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Para mi esposa Carolyn y para todos nuestros amigos en Pasadena.
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A veces es útil estar en el lugar y el momento correctos. Mi esposa Carolyn es del sur de California y parte del año vivo en Pasadena, a unos cuantos kilómetros al noreste del centro de Los Ángeles. Cuando se anunció el compromiso entre Meghan Markle y el príncipe Harry, fue notable cuántos habitantes de Pasadena tenían historias sobre la actriz de Suits. Esta ciudad era realmente el epicentro de todo lo relacionado con Meghan Markle: Edmund Fry, propietario del Rose Tree Cottage, que es un pequeño trozo de Inglaterra en la ciudad, le sirvió el té alguna vez; su antiguo novio, quien ahora es corredor de bienes raíces, vendió una casa al otro lado de mi calle; los padres enviaban a sus hijos a alguna escuela donde Meghan había estudiado o había actuado; los fotógrafos locales tenían cajas enteras de diapositivas con tomas nunca vistas de la futura miembro de la realeza y, Hippie Kitchen, donde trabajó como voluntaria, estaba apenas a unos minutos de distancia en auto.
Así, iniciando en Pasadena, quiero agradecer a mi amiga, la doctora Wendy Kohlhase, por presentarme con los entusiastas y serviciales miembros del personal y la administración de la Immaculate Heart High School. La presidenta de la escuela, Maureen Diekmann, y Callie Webb hurgaron en los archivos almacenados en el sótano para encontrar todo lo relacionado con Meghan, mientras que las maestras Khristine Knudsen y Maria Pollia añadieron sus percepciones con respecto a su antigua alumna. También agradezco al fotógrafo John Dlugolecki por descubrir una encantadora serie de fotos de Meghan mientras se transformaba en una bella joven.
Gigi Perreau, quien también fue actriz infantil y alumna de Immaculate Heart, y Emmanuel Eulalia, director de teatro de St. Francis High School en La Cañada, me hablaron del naciente talento de Meghan. Elizabeth y Dennys McCoy se expresaron cariñosamente sobre la joven Meghan. También estoy muy agradecido por los comentarios vertidos por Catherine Morris, Jeff Dietrich y el personal de la Hippie Kitchen, quienes trabajan incansablemente para ayudar a quienes no tienen un techo sobre sus cabezas.
Con respecto al complejo y extenso árbol genealógico de Meghan, quiero agradecer a los expertos en genealogía Elizabeth Banas y Gary Boyd Roberts, así como al historiador Christopher Wilson, al igual que a la profesora Carmen Harris de la Universidad de South Caroline Upstate, quienes pusieron en contexto las vidas de los antepasados de la actriz. Los miembros de su familia, Tom Markle Junior, Roslyn Loveless y Noel Rasmussen, me ayudaron a comprender sus crianzas igualmente complejas, mientras que varios amigos, incluyendo a Leslie McDaniel y otros que desean permanecer en el anonimato, agregaron su perspectiva. Tameka Jacobs y Leyla Milani hablaron con agudeza sobre la chica a la que conocieron en los tiempos de Vas o no vas, en tanto que varios miembros del equipo de Suits, quienes por razones profesionales no quieren dar su nombre, también colaboraron con este libro. Vaya también mi agradecimiento a Samantha Brett, autora de Game Changers.
De igual manera, quisiera agradecer al profesor Prochaska y a Trevor Phillips OBE, expresidente de Equality and Human Rights Commission, por sus puntos de vista sobre el impacto de Meghan en la monarquía y el país. Discutí este tema con otros miembros anteriores de la Casa Real, quienes comprensiblemente quieren permanecer anónimos. Gracias también a aquellos en la prensa popular y las redes sociales que han seguido atentamente la evolución de la vida y carrera de Meghan.
Asimismo, quiero dar un enorme reconocimiento a mis investigadores Phil Dampier en Londres y a la infatigable Lisa Derrick en Los Ángeles. Asimismo, sin el consumado profesionalismo de mis editoras Fiona Slater en Londres y Gretchen Young en Nueva York, al igual que la dedicación de la asistente editorial Katherine Stopa y del corrector de estilo Nick Fawcett, nunca podríamos haber entregado esta obra a tiempo.
Por último, un gran reconocimiento a mis amigos, conocidos y vecinos en Pasadena, cuyas ideas, sugerencias y consejos llenaron de energía este proyecto.
P ASADENA
Marzo de 2018
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Y o sabía de Rachel Meghan Markle desde mucho antes de que el príncipe Harry entrara en escena. En la serie de televisión Suits, Meghan exudaba un carisma que la hacía destacar, robándose cada escena en la que aparecía, y al mismo tiempo dejando huella como defensora de la igualdad de género. Entonces, cuando me enteré de que estaba saliendo con el nieto de la reina, honestamente no me sorprendió y, cuando su relación se profundizó, como biógrafo estuve en el momento y lugar correctos. Mi esposa Carolyn es del sur de California y parte del año vivimos en su ciudad natal de Pasadena. Por casualidad, resulta que ese lugar es el epicentro de todo lo relacionado con Meghan Markle. Sus antiguos novios, compañeros de escuela y maestros viven en el área. Es una comunidad tan unida, que un día incluso un vecino me detuvo en la entrada de la cochera para sugerirme que hablara con un comerciante que tenía un recuerdo de Meghan Markle que quería compartir.
En un mundo cínico y caótico, esta es esencialmente una historia anticuada de cómo una chica del pueblo alcanzó la fama. Por supuesto, es mucho más que eso, porque cuando el 19 de mayo de 2018 Meghan Markle camine hasta el altar en la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, también hará historia.
En la última boda real importante para una generación, la glamorosa novia del príncipe Harry será la primera divorciada birracial que se haya casado con un miembro de la familia real británica. Su unión, bendecida por Su Majestad la reina, hará que la monarquía parezca más incluyente y relevante en un mundo en perpetuo cambio.
Durante la ceremonia religiosa, los 800 invitados del gran evento podrían escuchar un zumbido bajo que competirá con el canto del coro. Será el eco del duque de Windsor, quien renunció al trono en 1936 para poder casarse con una estadounidense dos veces divorciada y que se estará revolcando en su tumba, localizada cerca de Frogmore, en los terrenos del Castillo de Windsor.
Se le impidió que el amor de su vida fuera su reina porque Wallis tenía dos exmaridos que aún vivían. La única vez que se recibió a Wallis en el Castillo de Windsor fue en su ataúd, cuando la llevaron en abril de 1985 para su ceremonia fúnebre en la Capilla de San Jorge. En los años cincuenta, la princesa Margarita, hermana menor de la reina, enfrentó el mismo dilema, eligiendo el deber en lugar del amor por su amante divorciado, el capitán Peter Townsend.
Por eso, la boda del segundo hijo del príncipe Carlos y la difunta Diana, princesa de Gales, muestra a qué grado ha evolucionado la familia real —y Gran Bretaña— durante el reinado de Isabel II. Son una unión y una ocasión que derraman simbolismo.
Desde los traumas románticos que rodearon a Eduardo VIII y a la princesa Margarita, la familia real, al igual que el resto del mundo, ha aceptado, aunque con renuencia, el hecho de que el divorcio ya no conlleva el estigma social que alguna vez tuvo. Sin embargo, incluso a principios de la década de 1980, cuando el príncipe Carlos exploraba el reino para encontrar una novia, la idea de que una estadounidense divorciada se casara con un miembro de la familia real era impensable. En ese entonces la prioridad era encontrar a una virgen anglosajona, blanca y aristocrática.
La encontró en la encantadora figura de lady Diana Spencer. Su matrimonio catastrófico —y su rencoroso divorcio— provocó que la antigua generación de nobles y de quienes los apoyaban, se detuvieran a pensar antes de realizar algún comentario sobre los compañeros que elegían los miembros más jóvenes de la familia. La separación de los futuros rey y reina no fue el único suceso dentro de la familia real. La propia hermana de la reina, la princesa Margarita; su hija, la princesa Ana, y su amado segundo hijo, el príncipe Andrés, se divorciaron de sus parejas. Todos ellos se vieron rodeados por diversos grados de escándalo; el más notorio fue cuando la esposa de Andrés, la duquesa de York, conocida como Fergie, fue fotografiada mientras su supuesto asesor financiero le chupaba los dedos del pie junto a una alberca en el sur de Francia.
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