LA MIRADA DEL CRONISTA. EL MÉTODO DE ALBERTO SALCEDO RAMOS
PUERTA MOLINA, ANDRÉS ALEXANDER
La mirada del cronista : el método de Alberto Salcedo Ramos / Andrés Alexander Puerta Molina ; editor Leonardo David López Escobar. –1ª ed. – Medellín: Universidad de Medellín; Sello Editorial Universidad de Medellín, 2017.
92 p. ; 17 x 24 cm.
Incluye referencias bibliográficas
ISBN: 978-958- 8992-62- 4
ISBN e-book: 978-958- 8992-64- 8
1. ALBERTO SALCEDO RAMOS -- CRÍTICA E INTERPRETACIÓN. 2. PERIODISMO. 3. CRÓNICAS PERIODÍSTICAS. 4. ANÉCDOTAS. 5. HUMORISMO. 1. López Escobar, Leonardo David, ed.. 2. Universidad de Medellín. Sello Editorial Universidad de Medellín.
CDD 070.4 / P977
Catalogación bibliográfica - Universidad de Medellín. Biblioteca Eduardo Fernández Botero.
Daissy Patricia Zea Mejía.
La mirada del cronista. El método de Alberto Salcedo Ramos
a . edición: 2017
© Universidad de Medellín
© Andrés Alexander Puerta Molina
ISBN: 978-958-8992-62-4
ISBN e-book: 978-958-8992-64-8
Editor:
Leonardo David López Escobar
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A mi abuela, cómplice para encontrar el amor por las historias. Para Andy, una historia.
Alberto Salcedo Ramos es un animal contador de historias. Desde que uno se encuentra con él, le está relatando un chiste, una cita de un libro, una anécdota, una frase de su abuelo, de su abuela, de su madre o de su tía, algo que le pasó con alguno de sus personajes. Siempre está sonriente, al punto que el cronista argentino Roberto Herscher lo ha definido como una “fuerza de la naturaleza”, que usa camisas no aptas para daltónicos. Compartir un momento con Salcedo Ramos sacude como los huracanes y recarga como las tormentas eléctricas.
Los primeros libros que “leyó” eran las historias contadas por los viejos que se reunían afuera de la casa para escapar del calor en San Estanislao, un pueblo a una hora de Cartagena, en el que se sienten más de 30 grados centígrados. Las calles son tan polvorientas, que es conocido como Arenal. A las seis de la tarde se iba la luz y la gente sacaba las mecedoras para lograr el viento fresco. Las historias que se contaban eran sobre todo de duendes, espantos, de fantasmas y de la muerte. En el Caribe colombiano el folclore es una manera para disimular la tristeza. La música, el humor y las historias son formas para burlar a la muerte. Mientras se esté vivo se puede gozar y a eso se dedican:
El Caribe colombiano se caracteriza por su culto a la oralidad. En una parada de buses tú nunca vas a ver a dos tipos que por ser desconocidos se queden callados, como sucede en otras regiones. Nada de eso: los dos tipos conversan como si se conocieran desde hace siglos. En el Caribe no hay silencio que dure cien años ni habitante que lo resista. Casi todos hablamos hasta por los codos, y a gritos, pues allá el que habla en susurros es sospechoso.
¿De qué hablamos? De muchas cosas, pero, sobre todo, contamos historias.
Es posible que semejante entorno haya determinado en parte el tono de oralidad que tiene mi prosa. Pero yo creo que eso también ha sido producto de una decisión consciente, derivada de mi formación como lector. Mis narradores favoritos son aquellos que parecen orales. Ojo, digo que lo parecen, no que lo sean. Más bien son autores que trabajan bastante para que no se les note lo mucho que trabajan.
Yo me esmero para que mi escritura se sienta natural, sin artificios, sin altisonancias, sin ruidos. Creo que esto se logra cuando las palabras están bien puestas. Supongo que si están bien puestas y fluyen de manera natural, suenan, y suenan bien (Salcedo Ramos, 2013, entrevista).
En esa época jugaba fútbol descalzo, se montaba a los árboles y bajaba frutos de los almendros y los tamarindos, pero nunca aprendió a nadar porque a su abuelo le daba pánico que se ahogara. Aunque suene paradójico, es un caribe, en toda la extensión de la palabra, pero no sabe nadar. También era travieso, les pegaba chicles a sus amigos en la cabeza y era tan tímido que mojó la cama hasta que tenía 14 años. También ha sido un curioso permanente, siempre quiere saber más. Por la tardes se iba hasta el parque para ver a los enamorados besarse, para él era una manera de maravillarse con la realidad. De su timidez infantil queda muy poco.
Le gustaba escuchar la radio; en ella encontraba relatadas las hazañas de hombres como Antonio Cervantes Kid Pambelé , quien fue su ídolo. No creía en Superman, para él había un héroe de carne y hueso que con sus golpes hacía sonreír a su abuelo, ponía a festejar a los vecinos. La radio lo obligaba a construir en su cabeza las imágenes que le contaban, confiar en el relator era un acto de fe.
Es un admirador de Gabriel García Márquez y sobre todo de su prosa “encoñadora”; con el genio de Aracataca comparte, aparte del amor por el periodismo y la literatura, la marcada influencia de su abuelo. Cuando sus padres se separaron, Salcedo Ramos tenía cuatro años, se fue a pasar unas vacaciones donde su abuelo que duraron 13 años. En la casa no había muchos libros, el viejo era un ganadero que no estaba muy preocupado por las letras. En el pueblo no había ninguna biblioteca y en su casa solo había un libro de historia sagrada:
Recuerdo que era un libro viejito, ajado, que contenía unos dibujos preciosos. Me gustaba porque convertía los relatos bíblicos en narraciones breves. A mí me impactaba la de José, el hijo de Jacob y Raquel, quien tenía el don de interpretar los sueños y fue vendido por sus hermanos envidiosos (Salcedo Ramos, 2013, entrevista).
Aparte de ese libro, en su formación jugaron un papel muy importante las telenovelas de los años setenta. Las historias mexicanas y venezolanas que hacían llorar a las señoras y soñar a las señoritas con encontrar a un príncipe azul de bigote frondoso:
En el pueblo remoto donde crecí ni siquiera sabíamos que existía Orson Welles. Chaplin jamás se asomó por Arenal, pero en cambio las telenovelas siempre nos llegaban a través de los dos canales de televisión que había entonces. Fueron el primer referente que tuve, el primer contacto con las historias. García Márquez dice que uno llega a la buena literatura a través de la mala, y es verdad: ¿de dónde diablos íbamos a sacar nosotros en Arenal, el pueblo pobre y sin bibliotecas de mi infancia, un libro de Sartre o de Tolstoi? En cambio las telenovelas nunca dejaron de llegarnos. Eran malísimas, insisto, pero me despertaron la pasión por las historias (Salcedo Ramos, 2013, entrevista).
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