Plan de prevención del alzhéimer
RBA INTEGRAL
PATRICK HOLFORD
con SHANE HEATON
y DEBORAH COLSON
PLAN DE PREVENCIÓN DEL ALZHÉIMER
Diez formas de frenar la pérdida de memoria
Traducción de
GLÒRIA BOHIGAS
Título original: The Alzheimer’s Prevention Plan.
Autor: Patrick Holford.
Publicado por primera vez en Gran Bretaña en 2005 por Piatkus, una división de Little, Brown Book Group, y revisado en 2011.
© del texto: Patrick Holford, 2005, 2011.
© de la traducción: Glòria Bohigas, 2013.
© de esta edición: RBA Libros, S. A., 2013.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
Primera edición: mayo de 2013.
RBA INTEGRAL
REF.: OEBO871
ISBN: 9788416267521
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Todos los derechos reservados.
CONTENIDO
?
?
?
AGRADECIMIENTOS
Este libro no hubiera sido posible sin la ayuda y el apoyo de muchas personas. Estoy inmensamente agradecido a Shane Heaton y a Deborah Colson —dos excelentes especialistas en nutrición del Instituto de Nutrición Óptima—, que han colaborado en esta investigación. También estoy en deuda con el profesor David Smith, de la Universidad de Oxford, y con la profesora Helga Refsum, de la Universidad de Oslo, por sus valiosos comentarios y su inmensa generosidad; y con el doctor Andrew McCaddon, un pionero de la investigación sobre homocisteína y alzhéimer, que tan amablemente me ha permitido publicar sus historias clínicas. Entre bastidores, por así decirlo, están mi querida esposa Gaby, mi asistente personal Parminder, y el excelente equipo editorial de Piatkus, dirigido por Jillian Stewart. A todos ellos, gracias.
GUÍA PARA USAR LAS ABREVIATURAS Y MEDIDAS DE ESTE LIBRO
1 gramo (g) = 1.000 miligramos (mg) = 1.000.000 microgramos (mcg, también escrito μg)
Todas las vitaminas se miden en miligramos o microgramos. Las vitaminas A, D y E también se designan en unidades internacionales (UI), una medida diseñada para estandarizar las diversas formas que adoptan estas vitaminas, que poseen distintas potencias.
Obsérvese que 6 mcg de betacaroteno, precursor vegetal de la vitamina A, tiene un promedio de conversión de 1 mcg de retinol, forma animal de la vitamina A; por lo tanto, 6 mcg de betacaroteno se designan como 1 mcg ER (ER significa «equivalente de retinol»). A lo largo del libro, nos referiremos al betacaroteno en mcg ER.
1 mcg de retinol (1 mcg ER) = 3,3 UI de vitamina A
1 mcg ER de betacaroteno = 6 mcg de betacaroteno
100 UI de vitamina D = 2,5 mcg
100 UI de vitamina E = 67 mg
NOTA SOBRE BIBLIOGRAFÍA Y OTROS RECURSOS
Las notas bibliográficas que aparecen a lo largo de este libro remiten a los estudios referenciados en la bibliografía final, a los que pueden acceder las personas interesadas en analizar el tema con mayor profundidad. También se incluyen otros libros y sitios web para los lectores no iniciados en los apartados de «Lecturas recomendadas» () al final del libro.
PRÓLOGO
El tiempo se lo lleva todo, incluso la memoria: recuerdo a menudo que cuando era niño me pasaba largos y soleados días cantando; ahora he olvidado todas esas canciones.
VIRGILIO, Égloga IX
Virgilio, uno de los grandes poetas de la antigua Roma, escribió esta frase hace dos mil años, pero ya entonces se sabía que la memoria empieza a fallar con la edad. Hoy en día, este fenómeno está alcanzando cifras alarmantes: cada año más de un millón de adultos en Europa y unos 750.000 en Estados Unidos y Canadá empiezan a sufrir pérdidas de memoria. Según las últimas estimaciones hay unos cinco millones de estadounidenses y 14 millones de europeos que presentan alteraciones de este tipo. En cinco años, por lo menos la mitad, y posiblemente hasta el 70% de las personas que presentan fallos de memoria, desarrollará demencia, cuya forma más común es la enfermedad de Alzheimer.
La Organización Mundial de la Salud ha estimado que en el año 2000 la cifra total de personas con demencia llegaba a 22 millones. A causa del envejecimiento de la población mundial, es muy probable que hacia el año 2050 hayan desarrollado alzhéimer unos 114 millones de personas.
La demencia es una epidemia creciente de gran envergadura. Pero ¿qué podemos hacer? ¿Hay algún Gobierno que esté abordando la cuestión? ¿Alguna de las grandes compañías farmacéuticas está desarrollando nuevos tratamientos para combatirla? La respuesta es no, por lo menos no de forma urgente ni con una visión amplia del problema.
La asombrosa indiferencia que suscita este urgente problema internacional plantea otra pregunta: ¿por qué? A mi entender, la principal razón es que alrededor de la enfermedad de Alzheimer ha aflorado una especie de fatalismo. Durante siglos hemos pensado, como Virgilio, que el deterioro de la memoria era un rasgo característico de la vejez y, dado que la pérdida de memoria es uno de los síntomas fundamentales del alzhéimer, hemos asumido que era una enfermedad inevitable.
Esta idea se ha convertido en un dogma, pero es falsa. La enfermedad de Alzheimer no es una parte inevitable del proceso de envejecimiento, sino una enfermedad en sí misma. Un segundo dogma relacionado con el alzhéimer es que todo depende de los genes, lo que hace imposible que algunas personas puedan evitar la enfermedad. De nuevo, es una asunción falsa. Únicamente una pequeña parte de las personas con alzhéimer, tal vez solo el 1%, desarrollan esta afección debido a la mutación de ciertos genes.
La mayoría de los casos de alzhéimer se debe a una combinación de distintos factores que coinciden en una misma persona. Algunos de los llamados «factores de riesgo» son genéticos, pero estas mutaciones no son determinantes, y su efecto puede estar influido por un gran número de agentes no genéticos, como la edad avanzada. Ahora bien, lo importante es que muchos factores de riesgo no genéticos pueden modificarse. Por ejemplo, podemos cambiar el estilo de vida o nuestra dieta. Solo con hacer eso, reducimos en gran medida el riesgo de desarrollar enfermedades como las afecciones cardíacas. En los últimos cincuenta años, las enfermedades cardíacas y los accidentes cerebrovasculares se han reducido a la mitad en los países desarrollados, y esto se debe en gran parte al reconocimiento de que son trastornos multifactoriales, con numerosos factores de riesgo no genéticos. El tabaco, por ejemplo, es una de las principales causas de riesgo para las enfermedades de los vasos sanguíneos, y el descenso de este hábito ha contribuido en gran medida a la disminución de la mortalidad por afecciones cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
Del mismo modo que no hay nada inevitable en las enfermedades del corazón, tampoco lo hay en la enfermedad de Alzheimer. El libro de Patrick Holford aborda este tema con gran entusiasmo y ha de ser acogido con los brazos abiertos. En él hace un repaso de las recientes investigaciones —incluyendo mis propios estudios con el equipo OPTIMA de la Universidad de Oxford—, que demuestran que los factores asociados al estilo de vida, como la dieta, pueden tener una fuerte influencia en el riesgo de demencia. Es importante que sepamos que la enfermedad de Alzheimer puede prevenirse, y los gobiernos también han de ser conscientes de ello. La lección de este libro es que podemos ayudarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos empezando a modificar la manera como vivimos para reducir en buena medida la posibilidad de desarrollar la enfermedad. Pero hemos de comenzar a cuidarnos a partir de este instante: el proceso se inicia a una edad temprana y a los treinta años algunos de nosotros presentamos indicios cerebrales de alzhéimer, del mismo modo que tenemos aterosclerosis en los vasos sanguíneos. ¡Pongámonos manos a la obra!
Página siguiente