Hay un límite a lo que los hombres pueden decidir. A menudo, se trata de un límite real, físico. Montañas, ríos, mares y hormigón se interponen entre lo que los dirigentes han querido para sus países a lo largo de la historia y lo que han podido conseguir. Para entender y explicar lo que ocurre en el mundo solemos referirnos a personas, ideas y movimientos políticos; pero sin los condicionantes que impone la geografía el resultado de semejante aproximación sencillamente está incompleto.
Muchos de los accidentes geográficos del planeta seguirán existiendo en el futuro. De aquí a un siglo, Rusia continuará mirando con angustia hacia el oeste, y seguirá encontrando allí una planicie difícil de defender. La cordillera del Himalaya continuará separando a India y Pakistán e impidiendo en gran parte un enfrentamiento directo. Florida continuará siendo el guardián que vigile la entrada y salida al golfo de México, pertenezca al país que pertenezca.
Con ese punto de partida, y a través de diez mapas —de Rusia, China, Estados Unidos, Europa, África, Oriente Medio, India/Pakistán, Corea/Japón, Latinoamérica y el Ártico—, Tim Marshall mira al pasado, al presente y al futuro de la humanidad en este libro, una obra de investigación excepcional y accesible, de enorme éxito en Reino Unido y Alemania, que ha abierto los ojos de muchos acerca de uno de los mayores (y más ignorados) factores que determinan la historia mundial.
PREFACIO
Ha devenido una perogrullada pensar, y comentar, que vivimos tiempos excepcionalmente inestables. El mundo, se nos dice, nunca ha resultado más impredecible. Afirmaciones de este calibre demandan una respuesta cautelosa, incluso escéptica. Procede ser cautos. El mundo siempre ha sido inestable y el futuro es impredecible por naturaleza. No cabe duda de que nuestras cuitas actuales podrían ser mucho más graves. El centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando menos, nos lo debería haber recordado.
Dicho esto, es innegable que asistimos a cambios esenciales que incidirán en nuestro futuro y en el de nuestros hijos, independientemente de dónde vivamos. Cambios económicos, sociales y demográficos, todos ellos ligados a rápidos cambios tecnológicos, con implicaciones globales que separan los tiempos que vivimos de aquellos que los precedieron. Esto quizá explique que hablemos con tanta frecuencia de «incertidumbre excepcional» y que el análisis «geopolítico» se haya convertido en una industria floreciente.
Tim Marshall está excepcionalmente cualificado, tanto a nivel personal como profesional, para contribuir a este debate. Ha participado de forma directa en algunos de los escenarios más dramáticos de los últimos veinticinco años. Tal y como se nos recuerda en la Introducción, ha estado en primera línea en los Balcanes, Afganistán y Siria. Ha sido testigo de cómo decisiones y acontecimientos, conflictos internacionales y guerras civiles solo pueden entenderse si se tiene plena constancia de las esperanzas, temores y prejuicios generados por la historia, y de cómo estos, a su vez, vienen definidos por los entornos físicos —la geografía— en los que los individuos, sociedades y países se desarrollan.
En consecuencia, este libro está lleno de percepciones juiciosas sobre aspectos relevantes y urgentes para nuestra seguridad y bienestar. ¿Qué ha provocado que Rusia pasara a la acción en Ucrania? ¿Fallamos (en cuanto occidentales) a la hora de preverlo? En caso afirmativo, ¿por qué? ¿Hasta dónde estará dispuesto a llegar Moscú? ¿Se siente China finalmente segura bajo las que considera sus fronteras naturales, y cómo afectará esto a sus fuerzas navales y a Estados Unidos? ¿Y qué significará a su vez para otros países de la región, como India o Japón? Durante más de doscientos años, Estados Unidos ha gozado de unas condiciones geográficas y de unos recursos naturales sumamente favorables. Ahora, en cambio, obtiene petróleo y gas de fuentes no convencionales. ¿Afectará esto a su política global? Si Estados Unidos cuenta con un poder y una resiliencia extraordinarios, ¿por qué se habla tanto de su declive? ¿Las divisiones y emociones enquistadas a lo largo y ancho del norte de África, de Oriente Medio y del sur de Asia son una causa perdida o hay señales esperanzadoras de cara al futuro? Por último, acerca del punto quizá más crucial para nuestro país, Reino Unido, una de las economías más extendidas y globales del planeta: ¿cómo está reaccionando Europa frente a las incertidumbres y los conflictos que la rodean, pero también frente a los no tan cercanos? Tal y como apunta Tim, durante los últimos setenta años (y en especial desde 1991), Europa se ha acostumbrado a la idea de paz y prosperidad. ¿Acaso no corremos el riesgo de darla por sentada? ¿Seguimos entendiendo lo que ocurre a nuestro alrededor?
Si desea meditar sobre estas cuestiones, lea este libro.
Sir J OHN S CARLETT ,
caballero de la Orden del Imperio Británico
Director del Servicio Secreto
de Inteligencia (MI6), 2004-2009
INTRODUCCIÓN
Vladímir Putin asegura que es un hombre religioso, un gran defensor de la Iglesia ortodoxa rusa. De ser cierto, puede que cada noche se acueste, recite sus oraciones y le pregunte a Dios: «¿Por qué no colocaste algunas montañas en Ucrania?».
Si Dios hubiera creado montañas en Ucrania, la gran extensión de terreno sin accidentes geográficos que supone la llanura nordeuropea no habría facilitado que se atacara de forma reiterada a Rusia. Al no ser el caso, a Putin no le ha quedado más remedio que intentar, por lo menos, contener las llanuras occidentales. Lo mismo ha ocurrido con todas las naciones, tanto grandes como pequeñas. El paisaje ha aprisionado a sus líderes, dejándoles menos opciones y espacio para maniobrar del que uno podría pensar. A esto mismo se enfrentaron el Imperio ateniense, los persas, los babilonios y sus predecesores; así ha sido para todos los líderes con necesidad de terrenos elevados desde los que proteger a su tribu.
El terreno en el que vivimos siempre nos ha condicionado. Ha condicionado las guerras, el poder, la política y el desarrollo social de las gentes que ahora habitan casi todos los rincones del planeta. Puede parecer que la tecnología salva las distancias que nos separan, tanto desde un punto de vista mental como físico, pero resulta fácil olvidar que el terreno en el que residimos, trabajamos y educamos a nuestros hijos es sumamente importante. También que las decisiones de aquellos que lideran a los siete mil millones y medio de habitantes del planeta no dejarán nunca de verse supeditadas, hasta cierto punto y como siempre ha pasado, por los ríos, montañas, desiertos, lagos y mares que nos limitan.