La vida de Murillo resulta menos conocida que la de otros maestros de la época. Sabemos que queda huérfano a muy temprana edad (catorce años) y que entra en el taller de Juan del Castillo, como Zurbarán había hecho en el de Villanueva y Velázquez en el de Pacheco. Los tres pintores superaron ampliamente a sus maestros, de donde cabe deducir que la experiencia sólo puede servir de muleta al genio, tanto en éste como en cualquier orden de cosas.
Ernesto Ballesteros Arranz
Murillo
Historia del arte español - 35
ePub r1.0
Titivillus 24.06.16
Título original: Murillo
Ernesto Ballesteros Arranz, 2015
Arte: Bartolomé Esteban Murillo
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como «La negación de la substancia de Hume», «Presencia de Schopenhauer», «La filosofía del estado de vigilia», «Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes», «Amanecer de un nuevo escepticismo», «Antah karana», «Comentarios al Sat Darshana», o su magno compendio del «Yoga Vâsishtha» que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.
Veintitrés años más tarde que Zurbarán y, por lo tanto, en la generación inmediatamente posterior, nace Bartolomé Esteban Murillo. Reside la mayor parte de su vida en Sevilla, aunque algunos autores suponen que realizó viajes a la Corte, donde tendría ocasión de contemplar las obras de los grandes maestros venecianos y flamencos. Pero este viaje no está documentalmente probado.
En realidad, la vida de Murillo resulta menos conocida que la de otros maestros de la época. Sabemos que queda huérfano a muy temprana edad (catorce años) y que entra en el taller de Juan del Castillo, como Zurbarán había hecho en el de Villanueva y Velázquez en el de Pacheco. Los tres pintores superaron ampliamente a sus maestros, de donde cabe deducir que la experiencia sólo puede servir de muleta al genio, tanto en éste como en cualquier orden de cosas.
Tenemos pocas noticias de sus años juveniles. Hacia 1644 ó 1645 le encargan su primera gran obra: la decoración del claustro chico del convento de los Franciscanos llamado la Casa Grande. Sólo cuenta veinticuatro o veinticinco años, y este gran encargo evidencia la popularidad que había alcanzado en el taller de Castillo, del que conservamos algunas obras de calidad poco notable.
No son los años infantiles de Murillo, como se ha dicho algunas veces, años de penuria y dificultades, pues sabemos que recibe una sustanciosa fortuna de sus padres, que si bien no le hace considerarse acaudalado, sí le permite vivir sin estrecheces.
Por otra parte, desde los veinticinco años en que realiza el encargo de los Franciscanos, su clientela aumenta sin cesar, y se convierte en poco tiempo en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. Jamás le faltaron buenos encargos, y sus contratos mantienen precios bastante elevados para su época. Ello le proporciona una situación económica firme desde su juventud, que le permite adquirir varios inmuebles y atender a su numerosa familia (parece que tuvo ocho o nueve hijos, que en gran parte profesaron como eclesiásticos a su mayoría de edad, llegando uno de ellos a canónigo de Sevilla).
Sus clientes son fundamentalmente las Órdenes y los conventos sevillanos, pero también recibe encargos de nobles o particulares acaudalados, aunque son muy escasos estos últimos. En realidad, la obra de Murillo hay que comprenderla dentro del contexto de una demanda casi exclusivamente religiosa. En efecto, en el XVII, la única clase social que tiene sensibilidad para la pintura, necesidad de decorar sus iglesias y conventos y fondos para sufragar los gastos que este hecho ocasiona, son los clérigos regulares. Es decir, que en el XVII sólo hay dos caminos socio-económicos para los artistas plásticos: o la Corte o las Órdenes religiosas. Murillo no tuvo ocasión ni necesidad de acudir a la Corte, pues contó siempre con una amplia y generosa clientela en Sevilla. El carácter religioso de la clientela de Murillo tiene por fuerza que determinar la temática de sus obras. Por ello conviene entender bien eso de que la pintura predominante en la España barroca fue la pintura religiosa contrarreformista. En efecto, lo fue, pero no solamente por la sensibilidad religiosa de sus autores, porque cuando a alguno, como Velázquez, no le obligan a pintar cuadros religiosos, no se decide a pintar ninguno por su cuenta. La temática religiosa de Zurbarán, Cano, Herrera, Roelas, Valdés Leal, Murillo y tantos otros pintores del XVII se debe, sobre todo, a que sus clientes eran religiosos y exigían una pintura de este tipo. Esa es la causa determinante de la obra artística. Hauser ha estudiado agudamente la relación socio-económica entre la clase social demandante y la inspiración artística, dejando suficientemente demostrada la influencia de una clase social en la obra artística de su tiempo. En España no existe ningún estudio similar sobre las condiciones y consecuencias de la vida social de nuestros artistas clásicos.
La gran demanda que siempre tuvo Murillo, según hemos dicho, le obligó a montar su propio taller y a organizar su producción en serie, como la mayoría de los grandes maestros de la época. Incluso llegó a fundar una Academia de pintura a la que se asociaron los principales pinceles sevillanos y de la que fue nombrado Presidente. En esta Academia se procuraba difundir el oficio dentro de unas normas y cánones reglamentados. Era una especie de gremio avanzado y liberal, mucho más abierto que los gremios propiamente dichos, por lo que puede considerarse como un ensayo parecido al de las Academias italianas y francesas de la época.
El último encargo que recibió en 1682 le costó la vida, pues consta que murió a consecuencia de una caída desde el andamio donde estaba pintando la parte superior del retablo de los Capuchinos, de Cádiz.
Su obra parte de los pintores sevillanos de la generación anterior, es decir, de Roelas, Zurbarán y Castillo, pero supera a todos ellos y llega a un estilo propio y evolucionado. Para justificar este progreso, muchos críticos han «obligado» a Murillo a hacer un viaje a Madrid, donde visitaría las colecciones reales y aprendería la técnica de venecianos y flamencos. Este viaje no está documentado y no parece necesario admitirlo, al menos hoy por hoy y en el estado en que se encuentran los estudios sobre la obra de Murillo.