Antiguos alumnos Calasancio Hispalense
Somos escolapios
De Ponce de León a Montequinto
Somos escolapios: De Ponce de León a Montequinto
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Derechos reservados © 2017, respecto a la primera edición en español, por:
© Antiguos alumnos Calasancio Hispalense
© Editorial Samarcanda
ISBN: 9788417103217
ISBN eBook: 9781524303501
Producción editorial: Lantia Publishing S.L.
Plaza de la Magdalena, 9, Planta 3, 41001, Sevilla
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Memoria agradecida
Sí, de eso se trata. Se trata de recordar y agradecer. El ejercicio de recordar puede suponer también el ejercicio de pasar por el corazón, conocer y reconocer. Juntar historia y cariño, cronos y agapé. Así, el corazón sanado y liberado de aquellas heridas, roces y lances estudiantiles, recupera lo más positivo tornándose compasivo y misericordioso para impulsar por las venas de nuestra pequeña historia una memoria agradecida.
Tienes en tus manos, lector, un pequeño ramillete de evocaciones escritas por algunos antiguos alumnos de escolapios, del Colegio Calasancio Hispalense, aquel colegio que nació en Sevilla, en la plaza Ponce de León, entre la plaza Padre Jerónimo Córdoba y las calles Escuelas Pías, Matahacas y Sol. Colegio que creció, se hizo centenario y que actualmente sigue creciendo en Montequinto, en la Avda. San José de Calasanz.
Ni el callejero que lo localiza, ni el edificio con todas sus paredes, ni las aulas, ni los patios, ni los pasillos, ni las iglesias u oratorios dan vida a un colegio. Quien da vida a un colegio son las personas. Son los profesores, los curas, las familias, el personal auxiliar y administrativo. Y los alumnos, sobre todo, los alumnos. Son las jóvenes vidas de los alumnos que se van abriendo paso entre ilusiones y desencantos, entre esfuerzos y reconocimientos, entre preguntas y descubrimientos, entre lágrimas y risas, las que dan vida. Esas vidas, terminada la etapa colegial, cada una con su recorrido propio, cada una con su propia geografía y su propia historia, con el poso que da el transcurrir de los años, vuelven la mirada a aquellos años juveniles para convertirse en memoria agradecida.
Memoria agradecida y, ahora, publicada. Vale la pena contarla. Contárnosla y narrarla al público. Porque las historias, cuando las contamos, se hacen relatos y adquieren nuevos tonos y nuevas armonías que antes no habíamos percibido. Y cuando las relatamos en voz alta socializamos algo que puede ser también de otros, que no tiene porqué ser privativo.
Esta sencilla publicación es fruto de una feliz ocurrencia de una generación de exalumnos. Y es que ocurre que tenemos cuatro siglos de escolapios. El 6 de marzo de 1617 el papa Paulo V firmaba el Breve “Ad ea per quae” dando entidad jurídica a la Congregación de las Escuelas Pías. Aquella intuición carismática, con la que Calasanz ya llevaba 20 años comprometido, Paulo V la convirtió en proyecto eclesial. Nació así la primera congregación religiosa dedicada exclusivamente a la educación cristiana de los niños preferentemente pobres. Von Pastor en su Historia de los Papas reconoce a Calasanz como el fundador de “la primera escuela popular, pública y gratuita de Europa”.
Tenemos 400 años. Y lo estamos celebrando en este Año Jubilar Calasancio en el que también concurre la celebración de los 250 años de la canonización de San José de Calasanz. Mucho que recordar y agradecer. Una gran historia entretejida por muchas historias, algunas de ellas muy cercanas, las tienes ante tus ojos. Es una cariñosa aportación sevillana, en este año jubilar, para ti y para cuantos saben que los niños nos acercan al Reino de Dios.
Juan José Aranguren, Sch.P.
Rector de la comunidad escolapia de Montequinto
El mosaico situado actualmente en la entrada principal
del colegio Calasancio Hispalense de Montequinto
se trasladó allí cuando se abandonaron las dependencias de
Ponce de León, aunque la espectacular escalera del que fuera palacio de los Duques de Osuna sigue en pie en la sede central de Emasesa
Calasancio Hispalense, ayer y hoy
No soy uno de aquellos. Aquellos que pudieron disfrutar de ese gran espacio situado en la plaza Ponce de León, antiguo palacio de los Duques de Osuna. Un puñado de fotos antiguas, o aquellas magníficas anécdotas que cuentan los afortunados, son lo único que puedo acariciar de esa magnífica época de la presencia escolapia en Sevilla. Ese patio porticado dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, aulas con oscuras bancas de madera, un patio de tierra de difícil geometría o la espléndida fachada reformada por Juan Talavera.
Poco os puede contar de esa época alguien que no fue uno de aquellos. Pero la presencia escolapia en nuestra ciudad continuó. Las nuevas necesidades que este emblemático edificio no puede dar se hacen realidad en un solar de treinta mil metros cuadrados del barrio nazareno de Montequinto. Dejando atrás un edificio de tal solera, los Escolapios se trasladan a una barriada obrera, humilde y llena de posibilidades.
Un barrio que siempre estará agradecido al “Calasancio”, por ofrecerle la primera iglesia, pabellón deportivo o sala de cine de un distrito que aún se estaba gestando. Desde sus inicios una presencia que atiende, educa y evangeliza a las familias que allí poco a poco se van asentando.
Nuestro nuevo Colegio sigue acogiendo entonces al alumnado de nuestro querido Ponce de León, pero también se abre a muchos habitantes de diferentes condiciones sociales, económicas y religiosas.
De esta manera, fruto del magnífico trabajo realizado por religiosos y laicos Escolapios que han pasado por aquí, nuestra institución hizo su hueco en el barrio. Y aún hoy estamos a su servicio, y eso los “quinteños” sabemos apreciarlo.
Pues sí, no soy uno de aquellos, pero soy uno de estos que se ha criado desde su más tierna infancia dentro y fuera de los muros del nuevo Calasancio Hispalense.
Pero no se crean que estos y aquellos somos muy diferentes. Tenemos el mismo punto de encuentro, el Calasancio Hispalense, esté aquí o allá, porque la Piedad y las Letras no saben de ubicación.
El amor por nuestro padre y fundador, San José de Calasanz; y toda su obra, las Escuelas Pías; hacen que seamos mucho más que un grupo de antiguos alumnos. Llevamos dentro ese carisma que poco a poco se fue haciendo más fuerte y que hoy podemos mostrar, orgullosos de haber recibido parte de nuestra educación en esta Casa. Así somos, estos y aquellos, personas que con un “gloria y honor, gloria y amor”, se nos ponen los vellos de punta.
La realidad es esa, Calasancio Hispalense hoy no deja de ser lo que fue, una fábrica de buenas personas marcadas con su sello cristiano, escolapio y andaluz. Cerca de mil doscientos alumnos repartidos en las etapas educativas de Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato hacen que nuestro proyecto siga siendo grande.
Actualmente es el Colegio más demandado de la zona, lo que demuestra que son muchas las familias que creen en nuestro proyecto educativo, nuestra labor docente y nuestra forma tan particular de entender la educación.
Nuestros alumnos, siempre brillantes. Intentamos transmitir los conocimientos y valores necesarios para que en el futuro puedan desenvolverse de manera activa y positivamente en una sociedad democrática, respetando sus aptitudes individuales. Mantenemos ese nivel de preparación para la vida, que todos consigan su meta, ser felices.
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