INDAGACIÓN
CRISTIANA
EN LOS MÁRGENES
UN CLAMOR LATINOAMERICANO
DIEGO IRARRÁZAVAL
CONTENIDO
PARTE I
DESINSTALACIÓN Y DESAFÍOS
CAPÍTULO I
Crisis de civilización
CAPÍTULO II
Felicidad y vivir-bien
CAPÍTULO III
Reconocer las diferencias
CAPÍTULO IV
El acontecer religioso
CAPÍTULO V
La cotidiana espiritualidad
CAPÍTULO VI
Redimensionar lo eclesial
PARTE II
CONTROVERSIAS Y SABIDURÍA MARGINAL
CAPÍTULO VII
Éxito sacralizado y mística andina
CAPÍTULO VIII
Mito en el caminar originario
CAPÍTULO IX
Fiesta autóctona y control moderno
CAPÍTULO X
Evangelización mestiza en Chile
CAPÍTULO XI
Actitud idolátrica y alma de Chile
PARTE III
PERSPECTIVA CREYENTE-MASCULINA
CAPÍTULO XII
Paradigma de género
CAPÍTULO XIII
Corporeidad masculina
CAPÍTULO XIV
Interpelación a la vida religiosa
CAPÍTULO XV
Lo femenino en el varón
PARTE IV
SÍMBOLOS CRISTIANOS Y MARIANOS
CAPÍTULO XVI
Simbólica en la práctica de Jesús
CAPÍTULO XVII
Ventanas a la cristología
CAPÍTULO XVIII
Creencias en María y Dios
CAPÍTULO XIX
Sincretismos marianos
CAPÍTULO XX
María en América Latina
CAPÍTULO XXI
Fiesta en el catolicismo
PARTE V
POLIFONÍA TEOLÓGICA
CAPÍTULO XXII
Teologías del Sur
CAPÍTULO XXIII
Salvación indígena y afroamericana
CAPÍTULO XXIV
En aguas y tierras amazónicas
CAPÍTULO XXV
Convocatoria cristiana y musulmana
CAPÍTULO XXVI
Empatía con voces asiáticas
CONCLUSIÓN
En los márgenes, la fuerza y el silencio de Dios
PRÓLOGO
Es un agrado, aunque también una responsabilidad, que Diego y los responsables de la edición de este nuevo volumen de la colección “Teología de los tiempos” hayan pensado en mí para prologarlo. De entrada, pienso que Diego es sin duda la persona más indicada, en nuestro medio, para tratar la temática que aborda el libro. Su mismo título señala los dos aspectos que son las claves de su desarrollo: Estar atento, por imperativo cristiano, a lo que ocurre en los márgenes de la cultura latinoamericana, para detectar ahí el clamor del Espíritu de Dios (Ex 3,7). A partir de esa atención al clamor surgido en los márgenes, como presencia del clamor del Espíritu, la “indagación cristiana” que Diego propone no es debida meramente a un prurito académico, sino que implica el llamado a dar el paso siguiente: “Bajar” (Ex 3,8) a ese margen para colaborar en la liberación que el Espíritu suscita.
Para lograrlo, Diego ha estructurado el libro en cinco partes. Aunque el orden secuencial no es lineal, sino circular. Diego va “dando vueltas” a la realidad profunda de una cultura “marginal” que, en realidad, ha sido “marginada” por la cultura dominante y sus medios poderosos, pero que está en el corazón de las mayorías que constituyen esos pueblos de los márgenes. Por lo mismo, el libro no pretende ser un llamado a tomar en cuenta un “nicho” cultural de interés especializado, sino que trata de constituir una interpelación para quienes participan de la cultura dominante a fin de que tomen conciencia de las “mayorías” dominadas, cuyas “sub-culturas” son, por lo mismo, “mayoritarias”. Y el problema que suscita aquí Diego es que esto es verdad también para la “teología dominante”, la que tiene que abrirse a tomar en serio el significado teológico del clamor presente en la religiosidad de esas mayorías.
Siguiendo siempre esa intención de base, en la primera parte, el autor muestra su plena conciencia del fenómeno de la modernidad secularizada y del impacto globalizador con todas las consecuencias arrasadoras de quienes buscan por otro lado y que, por lo mismo, tienden a resultar marginados. Pero, a pesar del avasallamiento con que “bloquean nuevas rutas o incluso llevan al abismo, también existen caminos viables y cordiales. A partir del silencio y de la protesta lúcida es posible reiniciar la marcha que humaniza”. Tal como fue un camino viable y cordial el del Mar Rojo, reiniciando el pueblo bíblico la marcha humanizadora, gracias a que Dios “oyó el clamor del pueblo marginado… y bajó a liberarlo”. Así también, “con ojos y oídos atentos a las razones del corazón, ojalá se sigan replanteando las vivencias cristianas y las estructuras religiosas”. Diego observa cómo “crece la indignación” por la expoliación de la tierra y el agua, que suscita nueva valoración de la vida (movimiento de eco-teología), como signo de estos tiempos, que permite a la Comunidad cristiana atenta “danzar una música diferente que nace de las entrañas generadoras de vida”. Un danzar que es comunitario, tal como el Padre nuestro es de un “plural rotundo e ineludible que ha sido reemplazado por plegarias individuales que, por lo mismo, tal vez sean contra-oraciones, un malicioso viraje pagano.…”, citando aquí Diego I. a Gabriela Mistral. De esta manera se coloca el acento fundamental del libro; el clamor es del pueblo, y la espiritualidad cristiana debe seguir el “bajar de Dios” hacia el pueblo que está en los márgenes, lo cual constituye, por lo demás, el corazón de la cristología: la kénosis de Dios que, en Jesús, irrumpe en los márgenes y acaba, así, también marginado. Sin embargo, esa inserción en la marginalidad constituye a la vez la más profunda experiencia de felicidad: “el mundo es feliz gracias a la creación divina y a la corresponsabilidad humana. Es, pues, impugnado el ser humano que imagina ser dueño de todo…, y es también confrontado el omnipotente antropocentrismo que se ha infiltrado en la razón, en la ciencia, la tecnología y hasta en el pensamiento religioso”.
De esta manera, el libro presenta un criterio alternativo de felicidad, que subyace precisamente en esas culturas “marginales”, las que, por lo mismo, se defienden contra la imposición globalizadora de una cultura dominante que amenaza con arrebatarles la felicidad experimentada en el verdadero sentido de la existencia humana, que es la “alteridad”. Desde esa perspectiva, el autor nos presenta gran cantidad de aportes teológicos de una espiritualidad elaborada en América Latina y el Caribe, cuyo contenido es precisamente el evangelio de la felicidad humana, no centrado en el dominio, sino en la vida compartida. Diego la denomina “Polifonía biocéntrica”, la cual “determina que el debate sobre cultura y religión no puede olvidar las mayores preocupaciones humanas: el significado del dolor, el cambio cultural, la calidad de la existencia… donde se palpa la dimensión trascendente de la existencia ordinaria”, con su “cotidiana espiritualidad”. Y concluye la primera parte abriendo la mirada evangeliza-dora a una nueva conciencia, puesto que “en el escenario latinoamericano de hoy, lo católico no se manifiesta como una esencia cultural-espiritual, ni es una plataforma desde la cual llevar a cabo un plan evangelizador, sino que vale, más bien, desentrañar procesos humanos, descubriendo en ellos los signos de los tiempos y reconociendo varios modos de ser católico”.