La presente obra fue presentada en el contexto de las 5tas Jornadas Sociohistóricas Don Orione, hombre, sacerdote y santo, desarrolladas en la ciudad de Mar del Plata del 9 al 11 de octubre de 2014. Hace parte de la colección de estudios e investigaciones sobre la presencia y misión evangelizadora de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en Argentina, de la que ya fueron publicados los volúmenes correspondientes a Rosario y Presidencia Roque Sáenz Peña (Chaco).
La investigación presenta la fascinante historia de la vida y obra de los primeros misioneros de la Congregación de Don Orione en Mar del Plata. Recorre en modo particular, las distintas etapas de la fundación del Colegio de La Sagrada Familia, de la Parroquia San José y del Colegio José Manuel Estrada en aquella misma ciudad.
El libro impreso, por un error editorial, no contó con la sección “bibliografía”; imprescindible elemento necesario para completar las referencias bibliográficas citadas en las notas al pie de página. En la presente edición digital, esta omisión fue salvada. Fueron corregidos también otros errores y omisiones involuntarias. Respecto a las abreviaciones de fuentes y otros elementos de archivo, fueron adecuadas a las Norme redazionali, sigle e abbreviazioni orionine, publicado en el 2020 por el Equipo Internacional de los Grupos de Estudios Orionitas.
Fernando H. Fornerod
Introducción
La mirada hacia los acontecimientos, puede hacerse desde varias perspectivas. Hay también muchos niveles de comprensión. Todo esto, sin embargo sirve de poco, si no damos con el sentido de lo vivido. Para ello hay que elegir el camino correcto: contemplar a los protagonistas. Aquellos que dieron la vida a otros. Hay que decirlo; aunque parezca obvio. El recorrido histórico que desarrollaremos a continuación, tiene estos mismos desafíos. Alcanzar a tocar el corazón de los primeros orionitas que llegaron a Mar del Plata. Para dar con su pasión y sentido. Sus fuerzas. El horizonte hacia el cual caminaron. Y si el lector es audaz; decidir también seguir las huellas. Con el mismo espíritu: hacia otros. Siempre.
Nos causó mucho entusiasmo dar con la vida de los pioneros: han sido grandes personas, porque se hicieron pequeños. Con los niños de unas escuelas que no existían. Y que había que hacer. No sólo, o más bien, no únicamente desde la grandeza de los proyectos arquitectónicos. Muros de una época que ya pasó. Sino desde el patio y el aula. Allí donde todo adquiere sentido, porque posibilita el encuentro. Con los chicos; su presente y sus sueños. Es cierto: también con los límites. Vivían en el límite; en la periferia. En la otra Mar del Plata. La que brillaba, sólo cuando el sol daba en los techos. Claro, porque eran de chapa.
Esta investigación, estimula a realizar muchas miradas sobre el período que va desde 1922, con la llegada de Don Orione a la Argentina, y concretamente a la ciudad de Mar del Plata; y se cierra en 1940, año de la muerte del padre Fundador. Ofrece el testimonio de vida de hombres y mujeres, apasionados por los niños y jóvenes, por amor de Jesús.
Sus vidas, movidas por corazones misioneros, nos pondrán enfrente de nuestros propios desafíos. Es verdad; hoy son distintos: son los de nuestro tiempo. Todos, sin embargo, requieren la misma cuota de amor; de entrega, de alegría. Esa alegría que solo brota de la entrega. Pero volvamos a ellos; los protagonistas: José Montagna, José Dutto, el Hno. José Dondero. Los primeros; después llegaron otros. Los conoceremos. Algunos de ellos, no eran profesores; pero todos eran maestros. Porque no sólo enseñaron a leer y a escribir. Sino a escribir cosas buenas, grandes, lindas. A saber leer en la vida de los demás, aquello que toda persona tiene de humano. ¡Para eso tenía sentido aprender gramática! para hacerse entender y comprender a todos. Y ¿Estudiar matemáticas? Para sumar; sin cansarse. ¿Para qué si no?
Don Orione los fascinó; y ellos se dejaron fascinar. Cómo explicar si no, el hecho que dejaran a sus padres, madres, a su tierra y a los suyos para irse allá… a América. Más allá del océano. A sostener la fe de sus paisanos. Porque no vinieron a hacerse ricos, pero sí a enriquecerse. Dando todo; dándose. Primero habían estado en Victoria, en la provincia de Buenos Aires. Inmediatamente después, fueron a la Sagrada Familia, en el Puerto de Mar del Plata. José Dutto era novicio; estaba haciendo sus primeros pasos en la Congregación; pero ya había entendido lo esencial de la Obra de Don Orione: “nuestro distintivo y nuestra gloria serán la simplicidad y el sacrificio”. Esa simplicidad y gloria que se hicieron escuela. A la que venían los chicos del barrio; todos: porque era gratuita. También los que no tenían camisa, o útiles, o libros. Allí los chicos, encontraron todo eso: lo que les pertenecía; y que algún avivado se había olvidado de entregárselos. Allí pudieron educarse; y esto no era poca cosa.
La historia de quienes hicieron la Sagrada Familia y San José, fue escrita derecho, sobre algunos renglones torcidos. Sí, muchas fueron las fragilidades, los límites… José Dutto, José Montagna, José Zanocchi, Inocencio Torresan y hasta el mismo Don Orione, no los escondieron. Los vivieron como una posibilidad de encuentro con el Señor. Porque esos mismos límites y fragilidades los aproximaron a quienes vivían la exclusión social, económica… en el fondo, mejor decir, en la exclusión humana. Todos necesitaban a Dios. Y lo encontraron allí: en la periferia.
La Congregación de Don Orione en Argentina, fue al comienzo, un puñado de hombres. Las necesidades brotaban por todos lados. No se sabía decir que no. O, quizás, no se sabía cómo decirlo. Y esto obligó a caminar junto a otros; y así fue creciendo, entusiasmando. Vinieron las primeras vocaciones. Y con ellas grandes posibilidades; también inmensos desafíos.
Pero no estuvieron solos. Y así como Madre Teresa Grillo Michel, llamó a Don Orione y a sus hijos, a convertirse en misioneros en Brasil, – hoy de esto cien años atrás – ellos a su vez, las llamaron a ellas, para ser maestras y madres de las niñas y jóvenes que corrían, por las barrosas calles del Puerto de Mar del Plata.
No fue una obra simplemente filantrópica. Nunca. Hubo siempre una constante preocupación: que el