sucesos que marcaron el destino
la princesa di ana
secretos prohibidos de la realeza
miriam mabel martínez
SUCESOS QUE MARCARON EL DESTINO
LA PRINCESA DIANA.
SECRETOS PROHIBIDOS DE LA REALEZA
Derechos reservados
© 2021 Agencia Promotora de Publicaciones, S.A. de C.V.
Av. Eugenio Garza Sada sur #2245
Col. Roma, Monterrey, N.L., C.P. 64700
Primera edición, 2021
Dirección editorial: Raúl Martínez González
Coordinación general: René Flores Ramírez
Textos e investigación: Miriam Mabel Martínez
Diseño y maquetación: Ma. Luisa Medina Ayala y Dulce Nahomi Vasquez Vizcaya
Fotografía: Fototeca Milenio, Nando Machado (Shutterstock), John Gomez (Shuttersotck)
Fotografía de portada: Neftali (Shutterstock)
Corrección: Rubí J. Paclán Amaya e Israel Morales Saavedra
ISBN de la colección: 978-607-546-349-0
ISBN de este tomo: 978-607-546-353-7
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores y titulares del copyright.
Editado e impreso en México
Printed and made in Mexico
Introducción
E n abril de 2019, la publicación del libro Causas no naturales , del doctor británico Richard Shepherd, revivió las teorías de conspiración de la muerte de la “princesa del pueblo”. Veintidós años después, los sucesos de la madrugada del 31 de agosto de 1997 siguen dando de qué hablar. Ahora el patólogo forense que realizó la autopsia de la que fuera la mujer más fotografiada del mundo, asegura que Diana pudo haber sobrevivido. Esta nueva teoría apunta a que Lady Di murió a causa de una pequeñísima herida en el pecho de la que nadie se percató, solo él durante la autopsia.
El enfoque de este libro es descifrar muertes inexplicables, como la de Diana, quien no murió instantáneamente; quizá de haber llevado el cinturón de seguridad, como se ha dicho repetidas veces, habría disminuido el impacto de las lesiones, las cuales se hubieran limitado a golpes y fracturas, y hubiera sobrevivido. Sin embargo, como el doctor detalla, el impacto produjo un leve rasguño en la vena de uno de los pulmones. ¿Se hubiera podido reparar? Probablemente no porque, como Shepherd comenta, las arterias y las venas tienen distinta presión. Las venas sangran más lentamente, dificultando la identificación del problema y, por ende, su reparación. Esta nueva teoría no suma sospechas al complot que tanto ha luchado por comprobar el multimillonario egipcio Mohamed Al-Fayed, en la que acusa al duque de Edimburgo de ser el autor intelectual de la muerte de Dodi, su hijo, y la princesa Diana. Durante una década se dedicó, asesorado por los mejores abogados y respaldado por su fortuna, a exigir una investigación que hurgara lo que para él es la verdad. Una verdad que no fue corroborada por la investigación francesa, concluida en 1998, tampoco por la Operación Paget, cuyos resultados se dieron a conocer el 14 de diciembre de 2006, ni por el veredicto dictado oficialmente por el Tribunal Superior de Londres el 31 de marzo de 2008.
Sin embargo, y no sin reservas, como lo declaró aquella primavera de hace 11 años, Mohamed renunció a seguir peleando por demostrar que la pareja fue víctima de una conspiración ordenada por el duque de Edimburgo que involucra a los servicios secretos británicos.
En entrevista para ITV, el millonario aceptó estar cansado, pese a que sus abogados le siguen dando opciones para continuar. En ese entonces dijo que le dejaría a Dios su venganza. “No voy a hacer nada más… Este es el final”, declaró. Un final en el que dejó muy en claro su inconformidad sobre el trabajo de lord Scott Baker, encargado de la segunda parte de la investigación británica, a quien le criticó no explorar todos los aspectos. Un final en el que agradeció al jurado cambiar de narrativa y que ya no se refieran a un accidente, sino a un “homicidio”. Un final que dejó satisfechos y libres para seguir con sus vidas a los hijos de la princesa, los príncipes Guillermo, de entonces 15 años, y Enrique, de 13, así como al exguardaespaldas y único sobreviviente Trevor Rees-Jones, y Gordon Brown, primer ministro de Gran Bretaña (2007 a 2010), quien consideró que era momento de pasar página y cerrar el caso de la muerte de Lady Di. Una misión imposible, como se comprobó en el 20 aniversario del fallecimiento, cuando se difundieron nuevos documentales como Diana: Los testigos del túnel o las controversiales grabaciones en las que charla con su maestro de oratoria, transmitidas en 2017 por el Channel 4 británico, pese a las críticas del periodista y amigo de la princesa, Richard Kay, entre otros.
¿Quién mató a Lady Di?
Las teorías de la conspiración
L a princesa ya no es la mujer más fotografiada del mundo, lo fue en el siglo XX; sin embargo, en este siglo XXI sigue siendo uno de los productos globales más rentables y consumibles del capitalismo tardío, como lo evidencian las teorías sobre su muerte, así como los libros y el “museo” que su hermano menor, Earl Spencer, ha hecho en la casa de Althrop.
La idea de la mano negra en la vida de Lady Di no es una posibilidad, sino una certeza. Lo es en el sentido de que ella, como todos los miembros de la realeza, no era dueña de su destino. Son personajes simbólicos que encarnan conceptos imperiales. No se pertenecen, pero tampoco le pertenecen al pueblo, son personajes que deben “cumplir” con los ideales aspiracionales que se depositan en ellos. Hasta hace menos de un siglo el “derecho divino” de la realeza (heredado del siglo XV) era incuestionable. En la historia británica, y de acuerdo con el Basilikon Doron –una especie de manual de los deberes de un rey, escrito en 1599 por el rey Jacobo VI de Escocia–, queda claro que un buen monarca debe reconocerse a sí mismo como destinado para su pueblo, ya que ha recibido de Dios la carga del gobierno.
Esta aura de deidad que aprisiona al príncipe Carlos –quien a su vez está ahí por capricho del enamoramiento de su tío abuelo Eduardo, hermano del rey Jorge VII, padre de Isabel II– también encadenó a Lady Di. A los 19 años la promesa de reina asumió un papel no confeccionado para ella, sino al que ella debía ceñirse. Obedecer el protocolo, cumplir con las expectativas del ideal se convirtió en su responsabilidad. Su deber era olvidarse de sí misma; pero ser un personaje sin voluntad no estaba en los sueños de una adolescente en los albores de los años ochenta. Diana se reveló a esa mano negra, que nunca la dejó en paz. Aún hoy, las teorías siguen cuestionando el cómo y el porqué de los acontecimientos que cambiaron a la monarquía británica.
Cualquier persona, de cualquier nacionalidad, nacida antes de la década de los noventa recuerda exactamente dónde estaba el 31 de agosto de 1997 a las 2:30 hora de Londres cuando la BBC News oficializó la noticia del accidente de la recién divorciada princesa.
El presentador Nik Gowing –en entrevista para el documental El último día de Lady Di producido y dirigido por John Moulson, en 2007, para el canal comercial británico ITV– recuerda que su productor le llamó y lo despertó en la madrugada: “Dodi está muerto y Diana quizá también, ¿puedes venir?”. El suceso sonaba tan irreal que ni siquiera podría ser catalogado de broma, así que se vistió y se lanzó al estudio. Pronto la noticia se replicó y su eco retumbó en el orbe entero. La globalización nos incluía a todos en la especulación, primero de cómo sucedió el accidente; luego, de por qué había que borrar a Diana del mapa.