“Kate del Castillo vs. el gobierno mexicano.
Del estado de derecho al estado de consigna”
Primera edición: enero, 2019
Colección de Investigación Académica Aplicada de Interés Público
D.R. © 2019, Comunicación e Información, S.A. de C.V.
Fresas 13, Colonia del Valle, alcaldía Benito Juárez,
C.P. 03100, Ciudad de México
D.R. © Ernesto Villanueva
Foto de portada: Germán Canseco
Diseño de portada: Alejandro Valdés Kuri
Coordinación editorial: Alejandro Pérez Utrera
Diseño y formación: Fernando Cisneros Larios
Corrección tipográfica: Daniel González y Patricia Posadas
Edición: Hugo Martínez Téllez
edicionesproceso@proceso.com.mx
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ISBN: 978-607-7876-81-6
Impreso en México / Printed in Mexico
Prólogo
T uve la oportunidad de conocer a Ernesto Villanueva justo después de que un tribunal había determinado que la filtración de información en mi contra era legal.
Al difundirse tal resolución –y para mi sorpresa– empecé a ver pronunciamientos públicos de los abogados y académicos más prestigiados de diversas universidades de nuestro país, reprobando la actuación del Poder Judicial en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Ernesto no sólo fue uno de esos juristas, sino que publicó artículos en los medios en los que colabora sobre esa sentencia, a la que calificó de “ignominia”.
Por eso, cuando me propuso hacer el libro que ahora se publica me dio muchísimo gusto y más cuando supe que lo haría Proceso , en cuya revista pude contar mi verdad en medio de todo el escándalo que la Procuraduría General de la República generó para perjudicarme.
En este libro se cuenta el desarrollo del linchamiento oficial en mi contra desde una óptica legal. Por eso no sólo encontrarán una narrativa desde las entrevistas que Ernesto me hizo, sino desde las que les hizo a mis abogados Federico Mery Sanson y Alejandro Rojas Pruneda, quienes compartieron con él los pormenores jurídicos del caso.
Además, Ernesto desmenuza los amparos interpuestos por mis abogados y las distintas resoluciones de los jueces en México, muchas de ellas claramente ilegales y posiblemente dictadas por presiones del Ejecutivo Federal.
La razón por la que he decidido hacer visible mi caso no ha sido otra que la de evitar que cualquier persona viva un proceso ilegal promovido por autoridades gubernamentales. Nadie debe manipular a las fiscalías, policías o cualquier otra institución de justicia para satisfacer caprichos personales, políticos, conyugales o de cualquier otro tipo. Las fiscalías y las procuradurías deben estar al servicio de la ley y de los mexicanos, no al de sus gobernantes.
Por eso ahora estoy en una etapa en la que exijo justicia, verdad y reparaciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ya que por ninguna circunstancia voy a claudicar en este esfuerzo de buscar que nunca nadie tenga que vivir lo que yo viví.
Es un esfuerzo personal, económico e incluso profesional tener un expediente en un organismo interamericano como la CIDH; sin embargo, estoy convencida de que mi posición pública me obliga a visibilizar estos casos y a contribuir a su no repetición. México se debe limpiar de gobernantes gandallas que utilizan a las instituciones paras golpear a las mujeres.
Quiero señalar que en la elaboración de este libro jamás, en ningún momento, pedí, sugerí o insinué contenidos, matices u opiniones. Este es un trabajo ciento por ciento independiente de uno de los juristas más destacados en materia de derechos de la personalidad y derecho constitucional, a quien de corazón agradezco que se haya interesado en mi caso.
De igual forma, y como siempre, aprovecho para agradecer a mis abogados en México y en Estados Unidos –Harland Braun, Humberto Ferro, Iván Hernández, Karina Hernández, Federico Mery Sanson y Alejandro Rojas– por su constante trabajo y solidaridad.
Kate del Castillo
Los Ángeles, California, 20 de noviembre de 2018
Introducción
E n mi vida profesional como académico y observador crítico de la agenda nacional nunca había conocido un caso de persecución extrema del régimen contra una particular al margen de todo vestigio de respeto mínimo del estado de derecho. Primero llamaron mi atención las iniciales manifestaciones en los medios sobre la naciente criminalización de Kate del Castillo, a quien conocía de lejos como un personaje destacado y atípico del medio artístico. Reitero desde ahora la expresión “atípico” porque desde tiempo atrás anteponía su verdad a lo políticamente correcto, expresaba las cosas por su nombre y no callaba, que era lo más fácil para alguien en su posición de influencer o formadora de opinión pública, voluntaria o involuntariamente.
En México las grandes figuras de las ciencias cinematográficas son especialmente cautas en sus posturas sobre la vida pública. Kate del Castillo era –sigue siendo– una de las pocas excepciones que se atrevió a expresar en público sus convicciones. Como se verá a lo largo de esta obra, esa valentía le costó muy cara en un país acostumbrado a la simulación, la obediencia y la corrupción.
Hasta donde tengo conocimiento, fui de los pocos que hizo un seguimiento jurídico-político de su caso en los medios en los que colaboro. Tiempo después conocí personalmente a Kate, quien despejó algunas dudas –detrás de cámaras, por decirlo de alguna forma– y confirmó otras convicciones que tenía acerca de ella. De ahí surgió una relación basada en el acuerdo en lo fundamental sobre la importancia de combatir la corrupción, la injusticia y dar vida a un estado de derecho eficaz, no sólo vigente.
La trama legal concluyó en México, pero no ha terminado. Prosigue en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como vía para llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En esta obra hago un esfuerzo de abstracción de mi simpatía con Kate y su causa para no incurrir en un conflicto de interés y para escribir un texto ajustado a los más altos estándares metodológicos, tratando su caso como objeto de estudio con la mayor imparcialidad posible.
Voy al principio. La noción contractual de la existencia del Estado tiene como supuesto la protección de la persona a través del ejercicio de los derechos humanos y del principio de legalidad que habilita la convivencia pacífica y armónica de los seres humanos en sociedad. Cuando deja de funcionar este punto de partida –que se encuentra, con matices, en Hobbes, por citar algunos de los teóricos más representativos–, lo hace de la misma forma el diseño institucional del Estado.
Peor aún: si el Estado no sólo es omiso en hacer de sus grandes obligaciones una realidad concreta y usa las instituciones al margen de la Constitución y las leyes para castigar a un ser humano, se asiste a un Estado fallido.
El caso de Kate del Castillo a raíz de su encuentro con Joaquín Guzmán Loera para propósitos directamente vinculados con el ejercicio profesional de las libertades de expresión e información pone de relieve la enorme distancia que separa el deber ser del ser en México, parafraseando a Hans Kelsen en su clásica Teoría pura del derecho .
Por supuesto hay diferencias de percepción y de criterio en la comunidad sobre la idoneidad y pertinencia de la reunión entre la afamada actriz y productora y el narcotraficante. No obstante, la libre deliberación pública es propia del intercambio de ideas y opiniones. Se han escrito muchas líneas sobre este tema, particularmente en los medios, alimentadas por las conjeturas, los mitos y las filias y fobias que un suceso de esta naturaleza lleva consigo. No obstante, la experiencia de Kate con esa decisión tuvo una virulenta respuesta del gobierno de Enrique Peña Nieto y, al final, del Estado mexicano.
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