágenes estandarizadas del descubrimiento científico fueron violadas por la revisión de la fauna de Burgess Shale. Todas las leyendas románticas sobre el trabajo de campo, todos los mitos tecnocráticos sobre novedades procedimentales basadas en las máquinas fueron fracturados o simplemente pasados por alto.

El mito del trabajo de campo, por ejemplo, proclama que las grandes alteraciones en las ideas surgen de descubrimientos nuevos, prístinos. Al final de la ruta, después de semanas de sangre, sudor, fatiga y lágrimas, el intrépido científico hiende una roca del lugar más inaccesible del mapa y exclama «¡Eureka!» al tiempo que atisba el fósil que hará estremecer al mundo. Puesto que la revisión de Burgess Shale fue precedida por dos campañas enteras de trabajo de campo, en 1966 y 1967, la mayoría de la gente supondría que los descubrimientos de esta expedición aceleraron la reinterpretación. Bueno, Whittington y compañía encontraron realmente algunos ejemplares maravillosos y unas pocas especies nuevas, pero el viejo Walcott, un maniático recolector, había estado allí antes, y había trabajado durante cinco campañas completas. Por ello fue él quien obtuvo la mayoría de las golosinas. Las expediciones de 1966 y 1967 espolearon a Whittington a la acción, pero los grandes descubrimientos se hicieron en cajones de museo en Washington, al estudiar de nuevo los ejemplares perfectamente ordenados de Walcott. El mayor ratito de «trabajo de campo», como veremos, tuvo lugar en Washington durante la primavera de 1973, cuando Simon Conway Morris, el brillante y ecléctico estudiante de Whittington, realizó una búsqueda sistemática a través de todos los cajones de ejemplares de Walcott, buscando a conciencia rarezas porque había comprendido el germen de la idea clave acerca de la disparidad de Burgess Shale.