En 1947 Otto Frank toma la iniciativa de publicar el diario de su hija con el título La casa de atrás . La particularidad de este texto es que se limitaba inicialmente a un uso estrictamente personal: Ana cuenta su vida diaria en la clandestinidad con todas las ataduras que eso implica. También expone sus reflexiones sobre su personalidad, su relación con los demás o incluso la guerra.
El diario de Ana Frank , con 25 millones de ejemplares vendidos y traducido a 55 idiomas, es uno de los libros más leídos del mundo.
Resumen
Antes de la clandestinidad
El diario comienza el día en que Ana cumple 13 años, el 12 de junio de 1942. Forma parte de los regalos que ha recibido por su cumpleaños. En esa época, la joven lleva una vida relativamente tranquila en Ámsterdam: pasa tiempo con sus compañeros del colegio, la castigan en clase porque habla demasiado y tiene varios admiradores que no le interesan.
A estas preocupaciones de adolescente se suman otras relacionadas con el contexto de la escritura. Ana menciona las leyes contra los judíos adoptadas por Hitler que se aplican en los Países Bajos, entonces ocupados (la obligación de llevar la estrella, la prohibición de utilizar el transporte público, de acudir a lugares de ocio o de ser recibidos en casas de cristianos, etc.).
La entrada en la clandestinidad
A principios de julio de 1942 Otto, el padre de Ana, le anuncia que pronto vivirán en clandestinidad. Su salida, inicialmente prevista para el 16 de julio, se adelanta una semana debido a un acontecimiento alarmante: convocan a Margot, la hermana mayor de Ana, para ir a trabajar a un campo a Alemania. «Yo estaba aterrada: todo el mundo sabe qué significa una citación; imaginó inmediatamente los campos de concentración, las celdas solitarias» (Frank 2001, 8 de julio de 1942).
A partir del día siguiente, la familia Frank se instala en el «anexo» (o la «casa de atrás»), es decir, las salas de la empresa de Otto que no se utilizan, sin saber que permanecerían allí durante más de dos años. Los empleados del padre de Ana (Miep, Bep, Kleimen y Kugler) guardan el secreto. Desde ese momento se encargarán de aprovisionar a los clandestinos. Ana siente que su vida sin preocupaciones se ha terminado. Pero sigue siéndole difícil considerar el escondite su nueva casa.
La familia Van Daan, a la que pertenecen un socio de Otto, su mujer y su hijo, se une a ellos el 13 de julio. Así, los Frank se enteran de que corren diferentes rumores sobre su repentina desaparición. En un primer momento, Ana está encantada de la llegada de estos nuevos inquilinos, pero muy pronto surgen tensiones: «Me parece extraño que las personas mayores regañen tan fácilmente por cualquier minucia» (Frank 2001, 28 de septiembre de 1942).
Ana se encuentra a menudo en medio de las discusiones, ya que los Van Daan le reprochan que es demasiado charlatana y pretenciosa. La joven también tiene enfrentamientos con su madre y su hermana, de las que se siente diferente.
Un octavo clandestino
En noviembre la casa de atrás acoge a un nuevo inquilino: Albert Dussel, un dentista. Este se instala en la habitación de Ana.
Desde la ventana, la joven suele observar las redadas de judíos. Se siente culpable de poder acostarse todas las noches en su cama mientras que muchas personas son detenidas y deportadas: «En todo lo que hago me acuerdo de todos los que están ausentes. Y cuando alguna cosa me da risa, me asusto y dejo de reír, pensando en que es una vergüenza que esté tan alegre» (Frank 2001, 20 de noviembre de 1942).
Todos los clandestinos tienen en sus pensamientos el destino de los judíos y el avance de la guerra, pero también están preocupados por ciertos acontecimientos que les afectan directamente. Así pues, temen que el nuevo propietario del edificio quiera visitar la casa de atrás; no se fían del nuevo almacenero que podría denunciarlos; les aterroriza la idea de que los descubran si entran a robar; temen por sus vidas con cada bombardeo o combate aéreo.
También afectan a su existencia otras preocupaciones personales, como por ejemplo la falta de dinero que obliga a los Van Daan a revender algunas prendas o la miopía de Ana.
A parte de eso, los días pasan con cierta monotonía, hasta tal punto que Ana dedica algunas cartas a describir tardes, noches y comidas en la casa de atrás. Las únicas distracciones de las que disponen son escuchar la radio, leer libros y revistas, y estudiar (taquigrafía, francés, inglés, etc.). Por su parte, a Ana le gustan sobre todo la historia, la mitología, los árboles genealógicos de familias reales y el cine. También dedica parte de su tiempo a escribir ficción.
Una relación privilegiada en la casa de atrás
Ana se siente incomprendida. A menudo llora en su cama por las noches. La necesidad de calmar su pena la lleva a confiar en Peter. Cada vez sube más frecuentemente a la habitación del joven, aunque tema aburrirlo.
Los dos adolescentes hablan de diferentes temas: desde su personalidad a la sexualidad, pasando por la relación con sus padres. También miran por la ventana en silencio. Al principio, Ana afirma que no está enamorada de Peter porque quiere a otro chico que se llama igual y cuya aparición en sus sueños la conmocionó profundamente: «Me parece haber madurado desde la noche de mi sueño memorable; me siento más que nunca “una persona independiente”» (Frank 2001, 22 de enero de 1944). Pero la amistad que siente la joven hacia su compañero clandestino evoluciona rápidamente hacia sentimientos más fuertes: «De cualquier modo, ahora encuentro la vida más bella. Creo, Kitty, que el anexo va a ser cruzado por el soplo de un amor verdadero» (Frank 2001, 22 de marzo de 1944). Esto la llevará a experimentar su primer beso.
El martes 28 de marzo de 1944, el ministro Bolkestein anuncia por la radio que los testimonios en forma de carta y de diario serán recogidos después de la guerra. Entonces, Ana comienza un trabajo de reescritura de su diario: «¡Figúrate una novela titulada El anexo secreto, cuya autora fuera yo! ¿Verdad que sería interesante? (El mero título ya haría pensar en una novela policial)» (Frank 2001, 29 de marzo de 1944).