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este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Nota editorial
Dos libros bajo una misma y común idea
Se editan dos libros, Historia de las derechas en España e Historia de las izquierdas en España , enmarcados cronológicamente desde 1789 hasta 2022 y que de ningún modo se acogen al fraudulento comodín de las “dos Españas”. Por más que haya mentes que abstraen metafísicamente el pluralismo de toda sociedad y lo constriñen con criterio maniqueo al dualismo de buenos y malos, empíricamente no han existido ni existen “dos Españas”. En toda época, en cada momento social, se constata un pluralismo de intereses, aspiraciones e ideas que ni siquiera desaparece en aquellas situaciones tan excepcionales como las de una guerra civil, cuando se obliga de modo violento y trágico a toda la población a encarrilarse en polos opuestos.
En consecuencia, editar una historia de las derechas y otra de las izquierdas españolas, al ser ambas en plural, ya significa que las dos categorías políticas no se simplifican en un singular reduccionista. Al contrario, se explica en cada caso el origen de esa distinción coloquial de derechas e izquierdas para calificar las distintas concepciones de derecha e izquierda que surgieron en la época de las revoluciones liberales y que de ningún modo se han desarrollado como esencias inmutables. Los contenidos y valores catalogados como de izquierdas o de derechas han sido cambiantes, tal y como se trata de analizar y explicar en estos libros. Tanto es así que, desde fines del siglo XVIII, la bandera de la libertad ha sido enarbolada por unos y otros, prácticamente por todos en cada época. Por eso hay una conclusión extraíble de ambos libros: que no podemos aferrarnos a esquemas esencialistas e inmutables. En historia siempre se llega a la conclusión de que los humanos vivimos en procesos de cambio constantes, de modo que no caben ortodoxias ni determinaciones teleológicas.
Por último, ambos libros se caracterizan por la generosidad metodológica al abrir nuevas perspectivas que no limiten ni las derechas ni las izquierdas a lo que hacen los grupos que se definen como tales. En este punto quizás convenga advertir a los lectores de que, para no complicar los relatos y en aras de la eficacia didáctica, se ha quedado difuminada la cuestión del “centro” en política: ¿existe o más bien se aplica al modo de ejercer una política democrática tanto desde las derechas como desde las izquierdas? ¿Es una política o simplemente un estilo, una actitud ante ella? En tal caso, ¿cabría diferenciar un centro-izquierda de un centro-derecha, como hizo Norberto Bobbio , para matizar y captar mejor ese pluralismo político en el que existen también extremismos en ambas posiciones? Y del mismo modo, ¿qué hacemos con quienes, como Jovellanos o como Ortega , proporcionaron argumentos a unos y otros, o protagonizaron en sus respectivas vidas posiciones y actitudes favorables a unos o a sus contrarios, dependiendo del momento? El valladar ideológico y de prácticas que separa a las izquierdas de las derechas no es infranqueable, y los individuos y las propias organizaciones lo sortean en ocasiones quedando a un lado u otro por mor de los cambios del contexto, de la historia.
En todo caso, aceptando las carencias que tiene toda explicación monográfica, ambos libros superan la simple enumeración de hechos e ideas. Ante todo, exponen una explicación racional e inteligible del devenir de los principales grupos políticos de dos largos siglos de historia de la España contemporánea. A la vez, nos muestran cómo se vio ese largo tiempo desde cada perspectiva: una única realidad, pero percibida y sentida de manera contradictoria, aunque igual de real en ambos casos. Así es como nuestros dos autores —Juan Sisinio Pérez Garzón para las izquierdas y Antonio Rivera Blanco para las derechas— enhebran una interpretación personal de la contemporaneidad hispana, vista desde sus ojos y a través principalmente de la respectiva cultura política que les ha tocado tratar.
Si estos dos textos consiguen generar debates, entonces han cumplido con la utilidad social que, según nos enseñó Marc Bloch, debe tener todo saber histórico: la de comprender la realidad humana, que siempre es, “como la del mundo físico, enorme y abigarrada”.
Introducción
Este libro ha surgido para dar respuesta a una pregunta que, con frecuencia, en mi experiencia docente, se planteaba como reflexión dubitativa entre los estudiantes: qué es ser de izquierdas o tener ideas de izquierdas. Esta se solapaba con otra inquietud: quiénes son los protagonistas de la historia. Para esta segunda interpelación, el poema de Bertolt Brecht , “Preguntas de un obrero ante un libro”, ofrecía respuestas tan didácticas como rotundas:
Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó? / En los libros figuran los nombres de los reyes. / ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra? / El joven Alejandro conquistó la India. / ¿Él solo? / César venció a los galos. / ¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero? / Felipe II lloró al hundirse su flota. / ¿No lloró nadie más? / Un gran hombre cada diez años. / ¿Quién pagaba sus gastos?
Sin embargo, para la primera pregunta las respuestas se dispersaban en un totum revolutum plagado de simplificaciones ancladas en el presente. Por eso, este libro se ha elaborado con la idea de conjugar el protagonismo de los distintos grupos sociales clasificados de izquierdas con la evolución de sus intereses, aspiraciones y prácticas políticas. De este modo, la tesis básica es tan elemental como la propia historia: que los humanos estamos definidos por el cambio, que el movimiento incesante define cualquier proceso social y toda ideología. Insistimos en la noción de cambio porque su significado no acarrea un carácter valorativo y, por tanto, no debe solaparse al concepto de progreso, que expresa la idea de cumplir unas determinadas metas pensadas como beneficiosas para el conjunto de la sociedad.
Sin duda, las izquierdas, en cuanto enraizadas en la Ilustración, han sostenido la existencia de unas determinadas metas de progreso en la historia de la humanidad, herencia de la visión lineal del tiempo desarrollada por el cristianismo frente a la representación de un tiempo circular elaborada por otras culturas. La Ilustración secularizó esa idea del tiempo cambiando las metas designadas por una divina Providencia por otros objetivos elaborados por la razón humana, objetivos que se pueden resumir en la conquista de un conocimiento creciente, de modo que el avance de la ciencia constituya el soporte del progreso en bienestar y felicidad de todos los humanos. Los ilustrados, en consecuencia, conciben la historia como una curva ascendente de progreso guiada por la razón, aunque aceptando momentos de retrocesos. Semejante convicción teleológica ha sido persistente en las izquierdas prácticamente hasta la década final del siglo XX. Por eso, como historiadores, parece más preciso utilizar la noción de cambio para analizar y explicar el devenir de todo proceso histórico, en este caso el de las izquierdas en España.