Un viejo que leía novelas de amor , publicada en 1989, es la primera novela de Luis Sepúlveda, por la cual recibió dos premios (France Culture Étranger y Relais du Roman d’Évasion). Esta obra traducida a 35 idiomas es un superventas.
La obra narra cómo Antonio José Bolívar Proaño persigue a un felino, puesto que sabe, como gran conocedor de la selva amazónica, que es el causante de la muerte de un gran número de hombres. Esta novela de renombre internacional es también un himno a la lectura.
Resumen
Un viejo que leía novelas de amor entremezcla el presente y el pasado, hecho que muestra un trabajo importante sobre el tiempo. Nosotros hemos escogido no seguir esta cronología en el resumen.
Antonio José Bolívar Proaño pasa su infancia en San Luis (Argentina). Ahí conoce a su mujer, Dolores. Se prometen con trece años y se casan dos años más tarde. Por desgracia, no consiguen tener hijos. Entonces deciden mudarse a El Idilio, un pueblecito perdido en la selva amazónica, para cambiar de aires. Ahí, se oficializa su condición de colonos a favor del plan de ocupación de la Amazonia. En su nueva tierra, construyen una cabaña.
Dos años más tarde, Dolores muere, a causa de la malaria. Antonio entra en cólera y sueña con vengarse de la Amazonia. Ahora bien, comienza a apreciar la libertad de esta región en la que ha conocido el infortunio. Por otro lado, aprende la lengua de los indios shuar y se convierte en uno de los suyos después de que un hechicero le cure de la mordedura mortal de un reptil a la que pocos sobreviven habitualmente.
Un día, cinco extranjeros entran en pánico con la llegada de los shuar, entonces disparan a dos indígenas antes de emprender la huida. Uno de ellos muere inmediatamente, mientras que el mejor amigo de Antonio, Nushiño, se encuentra entre la vida y la muerte. Puesto que les debe la vida, Bolívar persigue al blanco y lo mata con su fusil, lo que provoca que lo expulsen de la tribu por no haber ejecutado al hombre con un dardo de cerbatana envenenado, como marca la tradición.
Un tiempo después de que Bolívar vuelva al pueblo, dos funcionarios del Gobierno se presentan a las elecciones presidenciales. Solo las personas que saben leer son llamadas a votar. Entonces, Antonio hace un descubrimiento importante: sabe leer. Cuando llega la estación de las lluvias, por primera vez en su vida, Bolívar se siente solo: por eso, se dirige a El Dorado, donde Rubicondo Loachamín, un dentista contestatario, le presenta a la institutriz, que tiene una biblioteca. Durante cinco meses, hojea todo tipo de historias y descubre que tiene especial afición por las novelas de amor. A continuación, Loachamín, que va dos veces por año al pueblo aislado a bordo del Sucre, un barco cargado de provisiones, le abastecerá con libros cada vez que pase.
Antonio evoca la visita de cuatro estadounidenses. El alcalde designa a Bolívar como «el mejor conocedor de la amazonía» (Sepúlveda 2007, 86). Pero, tras haberlos conocido, Bolívar declara que no quiere tratar con gente irrespetuosa. El alcalde, orgulloso, se enfurece. Les recomienda otras personas a los gringos y tiene la intención de expulsar a Bolívar. Una semana más tarde, tres de los cuatro extranjeros están de vuelta: han matado a uno de ellos. Entonces, el alcalde le ofrece su amistad a Bolívar y le pide que recoja el cadáver. Sin dificultad, este cumple con su tarea para volver a encontrar la paz y dedicarse a su pasión, la lectura.
Poco tiempo después, en el muelle del puerto, los habitantes se instalan por turnos en el sillón reclinable del dentista. Cuando la tripulación del Sucre está preparada para zarpar, los indios shuar llegan en canoa y anuncian que han encontrado a un gringo (un estadounidense) muerto, una noticia que aplaza el inicio de la travesía de la tripulación y del doctor.
El alcalde, nada más llegar al puerto, acusa a los shuar de haber asesinado al estadounidense a golpe de machete y los trata de «salvajes» (Sepúlveda 2007, 26). Ellos se defienden y Bolívar los apoya: tras haber examinado el cadáver, concluye que ha sido un animal adulto, más concretamente una hembra de ocelote, quien ha matado al hombre. El alcalde no quiere escuchar y Bolívar argumenta que, probablemente, el gringo mató a los cachorros e hirió al macho, tras lo cual la hembra, sin duda, se vengó. Advierte al alcalde de que «una tigrilla enloquecida de dolor es más peligrosa que veinte asesinos juntos» (Sepúlveda 2007, 30).
Más tarde, se repara en otra muerte. Esta vez, el alcalde cree a Bolívar y todo el pueblo empieza a temer al animal. Entonces, el alcalde da orden a Bolívar de preparar una expedición para el día siguiente con vistas a abatir al feroz depredador.
El primer día de la expedición, en plena tarde, las nubes comienzan a oscurecer la selva: Bolívar y el alcalde deciden detenerse. El segundo día, llegan al puesto de Miranda, que también ha sido asesinado por la bestia. Intuitivamente, el viejo explica a los demás lo que ha debido de suceder.
Por la noche, Antonio está leyendo; entonces, uno de los acompañantes se siente intrigado por esta actividad. Todos sus compañeros se despiertan, incluso el alcalde, y le piden que lea en voz alta. Mientras intercambian sus impresiones, el viejo les avisa de la presencia de la bestia, que huye. El alcalde pierde su paciencia y pide a Bolívar que actúe solo, lo cual él acepta. Cuando encuentra al felino, el viejo hace amago de huir y la hembra lo tira al suelo sin atacarlo. Tristemente, le muestra al macho agonizante: Bolívar acaba con el sufrimiento de este, como desea la hembra ocelote, que después desaparece.
Mientras duerme en una canoa dada la vuelta, Bolívar sueña con una bestia que se transforma. El hechicero shuar le dice que se trata de la muerte y que hay que cazar al animal onírico que se encuentra sobre la canoa. El viejo se despierta y constata que el ocelote está ahí, encima de él. Cuando el hombre sale, ella le ataca. En el apogeo del salto del felino, él lo mata.
Estudio de los personajes