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Título original: The Center
Edición en formato digital: marzo de 2022
© 2010, Orhan Pamuk
© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2011, Roberto Falcó Miramontes, por la traducción
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
Imagen de portada: iStock
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ISBN: 978-84-17906-79-5
Composición digital: Penguin Random House Grupo Editorial / Marta Artigas
El centro
Orhan Pamuk
Si la novela es un bosque, el centro es la luz ambigua que lo ilumina
¿Qué buscamos al leer novelas? ¿Escribimos con un motivo en mente? En El centro, una de las seis conferencias que Orhan Pamuk preparó para el seminario de Charles Eliot Norton de la Universidad de Harvard en 2009, el autor reflexiona sobre la tarea de escribir, así como el acto de leer. Para ello, analiza con brillantez las novelas de autores como Virginia Woolf, Faulkner, Dostoievski o Tolstói.
El premio Nobel de Literatura defiende que leemos con la esperanza de encontrar las claves para entender la vida, claves que residen en el centro de las novelas. Ese núcleo es a veces cambiante, incluso múltiple, pero siempre encierra la visión que los autores tienen del mundo. Nuestra función como lectores es resolver el enigma que esconden los libros en su interior.
«Leer una novela es el acto de determinar el centro real y el tema real, a la vez que se disfruta de los detalles de la superficie».
Orhan Pamuk nació en Estambul, Turquía, en 1952. Premio Nobel de Literatura 2006, realizó estudios de arquitectura y periodismo, y ha pasado largas temporadas en Estados Unidos, en las universidades de Iowa y Columbia.
Es autor de las novelas Cevdet Bey e hijos, La casa del silencio, El castillo blanco, El libro negro, La vida nueva, Me llamo Rojo, Nieve, El museo de la inocencia, Una sensación extraña y La mujer del pelo rojo, así como de los volúmenes de no ficción Estambul. Ciudad y recuerdos y La maleta de mi padre, y de la colección de ensayos Otros colores.
Su éxito mundial se desencadenó a partir de los elogios que John Updike dedicó a la novela El castillo blanco. Desde entonces ha obtenido numerosos reconocimientos internacionales: el premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, el Grinzane Cavour en Italia y el premio internacional IMPAC de Irlanda, los tres por Me llamo Rojo. En 2005 recibió el Premio de la Paz de los libreros alemanes. Con la publicación de Nieve, novela por la que en 2006 fue galardonado con el Prix Médicis Étranger, Orhan Pamuk pasó a ser objetivo predilecto de los ataques de la prensa nacionalista turca. Tras la obtención del Nobel de Literatura en 2006, su proyección internacional se consolidó definitivamente, y sus libros han sido traducidos a más de cuarenta idiomas.
Este Flash pertenece a…
El centro de una novela es una opinión o una idea perspicaz sobre la vida, un punto de misterio arraigado en lo más profundo, ya sea real o imaginario. Los novelistas escriben para investigar este tema, para descubrir sus implicaciones, y somos conscientes de que las novelas se leen con ese mismo espíritu. Cuando empezamos a concebir una novela, quizá pensemos de forma consciente en este centro secreto y sepamos que estamos escribiendo para él, pero en ocasiones quizá lo ignoremos. A veces, una aventura real, o un hecho verdadero sobre el mundo del que hemos tenido conocimiento de primera mano, puede parecer mucho más importante que este centro. En otras ocasiones, un impulso personal, o el deseo de dar representación estética y moral a otras vidas, personas, grupos y comunidades, parece tan importante que preferimos no hacer caso del hecho de que estamos escribiendo para ese centro. La violencia, la belleza, la novedad y lo inesperado de los acontecimientos que relatamos pueden, incluso, hacernos olvidar que la novela que estamos escribiendo tiene siquiera un centro. Los novelistas –algunos solo de forma ocasional, otros más a menudo– pasan de forma instintiva, entusiasmada e implacable de un detalle, observación, objeto e imagen a otro, con el fin de llegar al final de la historia, sin parar mientes en el hecho de que la novela que estamos escribiendo tiene un centro secreto. Escribir una novela puede parecer como atravesar un bosque prestando una grandísima atención a todos los árboles, empapándose y describiendo todos los detalles, como si lo importante fuera tan solo contar la historia, llegar al otro lado del bosque.
Sin embargo, por mucho que nos atraigan el bosque, los edificios y los ríos del paisaje, o aunque nos descubramos encantados por la maravilla, la extrañeza y la belleza de cada árbol o acantilado, a pesar de todo esto sabemos que el paisaje oculta algo más misterioso en su interior, algo mucho más trascendente que la suma de todos los objetos y árboles individuales que contiene. En ocasiones podemos sentir esto de forma clara, y otras veces esta conciencia viene acompañada por una fascinante sensación de desasosiego.
Lo mismo puede decirse de los lectores de novelas. El lector de novelas literarias sabe que cada árbol del paisaje –cada persona, objeto, hecho, anécdota, imagen, recuerdo, información y salto en el tiempo– está ahí para resaltar el significado más profundo, el centro secreto que se halla en algún lugar bajo la superficie. Quizá el novelista haya incluido algunas aventuras y detalles porque los ha experimentado de verdad, o porque se los ha encontrado en la vida real y se ha sentido atraído por ellos, o por la simple razón de que ha sido capaz de imaginarlos de forma tan maravillosa. No obstante, el lector literario sabe que todos estos componentes que ejercen su efecto en virtud de su belleza, poder y realismo tienen que aparecer en la novela porque son el indicio de la existencia de un centro secreto, y el lector busca este centro mientras lee el libro.
El escritor, asimismo, reconoce el centro de la novela como la intuición, el pensamiento o el conocimiento que sirve de inspiración para la obra. Sin embargo, los novelistas también saben que, durante el proceso de escritura, esta inspiración cambia de dirección y forma. A menudo el centro aparece a medida que se escribe la novela. Al principio, muchos novelistas perciben el centro como un mero tema, una idea que conviene transmitir en forma de historia, y saben que descubrirán y revelarán el significado más profundo del inevitable y ambiguo centro a medida que desarrollen su novela. Según avanza el proceso de escritura, no solo los árboles individuales sino también las ramas entrelazadas y las hojas se definen con sumo cuidado. El concepto que tiene el escritor del centro secreto empieza a cambiar, del mismo modo en que cambia la idea del lector al respecto durante el curso de la lectura. Leer una novela es el acto de determinar el centro real y el tema real, a la vez que se disfruta de los detalles de la superficie. Explorar el centro –en otras palabras, el tema real de la novela– puede llegar a parecer algo mucho más importante que esos detalles.
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