Alejandra Brito Peña
Autonomía y subordinación
Mujeres en Concepción, 1840 - 1920.
LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL
© LOM Ediciones
Primera edición, 2014
ISBN Impreso: 978-956-00-0574-8
ISBN Digital:978-956-00-0894-7
A cargo de esta colección: Julio Pinto
Diseño, Composición y Diagramación
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En memoria de Luzmira, mi abuela
Agradecimientos
Este trabajo no hubiese podido llegar a su fin sin la ayuda de muchas personas e instituciones que en momentos distintos me apoyaron. A todas ellas quiero agradecerles.
Al Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico – FONDECYT, pues los Proyectos Nº 1000377 y Nº 1040367 me permitieron recopilar las fuentes que sirvieron de base para esta investigación.
A quienes fueron estudiantes (hoy profesionales) que me acompañaron en la recopilación de fuentes y sistematización bibliográfica, en especial a Carlos Vivallos, Priscilla Rocha, Raúl Rodríguez, María Rosa González, Valentina Soto. Les agradezco no solo por el profesionalismo de su trabajo, sino por haberme entregado su amistad y cariño en el largo proceso para terminar esta tesis.
A Mauricio Casanova, Licenciado en Historia, quien me apoyó en la fase final de esta investigación, en especial en completar algunos vacíos de información para la versión final.
Al profesor y amigo Leonardo Mazzei. Sin su apoyo y confianza hubiese sido más difícil avanzar en el sinuoso camino historiográfico. Le agradezco el haberme acogido en Concepción y haberme hecho descubrir la riqueza de los testamentos como fuentes históricas.
Al profesor Julio Pinto, por la paciencia y respeto con que leyó y corrigió cada palabra escrita en esta tesis.
A Daniel, mi compañero de vida. Por su apoyo profesional para discutir y corregir cada palabra y fundamentalmente por acompañarme con su amor y paciencia en este largo proceso.
A mis hijos Mauricio y Alejandro, por estar ahí y llenarme con su presencia a pesar de mis ausencias.
A las mujeres que rodearon mi vida, mi madre y mi abuela (que no alcanzó a ver terminada esta tesis), simplemente por enseñarme la importancia de ser mujer y entregarme las herramientas que me han permitido llegar hasta donde estoy.
A las muchas mujeres que he conocido en mi trayectoria de vida. A mis amigas, que me han brindado el cariño y la fuerza para embarcarme en más de un sueño. A las mujeres que he conocido en los muchos cursos, talleres, marchas, etc., quienes me han entregado sus experiencias y reafirman día a día la importancia de relevar las historias anónimas de las mujeres, para avanzar en el firme propósito de construir una sociedad más igualitaria, que nos permita ser mejores personas y más felices.
Introducción
La historia de las mujeres desde una perspectiva de género es el centro de esta investigación. Lo que me interesó fue poner en discusión el hacer de las mujeres, problematizando sus acciones a fin de comprender cómo funcionaba –en determinados aspectos– la sociedad que estudiamos. El espacio donde centramos la mirada fue el «Gran Concepción» entre los años 1840 y 1920, incluyendo el centro urbano y un amplio espacio rural que lo circunda.
La preocupación por incorporar a las mujeres como sujetos históricos no es casual. Parte de una experiencia personal familiar fuertemente marcada por la presencia de mujeres, y se desarrolla en un despertar a la vida adulta en un contexto sociopolítico donde las mujeres se transformaron en protagonistas. La reconstrucción histórica de mujeres se convirtió en una necesidad vital por conocer mi propia historia, presionando a mi abuela para que se explayara en sus historias de vida, que me contara sus migraciones constantes «cargada de hijos/as» en búsqueda del sustento para una familia que crecía y se mantenía por sus propios esfuerzos. Me gustaba escucharla relatar lo que había sido su vida en el campo, sus juegos y sus correrías de niña; la frustración del sueño de ser enfermera, por la decisión de su abuela de que lo mejor para ella era casarse; o cuando fue empleada doméstica en alguna casa patronal; o el relato de su huida desde un ambiente de violencia doméstica en Santiago, con un nuevo bebé en su vientre (mi madre), hasta llegar a Concepción y Chillán, donde se transformaría en comerciante popular. Transitó a lo largo de su vida entre múltiples actividades laborales, formales e informales: fue empleada doméstica, lavandera, comerciante, costurera, cocinera y obrera. Lejos de responder al estereotipo de la mujer tradicional que centra su identidad en el modelo de madresposa , ella siempre fue un sujeto activo y productivo; su ejemplo iluminó mi experiencia familiar y se convirtió en un aprendizaje cultural. Había que hacer la historia de mi abuela y de las muchas abuelas que llenaban las páginas de nuestro país.
También nutrieron mi aprendizaje cultural las mujeres que se esforzaban en la calle por retornar a la democracia y, sobre todo, aquellas que, desafiando la represión de la dictadura militar en los años ochenta, protestaban por la violación a los derechos humanos; ellas, sin transgredir los roles tradicionales de madres, esposas, hijas o hermanas de…, se enfrentaron a los militares exigiendo respuestas. O aquellas que frente a la crisis económica de los años ochenta recuperaron la memoria histórica de las mujeres y se convirtieron en las protagonistas de las estrategias de sobrevivencia a partir de las solidaridades barriales, organizándose para formar comedores infantiles, ollas comunes, los «comprando juntos», las redes de salud, etc. Esas mujeres, ausentes de las historias oficiales que se estudiaban en las aulas universitarias en esos mismos años, son las que impulsaron mi primer acercamiento a las historias de mujeres.
Mi trayectoria académica se ha nutrido también de muchas mujeres con las que he compartido encuentros, talleres, cursos e investigaciones, y aunque esos vínculos han sido aparentemente verticales, desde mi condición profesional y académica han resultado fundamentales; he podido conocer sus experiencias, su manera de construir la propia historia de vida y sus aportes a la construcción de la sociedad. De sus relatos y de la generosidad para compartir sus experiencias es que se construye también la historia que presentamos.
Pero el lugar de producción también está territorializado. No es casual escribir sobre las mujeres de Concepción; es aquí donde he desarrollado mi vida académica, son las calles y rostros penquistas los testigos de mis principales preocupaciones historiográficas. Cobijada en la Universidad de Concepción, pude transitar en sus aulas y poner en discusión con estudiantes de distintas carreras muchas de las ideas que aquí se sistematizan. Hacer historia de las mujeres de Concepción es una forma de retribuir a este territorio que me adoptó, permitiendo rehacerme como mujer y como historiadora y que me ha abierto la riqueza de su historia y de su posicionamiento para la construcción social. Los territorios no son casuales y las historias reconstruidas responden a esos espacios. En el curso de esta investigación no solo he conocido a las mujeres que vivieron en Concepción y sus alrededores entre los años 1840 y 1920, sino también he conocido la historia regional, lo que a su vez me permitió una comprensión mayor de los comportamientos de las mujeres estudiadas.