Anish Kapoor
Ilustración de cubierta: As if to Celebrate I Discovered a Mountain Blooming with Red Flowers (“Como para celebrar que descubrí una montaña florecida con flores rojas”) , Tate Gallery, Londres, 1981.
Dirección de la colección: S AGRARIO A ZNAR Y J AVIER H ERNANDO
© Eva Fernández del Campo, 2006
© Editorial Nerea, S. A., 2006
Aldamar 38
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© De las ilustraciones: los autores
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ISBN: 978-84-15042-18-1
Maquetación: Eurosíntesis Global, S. L.
A mi padre, a Julia,
por ese vacío tan lleno que nos han dejado
AGRADECIMIENTOS:
Javier Arnaldo
Carmen García Ormaechea
Mitch Strom
Los años de formación: la India/Inglaterra
LAS RAÍCES INDIAS Y EL APRENDIZAJE EUROPEO
A nish Kapoor es hoy por hoy uno de los escultores más emblemáticos del panorama artístico universal. Es indio, pero no le gusta que se hable de él como de un artista indio y, aunque actualmente vive y trabaja en Londres y la mayor parte de su producción artística ha visto la luz en Inglaterra, tampoco le gusta que se hable de él como de un artista británico. Intentar encasillar a Kapoor en una nacionalidad o un credo, o categorizarlo como individuo de una determinada cultura resulta, a todas luces, un absurdo, pues no sólo su vida personal le ha convertido en ciudadano del mundo, sino que, además, su producción artística tiene un carácter universal que escapa a cualquier intento de etiquetado. Nacido en 1954 en Bombay, de padre hindú, tiene sin embargo el ascendiente hebreo de su madre, una judía originaria de Irak; premonición quizá de lo que serán su obra y su carácter. Su propia vida parece uno de esos juegos paradójicos, donde los complementarios se encuentran y los contrarios se funden, en los que la obra del artista nos implica con frecuencia; la infancia del artista estuvo marcada por la diversidad y por una maravillosa conjunción de opuestos: un padre perteneciente a una cultura profundamente matriarcal y una madre que proviene de una civilización de un marcadísimo signo androcéntrico. Como no podía ser de otra manera, el Kapoor adulto se ha interesado desde siempre, no sólo por las culturas de sus padres y por el budismo y el cristianismo, sino, además, por los paralelismos que existen entre las distintas religiones, las coincidencias y los puntos de encuentro, y ha entendido su trabajo como un reflejo de ello. Para Kapoor el arte no es en ningún caso un sustitutivo de la experiencia religiosa, sino más bien un espejo que, “sin procurar respuestas, quizá ayude a plantear preguntas, sin que esto –confiesa el artista– tenga necesariamente que servir de algo” (Allthorpe-Guyton, 1991, p. 50).
Aunque Kapoor es un creador de una extraordinaria coherencia, cuyo interés gira siempre en torno a una serie de temas recurrentes, desde 1973 hasta nuestros días puede apreciarse claramente una interesante evolución en su obra, así como una continua experimentación con los materiales, que permiten distinguir varias fases y varios momentos de inflexión en su producción artística. Alcanzó el éxito y el renombre que hoy tiene en los años noventa cuando, con tan solo 36 años, ganó el Premio Duemila de la Bienal de Venecia y, al año siguiente, en 1991, el Premio Turner en Gran Bretaña; hasta este momento, Kapoor atraviesa por dos grandes etapas: un primer período de aprendizaje y formación, y un segundo momento, a partir de 1979, año en que realiza un decisivo viaje a la India.
Su vocación artística nació en la India, donde abandonó sus estudios de ingeniería para dedicarse a la pintura. Se afincó en Londres en 1973, tras una estancia de dos años en Israel, y estudió Bellas Artes en Londres entre 1973 y 1978, primero en el Hornsey College of Art, y luego en el Chelsea School of Art. A partir de 1979 enseñó en la Politécnica de Wolverhampton y en 1982 se trasladó, como artista residente, a la Walter Art Gallery de Liverpool. Desde sus primeras obras, en 1976, hasta 1979, Anish Kapoor vive un primer momento creativo que podría considerarse de formación, en el que el artista va apuntalando su carácter y su forma de hacer, inspirado fundamentalmente en el arte occidental, y en especial en las obras conceptuales de Duchamp y Beuys, aunque sin dejar de lado otras experiencias artísticas, como el minimal o el arte povera o el funk de Paul Thek. Se interesa ahora un joven Kapoor por el Marcel Duchamp de las asociaciones alquímicas de El Gran Vidrio y de Étant donnés, y por la idea del arte como ritual y el aspecto cósmico chamanístico de Joseph Beuys, cuya obra conoce fundamentalmente gracias al artista rumano Paul Neagu. Muchas son las conexiones con el arte y los artistas contemporáneos occidentales y muchas son también, sin embargo, las discrepancias, porque Kapoor toma sólo aquello que requiere, sin comprometerse con nada ni con nadie y sin necesidad de ortodoxias. Admira, por ejemplo, el tratamiento del color en Barnett Newman, Mark Rothko o Ad Reindhardt; la austeridad y el número reducido de elementos utilizados por el minimal de los años sesenta y setenta, un movimiento que, sin embargo, le es totalmente ajeno en cuanto a su ausencia de sensualidad; la afirmación del yo femenino y de la mujer como origen, del arte feminista; la monocromía y la utilización del color como forma de sumergirse en la sensibilidad cósmica, de Yves Klein; o la polaridad materia-espíritu y la poética espacial de Lucio Fontana. Todas estas presencias e influencias llevan al artista a realizar, en estos primeros años, una serie de obras (instalaciones en su mayor parte), en la que utiliza, como Beuys, materiales enfrentados por sus cualidades térmicas, como el hierro y la tela de algodón; y crea espacios profundamente rituales y sexuales, una suerte de cámaras nupciales que evocan el Gran Vidrio, donde aparecen las ideas del encuentro, de la alquimia sexual y del matrimonio interno de Jung.
1. Fotografía de Anish Kapoor, Tarantara, 2002.
Y, POR FIN, EL MESTIZAJE
En una entrevista realizada en 1990 por Marjorie Allthorpe-Guyton, Anish Kapoor comentaba con esperanza que en el año 2000 habría aproximadamente cincuenta millones de no europeos viviendo en Europa, y que éstos definirían un arte nuevo que se implantaría sólidamente en la corriente principal, que transformaría las concepciones de la cultura y la raza y que nos rescataría de la crisis de la posmodernidad (Allthorpe-Guyton, 1991, p. 48). En 2004 las cifras de inmigración han superado abrumadoramente las previsiones, y las estadísticas dicen que, tan solo en Gran Bretaña, dos de cada mil habitantes son inmigrantes legales. Es precisamente aquí donde ya existe una generación de artistas, no sólo plásticos, que se ha consolidado y se ha convertido en parte de la nueva imagen de este país. Entre ellos destacan, provenientes también de la antigua colonia de la India, casos tan significativos como el de Salman Rushdie, uno de los más grandes prosistas anglófonos de nuestro tiempo que, también heredero de la tradición india, renueva su esplendor en contacto con Occidente; del mismo modo, toca en su obra el tema del choque cultural de los emigrantes Anif Kureshi, novelista, escritor de guiones de teatro y cine y realizador de películas que han contribuido a dar una visión del mundo y del panorama artístico abierto a muchas formas distintas y válidas, así como a un punto de vista transcultural donde se funden vocabularios visuales de diversos tiempos y lugares.