¿De dónde viene el color? ¿Cómo encuentran los pintores nuevas tonalidades y de qué manera influyen éstas en su obra? Desde la austera paleta de los griegos y la costosa pasión por el púrpura de los romanos hasta la gloriosa profusión del arte renacentista y la sobriedad cromática de Velázquez y Rembrandt; desde las tempranas incursiones de los pintores románticos en el laboratorio del químico al matrimonio, en ocasiones fallido y en otras espectacularmente exitoso, entre arte y ciencia en el siglo XX, la química y el uso artístico del color han existido siempre en una simbiótica relación que ha determinado sus respectivas evoluciones. La historia de la pintura ha estado influida por la disponibilidad o no de determinados pigmentos, y los descubrimientos científicos se han reflejado directamente en la paleta del artista. Lleno de anécdotas y apuntes etimológicos, La invención del color es una historia luminosa de la magia escondida en el lienzo del pintor.
Philip Ball
La invención del color
ePub r1.0
Titivillus 03.08.16
Título original: Bright Earth. The invention of colour
Philip Ball, 2001
Traducción: José Adrián Vitier Rodríguez
Ilustración de cubierta: Tabla de colores empleada por el ejército austro-húngaro para distinguir a sus tropas
© Museo de Historia del Ejército, Viena
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
PHILIP BALL (Gran Bretaña, 1962) es un físico, químico y divulgador científico británico. Estudió en la Universidad de Oxford y se doctoró en la Universidad de Bristol. Durante más de veinte años estuvo ejerciendo como editor en la revista Nature. Es columnista de la revista Chemistry World.
Una de sus obras más divulgadas, Masa Crítica (Critical Mass: How One Thing Leads To Another, 2004, que obtuvo el Aventis Prize de 2005) trata un amplio conjunto de materias conectadas con la complejidad que relacionan las ciencias sociales y las ciencias naturales, rechazando su disociación (que demasiado frecuentemente se hace en ciencias duras y blandas como si pertenecieran a dos culturas opuestas): el concepto de transición de fase, la teoría de juegos, el dilema del prisionero, la teoría de la bifurcación, la teoría de catástrofes, la ley de Zipf, los fenómenos del mundo pequeño o del camino aleatorio, etc. Aborda la reciente definición de una posible ciencia de la econofísica y otras que aplican modernos modelos matemáticos a fenómenos sociales y económicos, como los ciclos económicos o el flujo del tráfico (traffic flow).
Otras obras publicadas en español son La invención del color, H2O: Biografía del agua y El instinto musical.
RELACIÓN DE ILUSTRACIONES
FIGURAS
LÁMINAS A COLOR
PREFACIO
D urante los últimos dos años he aprendido a hablar un nuevo lenguaje. No tanto a hablarlo como a pensarlo, ya que el color en la pintura es un lenguaje que las palabras apenas pueden traducir. Por ejemplo, el crítico de arte alemán Lorenz Dittmann dijo sobre Las espigadoras (1857) de Jean-François Millet:
Los colores insólitamente austeros […] se emplean en apretada sucesión: tonos rojizos en la figura central, cercanos al carmín, cobrizo, pardusco, y brillante; matices delicados y vívidos del gris en la figura de pie de la derecha: gris-azul plateado brillante, gris-paloma, grises azules y turquesas […] el tono pardusco, casi indefinible, del campo en la media distancia, adquiere contra las gradaciones grises de la figura del fondo un débil tono violeta-rosáceo, que vuelve a aparecer en el primer plano levemente oscurecido.
¿Podemos ver la imagen? Por supuesto que no, aunque las palabras ya comienzan a pintar su propio cuadro. El color, como la música, llega por un atajo hasta nuestros sentidos y sentimientos. La Iglesia comprendió esto en la Edad Media y asimismo los grandes maestros de la pintura; también lo han comprendido propagandistas, anunciantes y diseñadores. No en balde los filósofos y los lingüistas gustan tanto de discutir acerca del color: éste los tienta, los provoca y los elude, al tiempo que promete maravillas y profundos secretos.
Entonces, ¿dónde comenzar a aprender este lenguaje? Estoy convencido de que no hay una vía mejor que las otras. Yo lo he abordado a partir de la sustancia del color; esto se debe en parte a mi formación como químico, y también a que me encantan la pintura y los pigmentos en cuanto materias, con apariencia, olores, texturas, y nombres atrayentes y embriagadores. He aquí un lenguaje del color que ya sé interpretar: la ftalocianina me habla de clorofila y sangre, el bermellón evoca en mí el azufre y el mercurio de los alquimistas. Sin embargo, el uso del color entre los pintores no sólo tiene su propia química peculiar, sino también sus tradiciones históricas, su psicología, sus prejuicios, su religiosidad y misticismo.
Imagino que si alguna vez llegase a hablar con fluidez una lengua extranjera, al llegar al país donde ésta se habla experimentaría algo similar a lo que sentí al cabo de varios meses de haber comenzado este proyecto, cuando visitaba otra vez la National Gallery. Mediante la ayuda del color pude empezar a comprender, o al menos a vislumbrar fragmentariamente, lo que contaban las paredes a mi alrededor. Donde antes hubo imágenes bidimensionales en marcos dorados, había ahora un mundo vivo. Cada cuadro parecía acabado de salir del taller del artista, las huellas del pincel revelando la transición de la pintura de la paleta al panel o al cuadro. Naturalmente, también el tiempo ha dejado su huella: las pinturas a veces necesitan ser descifradas de un modo no previsto por sus autores, a medida que los verdes se oscurecen hacia el negro y los rojos se difuminan hacia el rosa. Al fin y al cabo, el lenguaje del color consiste realmente en aprender a ver.
He sido profundamente afortunado al haber podido contar, en este aprendizaje, con los consejos de personas que conocen más el lenguaje del color de lo que yo jamás podré conocer. Doy las gracias a Tom Learner de la Tate Gallery, a Jo Kirby de la National Gallery, a John Gage de la Universidad de Cambridge, a Martin Kemp de la Universidad de Oxford, a Helen Skelton y David Lewis de la Universidad de Leeds, y sobre todo a Joyce Townsend de la Tate, quien no sólo ayudó con materiales e información sino también leyendo diligentemente todo el borrador manuscrito. Estoy en deuda con el Royal College of Art por el uso de su espléndida Biblioteca de Referencia del Color, y con mis editores Andrew Kidd y John Glusman por ayudarme a que este libro encontrara su forma. Naturalmente, el continuo interés y entusiasmo de muchos amigos y colegas es el alimento que todo escritor necesita, y nunca puede agradecer bastante.
PHILIP BALL
Londres, 2001
NOTA: A menudo he empleado la tercera persona del masculino para referirme a algún pintor genérico hasta el siglo XX. No es más que un intento de ser consecuente con los registros históricos: las pintoras eran por lo general excepciones tan escasas que poner “él o ella” no encajaría bien en el contexto. Podemos deplorar las inequidades de épocas pasadas pero no negarlas. No obstante, como se ve en la , algunas mujeres llegaron a ser pintoras incluso en los tiempos más chovinistas.