BREVE HISTORIA
DEL SOCIALISMO Y
DEL COMUNISMO
BREVE HISTORIA
DEL SOCIALISMO Y
DEL COMUNISMO
Javier Paniagua
Colección: Breve Historia
www.brevehistoria.com
Título: Breve historia del socialismo y del comunismo
Autor: © Javier Paniagua
Copyright de la presente edición: © 2010 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
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ISBN-13: 978849763789
Fecha de edición: febrero 2010
A Joan Paniagua Armengol,
que nació veinte años después de la caída
del «muro» y en medio de la crisis
de la socialdemocracia.
¿Por qué estás en la cárcel?
—Por pereza.
—No es posible, por eso no encarcelan a nadie.
—¡Sí! Una tarde estuve hablando
de política con un amigo y criticamos
la política bolchevique. Decidí ir a
denunciarlo al día siguiente por
la mañana. Pero él reaccionó más
deprisa y acudió a los Órganos de
la KGB antes de irse a la cama.
(Chiste que corría entre
intelectuales en la URSS en
los años 30 del siglo XX).
Índice
Capítulo 1:
De los precursores de Marx a la formación del marxismo teórico y político
Capítulo 2:
Los socialistas intentan cambiar el mundo extendiendo la revolución: La II Internacional
Capítulo 3:
Revisionismo y marxismo-leninismo: la crisis del internacionalismo socialista (1914-1939)
Capítulo 4:
De la II Guerra Mundial a la Guerra Fría (1939-1945)
Capítulo 5:
Comunismo, liberalismo y socialdemocracia (1946-1973)
Capítulo 6:
Neoliberalismo, perestroikay socialdemocracia
Introducción
El término «socialismo» no tiene una procedencia muy clara. Empezó a divulgarse en el primer tercio del siglo XIX, hacia 1830. Se cita que fue en Inglaterra donde aparece, por primera vez, la palabra vinculada a las reformas que proponía Robert Owen y, al parecer, se utilizó también en el periódico francés Le Globe, dirigido en 1832 por Pierre Leroux, un seguidor del presocialista Saint-Simon. Su significado variaba según el autor que lo utilizara, y con él se aludía a todo tipo de proyectos, profecías o protestas sobre las condiciones sociales y económicas derivadas de la Revolución Industrial, cuando la vida de la mayor parte de la población trabajadora fue muy dura, en los límites de la subsistencia y sus viviendas eran insalubres. La jornada de trabajo se prolongaba más de quince horas y los niños y las mujeres tenían que trabajar para contribuir al sustento familiar. En 1832, una comisión parlamentaria británica recogió testimonios sobre las precariedades laborales de las trabajadoras y de los niños y propuso que su horario se limitara a doce horas. Pero diez años más tarde la situación no había cambiado mucho y se verificó que un niño de seis años pasaba su jornada laboral en el fondo de una mina para abrir y cerrar las compuertas de la ventilación y permitir el paso de las vagonetas.
La reflexión sobre esta realidad estimuló a algunos a la búsqueda de soluciones para resolver los problemas de hacinamiento en las ciudades y, en este sentido, el pensamiento de la Ilustración, desarrollado a lo largo del siglo XVIII, se convirtió en una fuente de inspiración para aquellos autores sensibilizados ante los cambios radicales que aparejaron la industrialización y el lema de Libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa.
A partir de 1830, el término «socialismo» formó parte del lenguaje popular, asimilándolo a la consecución de una mejora de las condiciones sociales y políticas de la mayoría de los trabajadores, quienes al principio solo plantearon la extensión de la democracia para todos los varones, es decir, el sufragio universal masculino. Posteriormente, se denominaría también «comunismo», en tanto que fase final del socialismo. Surgieron alternativas imaginativas, de carácter colectivista, para solucionar la evidente situación de indefensión de la población obrera y campesina. El socialismo, no obstante, adquirió un nivel de mayor coherencia con las propuestas políticas y los análisis de Marx y su amigo Engels que, partiendo de la filosofía alemana, la tradición revolucionaria francesa, principalmente jacobina, y los economistas ingleses y escoceses, construyeron una teoría socialista que calificaron de «científica» y que impulsaron desde distintas plataformas políticas y sindicales, implicándose en ellas, sin limitarse a los análisis intelectuales. En 1848 Marx y Engels publicaron El Manifiesto comunista, donde pretendieron trazar los límites entre las reivindicaciones democráticas de la burguesía y las específicas de los obreros, llamados también «proletarios», para darles un sentido más amplio que el de simples trabajadores de un taller o fábrica, por cuanto había que contar con aquellos trabajadores autónomos que vivían de su oficio (zapateros, carpinteros, pintores…). El socialismo empezó a arraigar entre los primeros trabajadores industriales y artesanos de los oficios, y se extendió por las nuevas fábricas, a finales del siglo XIX, donde se concentraba una gran cantidad de ellos. Sin embargo, entre los campesinos solo adquiriría una fuerza política consistente y de grandes masas a partir de la I Guerra Mundial.
La vida de los partidos socialistas no estuvo exenta de dificultades, en ellos aparecieron divergencias tácticas y estratégicas sobre cómo alcanzar el poder político para facilitar la llegada del socialismo. Surgieron los revisionismos del marxismo desde posiciones más moderadas, que incorporaban reflexiones de otros filósofoso interpretaciones más radicales, como las de Lenin, que condujo a la Revolución Rusa de 1917 y a la creación de los partidos comunistas, con la escisión irrevocable en el socialismo.
Hubo intentos tardíos, muy desiguales, a finales de los años 70 del siglo xx, de recomponer la unidad perdida entre socialistas y comunistas, pero nunca cuajaron. La gran mayoría de los partidos denominados «socialistas» o «socialdemócratas» habían abandonado el marxismo como base de interpretación del mundo y de estrategia política. La URSS representaba un modelo de organización que no favorecía el bienestar de los trabajadores en términos similares a los logrados por los socialistas por medios políticos y sindicales en las economías de libre mercado. Además, comenzaron a valorar la labor de los empresarios que estimulaban el crecimiento y creaban puestos de trabajo, aunque criticaban al especulador que hacía fortuna aprovechando una buena coyuntura pero sin contribuir en nada a la riqueza de los Estados. Bruno Kreisky, presidente del Gobierno austriaco y secretario general del Partido Socialdemócrata Austriaco, por aquellos años publicó un artículo, «Las perspectivas del socialdemocratismo en los años 70», donde afirmaba que «la socialdemocracia no podrá ser jamás un aliado de la dictadura comunista […] es la alternativa al comunismo».
En estas páginas se cuenta sucintamente, y esperemos que con la suficiente claridad para el lector no especializado, la evolución de un movimiento dual, socialista y comunista, sin el cual no podemos entender lo que ha ocurrido en el mundo desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI.
De los precursores de Marx
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