Titulo original en inglés:
Art in History
© Martin Kemp, 2014
Ilustraciones de cubierta e interior:
Cognitive Media Ltd, 2014
Publicado por primera vez en el Reino Unido por Profile Books Ltd
De esta edición:
© Turner Publicaciones S.L., 2015
Rafael Calvo, 42
28010 Madrid
www.turnerlibros.com
De la traducción:
Ana Herrera Ferrer
De la corrección:
Marc Jiménez Buzzi y Antonio Rivas
Diseño de cubierta:
Estudi Miquel Puig
Diseño original del interior:
Jade Design
Adaptación de diseño y maquetación:
David Anglès
Primera edición: septiembre de 2015
eISBN: 978-84-16354-22-1
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:
Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial.
INTRODUCCIÓN
EL ARTE EN LA HISTORIA
Los artistas y las obras de arte que aparecen en este libro han transformado la manera que tiene el arte de afectarnos. A lo largo de los siglos, pintores y escultores nos han invitado a hacer cosas decididamente nuevas.
Por citar solo un ejemplo, no sabemos cuál fue la reacción de las primeras personas que contemplaron el cuadro Las meninas, de Diego Velázquez, pero podemos estar seguros de que nunca habían visto nada semejante. La obra es reconocible como retrato de grupo, pero no se ajusta a las normas. El artista aparece, sí, pero solo vemos una parte del reverso de su lienzo. La joven princesa y su séquito se han reunido en una sala imponente. Pero ¿a quién miran? A alguien más importante que nosotros, suponemos. El rey y la reina se ven reflejados en el espejo. Pero ¿dónde están? Son el tema ausente del cuadro. Velázquez, al igual que otros grandes artistas, deja un espacio abierto a la interpretación en el que todos podemos representar nuestro papel.
El arte en la historia se centra en la relación triangular entre el arte, el artista y el espectador; frecuentemente, en el contexto de Dios y la naturaleza. Eso es lo que distingue el presente libro de las numerosas historias del «arte occidental» que han venido antes: aquí se consideran las diversas nociones históricas del arte y los artistas como categorías dentro de las cuales se produce y se consume el arte. Lo que el arte requiere del espectador, y lo que el espectador requiere del arte, ha ido variando radicalmente a lo largo de las diversas épocas. Así veremos aparecer al artista como individuo que hace una contribución notable al desarrollo del arte en la antigua Grecia y luego, una vez más, en el Renacimiento. Los siglos subsiguientes atestiguarán la evolución de dichas categorías hasta la adopción de su significado moderno. Los acontecimientos a menudo parecerán obedecer a la idea de «progreso», concepto de gran influencia en la evolución de los sistemas modernos, tanto económicos como políticos. Y lo cierto es que todos los aspectos del establecimiento del arte y los artistas en cuanto tales están profundamente relacionados con los cambios materiales y conceptuales que tienen lugar en la sociedad.
Al situar el arte «en» la historia, surge un gran interrogante: ¿el artífice de las obras es un agente subordinado, o bien un héroe autónomo de la creatividad? O para plantear preguntas más sutiles: ¿hasta qué punto la obra de arte es, en primer lugar y ante todo, la expresión de una serie de imperativos sociales? ¿Y hasta qué punto depende de la comunicación directa e intemporal de valores humanos de un individuo a otro? ¿Pueden darse ambas cosas a la vez? En las páginas que siguen sostendré que, en efecto, ambas sustentan el poder de las imágenes.
La forma en que una obra de arte se inscribe en la historia no varía menos que las propias obras y los propios artistas. Una representación medieval del tema de la Virgen María y el Niño refleja una belleza espiritual que se encuentra más allá de este mundo, mientras que el cuadro que pinta Goya de una masacre contemporánea nos habla de una contienda violenta. Lo que llamamos «estilo» de la obra resulta esencial para su efecto. De nada servirían a Goya la suave gracia y el alto refinamiento de la Virgen. Los violentos contrastes de color y las pinceladas incendiarias de Goya no ejercerían el efecto adecuado en un devoto medieval. Las obras que veremos presentan una convincente unidad de estilo y contenido. Cada una de ellas indica una relación especial con el espectador en el contexto de la sociedad de la cual surgió, y nos «habla» en la voz de su época. Aunque podemos oírlas todavía, les sacaremos un partido mucho mayor si somos capaces de sintonizar el oído a sus diversos acentos.
Nuestro repaso de las obras escogidas seguirá por lo general un orden cronológico, porque lo que hace cada artista está relacionado con lo que vino antes y afecta nuestra visión del pasado. Como escribió el gran poeta T. S. Eliot en 1921, «lo que ocurre cuando se crea una nueva obra de arte es algo que ocurre simultáneamente a todas las obras de arte que la precedieron».
Hasta una época relativamente reciente, las obras de arte surgidas en sucesivos contextos en transformación han contado la vida de personajes importantes, ya sean los artistas o sus mecenas, y han hecho referencia a una historia que nos resulta muy familiar; la de las obras maestras canónicas que se encuentran en el centro de las innovaciones del arte europeo y estadounidense. Por supuesto, hay otras historias, pero en la narración que yo seguiré, dirigiendo la mirada al arte europeo y al estadounidense, estos tienen un gran peso específico, pese a que en la actualidad el mundo del arte pivote tanto en China como en Estados Unidos. También es la historia que estoy más capacitado para contar, pero no me atrevo a decir que aquí se encuentre la versión definitiva de la historia del arte. Es una de las historias posibles, y su atractivo reside en gran parte en el hecho de que se centra en algunas de las obras más enriquecedoras que los seres humanos han producido. Y está estrechamente relacionada con lo que experimentamos al entrar en las galerías y museos más importantes.
1
EL «PROGRESO» DEL ARTE EN GRECIA Y ROMA
De la Historia natural (c. 79 d.C.), del soldado romano y filósofo de la naturaleza Plinio el Viejo:
La búsqueda de la naturaleza y la belleza por parte de los sucesivos pintores
Apolodoro de Atenas, en la 93ª olimpiada [408 a.C.], fue el primero en imitar el aspecto de los objetos, y el primero que confirió auténtica gloria al pincel del pintor [...]. Una vez abiertas las puertas del arte, Zeuxis de Heraclea las franqueó el cuarto año de la 95ª olimpiada, y condujo su pincel [...] a los niveles más elevados de la gloria [...].
Parrasio de Éfeso también aportó mucho a la pintura, al ser el primero en usar proporciones en sus figuras, el primero en dar animación a los detalles del rostro, elegancia al cabello y belleza a la boca, y otros artistas reconocen que él se llevaba la palma en cuanto a los contornos. Eso exige la mayor de las sutilezas [...]. Ser capaz de crear los límites y rematarlos es algo que solo se consigue muy rara vez en el arte [...]. En cuanto a Timante, estaba muy dotado de genio [ingenium] y algunos oradores han celebrado con alabanzas su Ifigenia, que permanece en pie esperando la muerte ante el altar; el pintor plasmó el dolor de todos los presentes, y en especial de su tío, pero habiendo agotado todas las imágenes de tristeza, veló los rasgos del padre de la víctima, incapaz de representar adecuadamente sus sentimientos [...]. Timante es el único en cuyas obras se transmite algo más que lo que está realmente pintado.
Página siguiente