Andrea Insunza · Javier Ortega
Bachelet
La historia no oficial
Insunza, Andrea; Ortega, Javier
Bachelet. La historia no oficial / Andrea Insunza, Javier Ortega
Santiago de Chile: Catalonia, 2018
ISBN 978-956-324-230-0
ISBN Digital: 978-956-324-244-7
PERIODISMO DE IN VESTIGACIÓN
070.40.72
Este libro forma parte de la colección de periodismo de investigación y rescate patrimonial desarrollada al alero del Centro de Investigación y Publicaciones (CIP) de la Facultad de Comunicación y Letras.
Diseño de portada: Cortés | Justiniano
Fotografía de portada: Roberto Candia
Diseño y diagramación:
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
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Primera edición en Chile: 2005
Primera edición en México: 2006
Tercera edición actualizada en Chile: septiembre de 2013
ISBN 978-956-324-230-0
ISBN Digital: 978-956-324-244-7
Registro de Propiedad Intelectual N° 147.633
© Andrea Insunza, 2018
© Javier Ortega, 2018
© Catalonia Ltda., 2018
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl – @catalonialibros
Prólogo
Por Daniel Matamala
Bachelet. Michelle Bachelet. Chile lleva una década obsesionado con Bachelet.
O, como suele decirse, con el «fenómeno Bachelet». Una expresión más meteorológica que política, que intenta describir, antes que a una dirigente política, a un fenómeno de la naturaleza. El liderazgo electoral más potente que ha surgido en el Chile contemporáneo, ese de las campañas por televisión y de la política mediatizada.
En esta década, Bachelet ha batido todos los récords. Los históricos: primera socialista ministra de Defensa desde el golpe militar. Primera mujer ocupando ese puesto. Primera candidata femenina a la presidencia con opciones de ganar. Y, en una sucesión vertiginosa, la primera Presidenta de la República de Chile.
También ha roto las estadísticas. Es, hasta hoy, el candidato que más votos ha obtenido en una segunda vuelta electoral. El ocupante de La Moneda con mayor popularidad al dejar el cargo (84% según Adimark). Y la más votada en unas elecciones primarias.
Y ahora parece a punto de convertirse en la primera persona en acceder democráticamente a La Moneda por segunda vez, desde que Arturo Alessandri lo lograra en 1920 y 1932.
¿Qué hay de único, de irrepetible, en este fenómeno capaz de contradecir cualquier sesudo análisis sobre el estado de ánimo de la sociedad? Cuando todos hablaban del país más conservador del vecindario, ese que recién legislaba sobre el divorcio, Bachelet lo convirtió en el primero en elegir a una mujer para la presidencia. Cuando se definía la política desde los minutos de protagonismo en TV, ella lideraba todas las encuestas a miles de kilómetros de distancia, sin decir una palabra, sin regalar una sola imagen. Cuando se daba por hecha la apatía política, un millón 600 mil chilenos se movilizaban para votar por ella en unas primarias con incertidumbre igual cero.
El «fenómeno Bachelet». Inexplicable e inexplicado. Hay teorías de todo tipo. Que ella es la madre que Chile, país mariano y de padres ausentes, necesita. Que la historia de esta doctora agnóstica remite a Cristo y al martirologio en un país católico. Que es el símbolo de la reconciliación. Que se parece a la tía, la hermana o la esposa del chileno medio. Que su condición de madre separada funciona como un espejo para incontables mujeres chilenas. Que es el recipiente de esperanzas contradictorias. Que es lo militar. Que es el pasado. Que es el futuro.
Y por eso, para este Chile perplejo por Bachelet (entusiasmado o enrabiado por ella, fervoroso o resignado a ella), este brillante trabajo periodístico de Andrea Insunza y Javier Ortega es más indispensable y más actual que nunca.
En Chile las biografías sobre líderes políticos son escasas. Hay, sí, muchas hagiografías de campaña. También algunos pasquines de denuncia. Pero el periodismo de verdad, imparcial, riguroso, basado en un fino reporteo, es escaso. No es el nuestro un periodismo político con tradición biográfica. Y en ese contexto este trabajo destaca aun con mayor nitidez.
Aquí hay más hechos que teorías. Más reporteo que comentario. Las claves de la personalidad de Michelle Bachelet aparecen alumbradas por los acontecimientos de su vida. Su carácter desconfiado, su obsesión por el sigilo, su sentido de la disciplina, su incomodidad con muchas prácticas políticas, su lejanía de la elite, su particular noción del destino y de la responsabilidad, aquí se muestran antes que se explican. Aparecen como lógicas consecuencias de las historias que convirtieron a la hija de un general en una exiliada de los militares, y a una militante de base en la gran esperanza de la elite concertacionista.
Insunza y Ortega se sumergieron en el mundo privado y público de Bachelet. Con más de cien entrevistas, lograron reconstruir sus momentos más felices y los más dolorosos, en un relato tan entretenido como apasionante, y tan político como humano.
***
Hay dos episodios que estremecen especialmente y arrojan luz sobre las decisiones y los traumas que formaron la personalidad de Michelle Bachelet. Son dos muertes. La de su padre Alberto Bachelet, fallecido de un infarto en medio de la detención y los malos tratos de sus propios compañeros de armas, en 1974. Y la de su pololo, Jaime López, desaparecido en las fauces del aparato represivo tras haberse convertido en colaborador de él.
En ambos casos se repite un factor común. Tanto el general Bachelet como el militante López sintieron el peligro. Supieron que sus vidas estaban en juego. Lo hablaron con Michelle. Con la hija, con la pareja. Y en ambos casos Michelle dijo lo mismo:
—Papá, si te vas, no vas a poder demostrar que eres inocente.
—Mi papá murió por ser consecuente. De ti yo no espero menos.
Décadas después, hablando de su decisión de volver a Chile desde Nueva York para asumir una segunda candidatura presidencial, Michelle Bachelet tocaría una y otra vez la misma tecla. «En mi leche materna venían las palabras deber y responsabilidad», diría, con la misma resignación y decisión que uno podría intuir en esos diálogos in extremis con dos de los hombres que más amó en su vida, y a los que en un momento dramático empujó a cumplir con su deber, pese a los enormes riesgos involucrados. Riesgos que a ambos terminarían por costarles la vida.
Esos dos momentos, ese diálogo con su padre en 1973 cuando sopesaba una oferta para mudarse a Perú, y con su pololo en 1975 cuando él le confesaba su miedo de volver a Chile desde la RDA, aparecen al mismo tiempo como una muestra del carácter de la joven Bachelet, y como episodios que solidificarán esa personalidad.
En lo sucesivo, no podría ella pedirse a sí mismo menos de lo que había exigido a esos dos hombres.
El deber es una palabra clave. La otra es la traición.
Alberto Bachelet fue traicionado por sus compañeros de armas. Por sus colegas, por sus subalternos, por sus amigos, que en el momento del terror prefirieron darle la espalda a él y a su familia.
Jaime López traicionó a los suyos. Quebrado por la tortura de la DINA, se cambió de bando y se convirtió en el arma más letal de la represión contra el Partido Socialista. Su historia y sus motivos jamás se conocerán en detalle, pero haber tenido a un traidor a su lado sin duda laceró el carácter de la futura Presidenta para siempre.
Deber y traición. Responsabilidad y desconfianza. La forma de moverse en política, de formar equipos, de tomar decisiones y de gobernar de Michelle Bachelet puede rastrearse en esos episodios amargos y marcadores de su juventud.
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