Albert Hofmann - Mundo interior Mundo exterior
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- Libro:Mundo interior Mundo exterior
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1986
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Mundo interior Mundo exterior: resumen, descripción y anotación
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¿Cuál es la verdadera realidad? ¿La sobria imagen del mundo del científico o la arrebatada imagen del mundo del místico? Las experiencias místicas espontáneas o influidas por determinadas drogas llevaron al autor, descubridor del LSD, Dr. Albert Hofmann, a plantearse esta pregunta. Penetró en la realidad que muestra ese problema filosófico fundamental desde una nueva perspectiva.
Su respuesta a la pregunta es puesta al alcance de los lectores que no están habituados a leer textos filosóficos. A lo largo de cinco preciosos y definitivos ensayos el autor, que no se conforma sólo con las respuestas de la ciencia, se aventura en los espacios de una reflexión que le acerca a las verdades del místico.
Hofmann propone, con la dignidad que le caracteriza, una visión de la vida en la que el espíritu y la materia no están reñidos y en la que el egoísmo humano aparece como un fruto de la ignorancia.
Albert Hofmann
Mundo exterior
Pensamientos y perspectivas del descubridor de la LSD
ePub r1.3
Titivillus 19.08.15
Título original: Einsichten Ausblicke
Albert Hofmann, 1986
Traducción: José Almaraz
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A mis nietos
ALBERT HOFMANN (Baden, 11 de enero de 1906 - Basilea, 29 de abril de 2008). Descubridor de la LSD, fue director del departamento químico-farmacéutico de los laboratorios Sandoz, para los que descubrió diversos fármacos de gran eficacia.
Nacido en 1906, falleció en el 2008. Sintetizó la psilocibina a partir de muestras de hongos psilocibe conseguidas de la legendaria chamana María Sabina. Fue un gran defensor de que la LSD fuera estudiada científicamente, así como de sus usos terapéuticos. Antes de morir recibió con alegría la noticia de que en Suiza volvieran a iniciarse estudios científicos con la LSD.
Albert Hofmann es un notable representante de una rara combinación entre científico y humanista.
Lo real es tan maravilloso,
como maravilloso es lo real.
Ernst Jünger
en «Sizilischer Brief an den Mann im Mond»
Hay experiencias de las cuales se avergüenza de hablar la mayoría de las personas, porque no entran dentro de la realidad cotidiana y se escapan a una explicación intelectual. No nos referimos con esto a acontecimientos especiales del mundo exterior, sino a procesos de nuestro interior, a los que se los priva de valor como si fueran meras imaginaciones y se los expulsa de la memoria. En las experiencias a las que nos referimos aquí la imagen familiar del entorno experimenta súbitamente una singular transformación, placentera o aterradora, aparece bajo otra luz, cobra un significado especial. Tal experiencia puede acariciarnos tan solo como un soplo o, por el contrario, grabarse profundamente en la mente.
Desde mi adolescencia un encantamiento semejante ha permanecido con una vitalidad especial en mi memoria. Era una mañana de mayo. Ya no recuerdo el año, pero puedo señalar con toda precisión el sitio del sendero forestal del Martinsberg, al norte de Baden (Suiza), en el que ocurrió. Repentinamente, mientras vagaba por el bosque recién reverdecido, al que atravesaban los rayos matinales del sol y henchía el canto de los pájaros, todo apareció bajo una luz desacostumbradamente clara. ¿No había mirado nunca correctamente hasta entonces y veía ahora, de pronto, el bosque primaveral tal como realmente era? Este resplandecía con el brillo de una belleza que penetraba y hablaba de forma peculiar al corazón, como si quisiera integrarme en su esplendor. Me embargó un indescriptible y feliz sentimiento de pertenencia y de gozoso acogimiento.
Ignoro cuánto tiempo permanecí de pie, hechizado, pero recuerdo los pensamientos que me embargaron cuando, tras desaparecer lentamente el estado de arrobamiento, seguí caminando. ¿Por qué razón no se prolongó más aquella visión tan gratificante, ya que había revelado, ciertamente, mediante una experiencia inmediata y profunda una realidad convincente? ¿Y cómo podía relatar yo mi vivencia a alguien —mi desbordante alegría me impelía a ello— puesto que sentía al mismo tiempo que no encontraba palabra alguna para lo que había contemplado? Me parecía extraño haber visto como niño algo tan maravilloso que los adultos, evidentemente, no advertían pues jamás les había oído hablar de ello o ¿acaso era esto uno de sus secretos?
En los últimos años de mi adolescencia, durante mis correrías por el bosque y los prados, experimenté aún alguna de estas visiones beatíficas. Ellas fueron las que determinaron de forma fundamental mi imagen del mundo, en tanto me proporcionaron la certeza de la existencia de una realidad plena de vida, insondable y escondida a la mirada cotidiana.
Esta descripción de una de mis vivencias visionarias de la niñez la he tomado ya como prólogo en mi autobiografía profesional LSD - Mein Sorgenkind (Stuttgart 1979), pues tales experiencias místicas de la realidad fueron también la razón por la que me decidí por la profesión de químico. Ellas despertaron en mí el deseo de escudriñar más profundamente la estructura y esencia del mundo material. En mi actividad profesional me he topado con plantas psicoactivas que bajo determinadas condiciones son capaces de provocar estados visionarios, parecidos a las vivencias espontáneas que he descrito. Las investigaciones acerca de sustancias modificadoras de la conciencia, de las cuales el LSD se ha hecho famoso mundialmente, me condujeron hasta el problema de la interdependencia entre conciencia y materia, entre el mundo interior, intelectual, y el mundo exterior, material. Este es el problema de aquella realidad que resulta, evidentemente, de una interrelación entre mundo interior y mundo exterior.
A fin de hacer más fácil la comprensión de las reflexiones que siguen es preciso definir qué ha de entenderse aquí bajo los conceptos de «mundo exterior», «mundo interior» y «realidad».
Por mundo exterior se entiende todo el universo material y energético al que pertenecemos también con nuestra corporeidad.
Como mundo interior se designa la conciencia humana. La conciencia se escapa a una definición científica, pues se precisa de la conciencia para reflexionar acerca de qué sea la conciencia. Esta puede ser únicamente descrita como el centro espiritual receptivo y creativo de la personalidad humana.
Existen dos diferencias fundamentales entre mundo exterior e interior. Mientras existe un solo mundo exterior, el número de mundos interiores, espirituales, es tan grande como el número de individuos humanos. Además, la existencia del mundo exterior, material, es objetivamente demostrable, mientras que el mundo interior representa una mera experiencia espiritual subjetiva.
Y ahora, la definición de la realidad que consideramos aquí. No es una realidad trascendental ni tampoco una realidad de la física teórica, que sólo fuera expresable con el auxilio de fórmulas matemáticas, sino la realidad que se designa cuando se utiliza este concepto en el lenguaje cotidiano. Es el mundo como totalidad, tal como los seres humanos lo percibimos con nuestros sentidos y lo experimentamos como seres con espíritu, y al que pertenecemos nosotros mismos con nuestra existencia corporal y espiritual.
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