El Alzheimer puede arrebatar a la persona los
recuerdos de toda una vida, pero no puede
llevarse el amor que siente su familia hacia ella.
Índice
Resumen
De un tiempo a esta parte, el paquete de síntomas y signos iniciales, medios y avanzados que acompañan a las demencias (y, concretamente, a la Enfermedad de Alzheimer), ante los que actualmente se actúa con la mayor presteza posible, abogando por una detección precoz, un diagnóstico preciso y un tratamiento paliativo que maximice los beneficios y reduzca los costes, se englobaba anteriormente con el nombre de “senilidad” y era normalizada por la inmensa mayoría de la población, ya que ésta se consideraba uno de los indicativos más característicos del comienzo de la vejez.
Sin embargo, el creciente avance epistemológico en el campo de las ciencias de la salud nos reveló que los déficits elevados o alteraciones en áreas como la memoria, las funciones ejecutivas, el lenguaje, la orientación o la conducta son señales diferenciales de un funcionamiento anómalo en la persona, que debe ser solventado, a través de diferentes técnicas que estimulen, potencien y/o compensen un terreno determinado, en función de su afectación. Esta propuesta pretende reunir un compendio de tratamientos no farmacológicos que, en combinación con psicofármacos colinérgicos, estimulen el funcionamiento neuronal, entrenando y reforzando las conexiones sinápticas intactas, potenciando la reserva cognitiva del sujeto afectado y deteniendo la propagación de la enfermedad o ralentizándola, reduciendo de forma significativa su expresión clínica.
1. Introducción
La mejora en la calidad de vida genera un aumento en la esperanza de la misma, esto conlleva a que la longevidad vaya en aumento progresivo y se produzca un envejecimiento poblacional, dando como resultado un aumento de las patologías asociadas a esa etapa vital, entre ellas, la enfermedad de Alzheimer. En vista de esto, se hará necesario el avance de las prestaciones sanitarias pertinentes a este sector poblacional y la generación del máximo número de alternativas terapéuticas posibles, a fin de subsanar los problemas emergentes, abriendo un prometedor camino a nuestra joven ciencia y utilizando la industria farmacéutica como complemento de las técnicas psicológicas, que aúnan altos beneficios con rentabilidad económica.
La enfermedad de Alzheimer se inicia de manera gradual y progresiva, provocando un déficit cognitivo continuo que empeora con el tiempo y una incapacidad funcional en sus estadios finales. Entre las manifestaciones clínicas más frecuentes, está el deterioro de la memoria episódica (al menos, en las etapas tempranas de la patología, mostrándose una incapacidad para aprender nuevos datos o para recordar información almacenada previamente). Este deterioro se suele acompañar de otras alteraciones cognitivas, como pueden ser: afasia (perturbaciones del lenguaje), apraxia (incapacidad o mala ejecución de tareas motoras), agnosia (no reconocer o tener dificultades para identificar objetos o personas) y perturbación en funciones ejecutivas (tales como: planificación, organización, etc.). En cuanto al comienzo de la demencia tipo Alzheimer, éste puede ser temprano (previo a los 65 años de edad) o tardío (posterior a los 65 años). Se estima que esta patología puede dilatarse en el tiempo, aproximadamente, entre 10 y 15 años, aunque esta duración está sujeta a variaciones individuales en cada paciente (Hernando, 2010).
En la actualidad, se ha avanzado hasta un primer acercamiento a tratamientos eficaces (aunque no siempre de efectos sostenidos en el tiempo) de esta patología, principalmente, desde dos grandes campos: el farmacológico y el psicológico, los cuales desarrollaré más adelante.
1.1. Esperanza de vida en España
Atendiendo a los datos proporcionados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre la esperanza de vida se encuentra que, a lo largo de estos 21años (hasta el año 2012), tanto las mujeres como los hombres han aumentado su esperanza de vida, de media, entre 4 y 6 años.
Por tanto, es posible afirmar que la longevidad ha ido en aumento progresivo. Esto es visible en las investigaciones del INE, donde estima en sus “Proyecciones de Población a Corto Plazo” anuales que, al realizar un cálculo de la población respecto a su esperanza media de vida en los 10 próximos años, ésta será de 81’8 años en el caso de los varones y de 87’0 años en las mujeres para el año 2022, disminuyendo la tasa de mortalidad en la población española como consecuencia de la edad.
Más adelante, en las “Proyecciones de Población a Largo Plazo” trienales, realizando el mismo cálculo sobre la esperanza media de vida en los 40 años sucesivos, se estimó que los hombres vivirían una media de 86’9 años, mientras que las mujeres se calculó que llegarían a los 90’7 años de vida en el año 2051.
1.2. Calidad de vida en España
En segundo lugar, se exponía que el motivo de dicho aumento en la esperanza de vida se debía a un incremento en la calidad de la misma en la población española, yendo parejo a este factor un avance en las nuevas tecnologías médicas, como las técnicas de neuroimagen funcional de la memoria operativa (Maestú et al, 2008), que permiten un diagnóstico temprano y económico (Barnett et al., 2014).
La calidad de vida se puede comprobar cotejando los datos publicados en 2013 por la OECD (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), la cual realizó un estudio comparativo entre los miembros de la OECD (2013), que cuantificaba el progreso individual y social. Estas estadísticas revelan que España obtiene resultados muy positivos y superiores a la media en las áreas de equilibrio entre trabajo y vida personal, estado de salud, relaciones o conexiones sociales y vivienda. En cambio, su puntuación se ubica por debajo de la media en bienestar subjetivo, compromiso cívico, calidad ambiental, educación y habilidades, puestos de trabajo y ganancias. En las dimensiones restantes, se encuentra en torno a la media internacional.
En conclusión, la OECD considera a España un país que posee una buena calidad de vida (pese a la notoria crisis que está sufriendo en la actualidad), ya que se progresa adecuadamente en ciertas áreas que este organismo considera esenciales para unas condiciones de vida óptimas. Es, en este contexto de crisis económica, cuando se realza la necesidad de apostar por tratamientos que combatan la enfermedad de Alzheimer a un coste relativamente reducido y con garantías de eficacia demostradas.
Así pues, el aumento de la calidad y la esperanza de vida desembocarían en un inminente envejecimiento poblacional, que elevaría significativamente el porcentaje de patologías asociadas a la tercera edad, entre las que se encuentra el Alzheimer.
Los datos del INE (2012) revelan que la categoría de Enfermedades del Sistema Nervioso, la cual comprende dentro de sí a la EA (Enfermedad de Alzheimer), se encuadra en la cuarta posición del ranking de principales patologías (afectando a un 5’5% de la población total) y siendo superada únicamente por las enfermedades del sistema circulatorio (33’3%), los tumores (27’5%) y las patologías del sistema respiratorio (11’7%).
En cuanto a las diferencias por sexo, el porcentaje de mujeres cuya causa de incapacidad y mayor probabilidad de muerte asociada a la enfermedad de Alzheimer, es notablemente superior (70’6%) al de hombres (que suponen el 29’4%).
Se ha establecido una relación directamente proporcional entre el grupo de edad (la senectud) y el número de pacientes de Alzheimer que se encuentran (suponen la mayoría de afectados).
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