• Quejarse

Dolores Payás - Desde una bicicleta china

Aquí puedes leer online Dolores Payás - Desde una bicicleta china texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: HarperCollins Ibérica S.A., Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Dolores Payás Desde una bicicleta china
  • Libro:
    Desde una bicicleta china
  • Autor:
  • Editor:
    HarperCollins Ibérica S.A.
  • Genre:
  • Año:
    2016
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Desde una bicicleta china: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Desde una bicicleta china" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

China no goza de buena reputación. Es un país inhóspito, duro de roer. Pero en este mundo existen pocas cosas que estén más allá de la redención. Hay belleza en medio de la fealdad, fulgores de poesía entre el utilitarismo más feroz. La textura de la vida es, en esencia, hermosa. Y contiene toneladas de humor. Basta con saber mirar. Lo que nos rodea está lleno de maravillas sinfín. También China.

Dolores Payás ha creado una obra alejada de toda convención. Veintidós textos que conforman un caleidoscopio vivaz y colorido. Mezcla desacomplejada de géneros literarios, de tonos y ritmos. Reflexiones a pie de bicicleta, encuentros en la tercera fase, comedia de errores, momentos de contemplación lírica.

La antología de Payás convoca una sonrisa tras otra, cuando no la franca carcajada. Cuestiona toda idea preconcebida sobre el Imperio Celestial. Y derriba los usuales prejuicios para en su lugar edificar una nueva mirada. Benévola y humorística. Crítica con China, si, pero más comprensiva que emponzoñada. Y crítica, también, con la visión de Occidente, esa aproximación rígida y estrecha de miras, políticamente correcta.

Las ilustraciones de Gustavo Contepomi añaden encanto a un libro de lectura entretenida y más que placentera.

Dolores Payás: otros libros del autor


¿Quién escribió Desde una bicicleta china? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Desde una bicicleta china — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Desde una bicicleta china " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Editado por HarperCollins Ibérica SA Núñez de Balboa 56 28001 Madrid Desde - photo 1

Editado por HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

Desde una bicicleta china

© 2016, Dolores Payás

De las ilustraciones del interior: © 2016, Gustavo Contepomi

© 2016, para esta edición HarperCollins Ibérica, S.A.

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Ibérica, S.A.

Diseño de cubierta: Lookatcia.com

Imagen de cubierta: Getty Images

ISBN: 978-84-9139-025-1

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice
Nota para el lector

Estimado amigo. La mayoría de lo que usted lee sobre China son cuentos chinos.

No corresponde ahora analizar el asunto. Pero conviene señalar la fascinación, rayana en lo mórbido, que la prensa occidental siente por los aspectos más tenebrosos de este país, universo completo en el que hay de todo y todo cabe.

Las noticias tienen siempre el mismo sesgo, jamás son halagüeñas. Abundan los excesos de todo tipo. En un artículo publicado hace poco se repetía cinco veces la expresión «gigante asiático». Esta metáfora majadera goza de mucha aceptación. En otro artículo, también reciente, otra luminaria del periodismo se dejaba llevar por un arrebato lírico y sumaba otra alegoría –esta vez de piscifactoría–, a la ya mentada. La cosa se iniciaba con truculencia: «El gigante asiático extiende sus tentáculos...». Le ahorro lo que sigue a un comienzo tan prometedor. De todo ello se deduce que el Oriente misterioso sigue siendo tan misterioso como siempre.

Existe, empero, otra visión del Imperio Celeste. Una visión cotidiana, desprovista de tanto pathos y aspaviento. No somos pocos los occidentales que vivimos y trabajamos aquí, codo con codo con los nativos. Hacemos la compra diaria, vamos de un lado para otro y, en suma, llevamos una vida normal en la que no faltan la convivencia, la amistad y los entretenimientos.

En este contexto, un poco impulsada por el deseo de ofrecer una imagen que equilibre la imperante, otro poco a petición de amigos y familiares, y un mucho por divertirme, me aventuro a contar mis propios cuentos chinos.

Verá usted que por estas páginas corretea mucho expatriado. También chinos, pero en su caso el retrato está algo desenfocado. El porqué es de manual. Los primeros me resultan inteligibles, comprendo sus filias y fobias. A los segundos solo puedo observarlos, aunque sea con interés y simpatía, desde la gran brecha cultural que supone la falta de una historia y un lenguaje compartidos. Vivimos juntos, sí, pero desconocemos los códigos. A veces se da la chispa de algún inusitado encuentro, mas suele ser superficial. Nuestros mundos discurren casi siempre ajenos.

Los expatriados, aquí y en todas partes, se dividen en dos categorías: aquellos que aman su país de acogida y aquellos que lo detestan. Cuanto más carácter posea el país de acogida, más se polariza esta tendencia. A China se le podrá negar el pan y la sal, pero no la falta de carácter, así que por nuestros lares la cuestión adquiere tintes casi histéricos. Los que aman estas tierras se declaran sus adoradores devotos, apasionados. No quita que algunos de ellos, luego del primer fervor, deserten para engrosar la categoría de los segundos, generando entonces una subcategoría: la de los amantes despechados. Ahora bien, los que no cambian de chaqueta y aguantan el tipo sin pasarse al otro bando, son auténticos héroes. Estudian caligrafía y acupuntura. Herborizan, viajan en bicicleta, tragan humos tóxicos que tumbarían a un mutante, asisten a espectáculos de óperas inextricables que no tienen fin. Y se queman las cejas estudiando toneladas de horas de chino para después de siete u ocho años de arduos esfuerzos pillar al vuelo alguna palabra. Conmueve la tenacidad con que estos románticos persiguen la posesión de una amante tan elusiva como es China. Son los sinófilos, la élite de los expatriados.

En cuanto a los de la segunda categoría, esos que se arrastran por entre los polvorientos rascacielos quejándose de todos y de todo, poco hay que decir, salvo que son unos cargantes y unos aguafiestas. Y si encima pertenecen a la subcategoría de los amantes despechados, peor. Lo más irritante es que lloriquean y gimen, pero no se van. Aquí siguen, y lo más probable es que el día en que se larguen padezcan de spleen , esa tristeza resultado de imprecisas nostalgias. Al igual que sucede con otros lugares duros de roer, China engancha, se agarra a la piel como un tatuaje. Y Beijing, quintaesencialmente china, aún mas. Sé de otras ciudades, también salvajes y ásperas –aunque por otros motivos– que producen similar efecto. Puede que se deba a su poderosa personalidad, o al esfuerzo que entraña sobrevivir en ellas con cierto donaire. La cuestión es que dejan marca indeleble. Y cuando uno las abandona, cualquier otra plaza del mundo parece después insípida y carente de color por comparación. A lo mejor es una variante del síndrome de Estocolmo.

No tengo la caradura necesaria como para catalogar a los chinos, o siquiera hacer de ellos una descripción somera. Y el occidental que afirme entenderlos miente, o se miente, o peca de petulancia. Salvo contados casos de genuina integración, normalmente por vía intrauterina –literal, en este caso– la adaptación no pasa del ajuste epidérmico. A lo sumo, si el extranjero consigue hablar el idioma, se convierte en un espectador relativamente activo.

Sin embargo, hay algo que cualquiera que haya vivido un rato por aquí puede afirmar sin temor a faltar a la verdad. Y es lo siguiente: los chinos, contrariamente a la idea que Occidente tiene de ellos, son gente vivaracha, con sentido del humor. Ambas cosas, la vivacidad y el humor, suponen un valor importante a la hora de asentarse, aunque sea solo con media nalga, en cualquier pedazo de mundo.

Estuve tentada de calificar estos breves textos como caligrafías por razones obvias. Pero las caligrafías chinas son demasiado elegantes, demasiado bellas y etéreas. Y estos esbozos, aunque ligeros, no despegan de la tierra.

Algunos llevan un pequeño aguijón, pero su veneno es inocuo. No tengo la menor pretensión de conocer China, ni deseo bucear en aguas más profundas que las descritas en estas páginas. Ignoro por completo lo que se cuece en ese descomunal caldero a quien todos –nativos y extranjeros– llamamos el partido . No sé qué dirección tomará esta nación, tampoco alcanzo a imaginar qué designios la esperan en el futuro.

El tono afable de mis esbozos se debe también a otros motivos. Simpatizo con el país y sus habitantes. Con los expatriados, porque cualquiera que haya tenido la osadía de venirse a trasplantar aquí, merece de antemano mis respetos. Y en cuanto a los nativos, considero ejemplar la paciencia que tienen con nosotros. Somos más altos, nos creemos más sofisticados (hasta hace poco también más ricos), cobramos mejores salarios y no damos una a la hora de hablar –mucho menos, escribir– su idioma. A mi modo de ver, hay que tener la paciencia del Santo Job para soportar semejante plaga en casa de uno. Los chinos la tienen, y, por lo general, se encuentra más gentileza que hostilidad en el trato cotidiano con ellos. Muchas veces no solo gentileza, sino auténtico espíritu de colaboración. Para quien no ha visitado el país resulta un poco difícil hacerse cargo de nuestra situación. Fuera del ghetto occidental, –espacio irrisorio en estas inmensidades–, nos convertimos en seres por completo desvalidos. No importa cuán cultos e inteligentes seamos en nuestros lugares de origen, aquí no pasamos del estadio de analfabetos, por no decir sordomudos. En términos prácticos, significa que la mayor parte del tiempo estamos totalmente en manos de nuestros conciudadanos chinos. Sin su ayuda, sin su comprensión y tolerancia, poco duraríamos. Se dice pronto, aunque no estoy muy segura de que mis colegas expatriados sean conscientes de esta –muy nuestra– precariedad (los occidentales tendemos a la arrogancia de manera instintiva).

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Desde una bicicleta china»

Mira libros similares a Desde una bicicleta china. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Desde una bicicleta china»

Discusión, reseñas del libro Desde una bicicleta china y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.