Iglesia en la diversidad
Esbozo para una eclesiología intercultural
©Margit Eckholt
©Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 · Santiago de Chile
· 56-02-28897726
www.uahurtado.cl
ISBN libro impreso: 978-956-9320-88-0
ISBN libro digital: 978-956-9320-89-7
Registro de propiedad intelectual Nº 241289
Freundschaft und Weisheit. Zur ekklesiologischen Verortung
des Ordenslebens by Margit Eckholt.
Out of: Margareta Gruber/Stefan Kiechle (Hg.), Gottesfreundschaft.
Ordensleben heute denken © Echter Verlag Wuerzburg 2007, Page 143-166.
Este es el décimo cuarto tomo de la colección Teología de los tiempos
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
Colección Teología de los tiempos
Dirección Colección Teología de los tiempos: Carlos Schickendantz
Dirección editorial: Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro
Diseño de la colección y diagramación interior: Alejandra Norambuena
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L a Iglesia se entiende esencialmente desde su misión, o dicho de otra manera, “Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14). Esta idea “testamentaria” de Pablo VI, Pontífice que inspira en alguna medida la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium del Papa Francisco, es retomada por la misma Exhortación con aquella frase acerca de “una Iglesia en salida. En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de ‘salida’ que Dios quiere provocar en los creyentes” (EG 20). El título escogido para la presente publicación —Iglesia en la diversidad— refleja, precisamente, ese movimiento misionero que describe certeramente el contenido fundamental que aúna esta recopilación de “ensayos” o “intentos de búsqueda”, que contribuyen de buena manera “a la apertura de caminos nuevos que lleven a una renovada comprensión de la eclesiología y la teología dogmática” (Introducción). Los ocho capítulos que componen esta obra poseen una ilación muy profunda, aunque sutil, en torno a la condición extrovertida de la Iglesia, que la Dra. Eckholt describe y estudia desde las coordenadas de la cultura. De allí la explicitación del título: “Esbozo para una eclesiología intercultural”. Si uno persigue las ideas que fundamentan los diferentes estudios aquí publicados descubre una comprensión muy honda de la eclesiología del Concilio Vaticano II, pero comprendida 50 años después, a la luz de los nuevos desafíos culturales del tercer milenio, es decir, descubre una eclesiología abierta al otro, en cuanto otro.
Durante las cuatro sesiones del Vaticano II, los padres conciliares, y con ellos la Iglesia en su totalidad, vuelven a tomar conciencia de la presencia del “‘otro’ —mundo y cultura— en su valor propio” (Cap. I). Pero esta presencia del otro determina también a la Iglesia en su propia autoconciencia, ya que si ella se ha definido como sacramento de salvación para el mundo, reflejo de la luz —Cristo— para todos los pueblos de la tierra (LG 1), lo que son y lo que necesitan esos mismos pueblos —ese otro— no le puede ser indiferente a ella, y más todavía, determinará también, en alguna medida, lo que debe reflejar de su fuente de luz. Esta es una nueva forma de comprender lo “católico”, es decir, el hecho que todos los hombres y mujeres, en sus diferencias, están llamados a la comunión con Cristo, porque Cristo —como Logos hecho carne— es la Palabra última de la realidad y del hombre. Aquí surge una polaridad que es muy enriquecedora, aunque no exenta de fricciones, incluso a veces fuertes. Se da una permanente tensión entre lo que es la Iglesia, como don recibido de su Fundador y acogido por la generación apostólica, y para quién es la Iglesia, como finalidad de su anuncio, ya que la Iglesia siempre es para otros. Por lo tanto, la realidad del otro es también parte de su propia identidad, en cuanto apertura a ese otro. La polaridad es siempre beneficiosa, porque hace caminar, desinstala y mueve hacia una síntesis siempre nueva y más enriquecedora. La apertura al otro obliga a una constante renovación, a nuevas reformas y a una permanente conversión, siempre desde y volviendo a su núcleo que es el Señor y su Evangelio en el Espíritu Santo. Todos estos son aspectos que están contenidos e implícitos en la categoría de sacramento, concepto basilar de la eclesiología de Lumen gentium, y que Margit Eckholt, a la luz de la génesis del mismo texto, ha puesto al descubierto y profundizado con algunas proposiciones para futuras reflexiones. Entenderse a sí mismo a partir del otro, dato básico de la filosofía y sociología contemporáneas, supone una actitud reconciliada con el otro, con todo otro. Eso era precisamente lo que la Iglesia no había logrado hacer en toda la disputa antimodernista, y lo que ha comenzado a realizarse desde el Vaticano II. Eso la ha hecho ahora una Iglesia mundial, no en el sentido que todo el mundo pertenece a ella, sino en el sentido que todo el mundo le interesa a ella, todo el mundo le habla a ella, todo el mundo se relaciona con ella. Y este ha sido un cambio fundamental para la comprensión de la propia Iglesia.
Si lo católico, lo “mundial”, implica la apertura a todo otro, surge la pregunta acerca de dónde me encuentro con ese otro, o mejor, cuál es el elemento común que nos permite entrar en contacto a unos con otros. Todos somos seres humanos y habitamos en el lenguaje, ese es nuestro hábitat. Eso se llama también cultura y es lo común que nos permite interactuar con los demás. Inspirada en los loci theologici de Melchor Cano, la Dra. Eckholt aporta aquí un nuevo locus, o quizá, una nueva forma de comprender el lugar teológico historia. Sea como fuere, aunque historia y cultura no son lo mismo, no son totalmente separables. Lo interesante aquí es que si entendemos al otro en su cultura como un lugar teológico, entonces estamos frente a una palabra de Dios, frente a una “autoridad” que puede confirmar o criticar nuestra propia identidad “católica”, frente a una autoridad que, ciertamente, necesito discernir e integrar con las demás autoridades o lugares teológicos, pero que de todas maneras me permitirá comprender más auténticamente la Sagrada Escritura y, por lo tanto, afirmar mi propia identidad. Es una manera, todavía más fuerte, de hacer propio al otro, porque está en la misma dinámica de que solo me conozco como yo mismo desde el otro: Uno mismo como otro (Ricoeur). En esta dinámica fuerte del locus cultura nos encontramos con que ese otro es voz de Dios, es signo de los tiempos. Pero además, si la fe es también respuesta humana, esa respuesta se produce desde la cultura, y si “esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible”, y si “el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en una forma conocida por Dios, se asocien a este misterio pascual” (GS 22), entonces en toda cultura hay alguna respuesta de fe ‘anónima’, ‘implícita’, o como quiera llamársela, y por lo tanto, una forma también verdadera de fe y, como tal, ‘explicativa’ del cristianismo, que debemos leer sin miedo y discernir e integrar en la gran
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