El auge de ISIS La nueva cruzada de Occidente
Andrew Sharp
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Traducido por Andrea Lorca López
“El auge de ISIS La nueva cruzada de Occidente”
Escrito por Andrew Sharp
Copyright © 2015 Andrew Sharp
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Traducido por Andrea Lorca López
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The Rise of ISIS
The West’s New Crusade
The Rise of ISIS The West’s New Crusade
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Andrew Sharp
Copyright © 2014 by Andrew Sharp
All rights reserved.
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The moral rights of the author have been asserted.
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ISBN-13: 978-1502380081
ISBN-10: 1502380080
First Printing, 2014
Fusion Publications, LLC
Copyright © 2014 by Andrew Sharp
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Un partidario de ISIS en Siria – Fuente: Reuters
“O sama Bin Laden no era, por decirlo suavemente, un tipo agradable. Pero en algunos sentidos parece un alma sensible comparado con el Estado Islámico de Irak y Siria”. – Kevin Spak, Newser
Combatiente de ISIS sosteniendo una bandera de ISIS y un rifle – Fuente: Reuters
Índice
C apítulo 1 Los orígenes 5
Capítulo 2 Las bases del conflicto 30
Capítulo 3 Occidente e ISIS 44
Capítulo 4 Qué quieren 67
Capítulo 5 Irak al límite 101
Capítulo 6 Perspectivas mundiales 120
Capítulo 1 – Los orígenes
L a Primera Guerra Mundial fue un evento devastador a muchos niveles: se formaron y alteraron las fronteras de continentes enteros, nacieron países y se derrumbaron imperios. Puso fin de forma definitiva y con autoridad al relativamente pacífico pero tenso periodo de los 30-40 años anteriores. También reorganizó las fronteras de Oriente Medio y pavimentó el camino para que los poderosos imperios occidentales establecieran su hegemonía en la región. Esto, junto a otros factores importantes, generó el conocido odio expresado en forma de milicias terroristas yihadistas o por la guerra santa –como Al Qaeda- que son virulentamente antioccidentales. Pero el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) ha conseguido en esos dos países algo que Al Qaeda nunca logró: hacerse con una amplia franja de territorio en el corazón del mundo árabe y controlarlo.[1]
Cuando el Imperio Otomano tomó partido por la alianza Austro-Germana y las Potencias Centrales, su destino estaría sellado. Mientras el sultán en Estambul soñaba con el eje “Berlín-Bagdad”, las potencias imperiales como Gran Bretaña, Francia y Rusia -que ya aspiraban a los territorios de gran importancia estratégica del Imperio Otomano como Suez, los Balcanes, el estrecho del Bósforo y los recursos del Golfo Pérsico- nunca tendrían una oportunidad como esta para devorar la mayoría de ellos. Así, el mundo árabe fue divido y repartido entre las potencias occidentales victoriosas de la Primera Guerra Mundial; hicieron lo mismo con sus propios intereses imperiales en el frente. Específicamente, Gran Bretaña estaba preocupada por sus rivales coloniales y especialmente de que Rusia se instalase en la región. El Imperio Británico creía, con alguna justificación, que una potencia extranjera podría usar a los musulmanes como peones políticos para socavar el colonialismo británico en Oriente Medio y crear así problemas internos que podrían extenderse a otras áreas, como la “joya” del Imperio en la cercana India y amenazar eventualmente los mismos cimientos del Imperio Británico. Por consiguiente, como medida de prevención, los británicos crearon un nuevo Oriente Medio cuyas fronteras no estaban basadas en la historia o la cultura sino que respondían a los antojos del ajedrez político que reflejaba la rivalidad europea a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
La caída del Imperio Otomano tuvo repercusiones en todo Oriente Medio. A pesar de ser conocido como “el hombre enfermo de Europa”, fue la última potencia árabe importante que todavía tenía alguna credibilidad para considerarse un imperio. Desde la derrota de los antiguos califas, los otomanos habían sido durante siglos la potencia espiritual, política y militar del mundo islámico. A pesar de las numerosas revueltas nacionalistas en Egipto y otros países que fueron eventualmente aplastadas por las potencias occidentales, los árabes pasarían a estar bajo el yugo de los occidentales. El islam pasó décadas en tierra salvaje; bajo el dominio de sus dueños coloniales, los musulmanes siempre buscaban la oportunidad de vengarse contra sus opresores mientras se preguntaban “¿qué salió mal?” Ciertamente durante más de un siglo los intelectuales árabes se han preguntado qué ocurrió con la gran civilización de tiempos pasados. ¿Cuáles fueron las poderosas razones por las que los imperios musulmanes se quedaban cada vez más atrasados respecto a Occidente en tecnología, ciencia, artes y búsqueda de recursos naturales? Los sentimientos de inferioridad encubiertos ahora son incentivados por la corrupción económica y política y por hombres jóvenes iracundos y fanáticos religiosos que supuestamente tienen las respuestas. En este sentido, los barones y jeques del petróleo son vistos como nada más que cleptócratas con pretensiones; aquellos que han robado los recursos naturales de estas tierras no para el beneficio de su gente sino por sus propios fines cínicos. Es en este ambiente es donde surgieron con el tiempo las milicias yihadistas como ISIS.
Para los musulmanes, estas fronteras eran inventos artificiales; peor aún, eran creaciones sintéticas impuestas al Islam a punta de pistola por potencias extranjeras e infieles. Representaban nada menos que la subyugación y humillación a manos de los odiados imperios coloniales occidentales. Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el anticolonialismo empezó a expandirse por todo el mundo. El orden occidental establecido recibió un golpe inmenso, a pesar de que aparentemente salió victorioso. Las revueltas populares y la gran potencia solidaria que era la Unión Soviética, además de la enorme pérdida de oro y sangre que exigió la victoria final, causaron el principio del fin para los regímenes coloniales occidentales. Nunca más el Imperio Británico ni ninguna otra potencial europea occidental tendrían el tipo de papel hegemónico global que alguna vez ejercieron. Esto derivó en la creación de nuevos estados árabes que tenían al menos algún grado de independencia. También llevó a un gran evento mundial que marcaría la animosidad árabe hasta el día de hoy: la creación del estado judío, Israel en el corazón de la tierra santa islámica.
Para los musulmanes fue otra humillación más. Allí estaban los liberales occidentales horrorizados y sintiéndose culpables de las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra Mundial que tambien buscaban que una potencia pro-occidental se asentara en Oriente Medio como parte de sus intereses estratégicos. La fundación, en 1948, del Estado de Israel derivó inmediatamente en declaraciones de guerra de Egipto, Siria, Líbano y Jordania junto con voluntarios árabes de casi todos los países de Oriente Medio incluido Irak y Arabia Saudita. Curiosamente, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética, las dos superpotencias del mundo, apoyaron y reconocieron a Israel en las Naciones Unidas. La Unión Soviética fue la primera en reconocer a Israel. Cada una tenía sus propias razones para hacerlo: para los Estados Unidos era una forma de aumentar el aislamiento de las antiguas potencias coloniales europeas además de una oportunidad para establecer una relación con un aliado potencialmente poderoso en el centro del cada vez más importante Oriente Medio; por su parte los bolcheviques veían a Israel como la representación de un faro de progreso en comparación con los lideres desesperadamente autócratas y conservadores del mundo árabe. Estados Unidos veía al estado judío como un aliado contra el colonialismo y sentía cierta simpatía hacia un pueblo que merecía un estado después de la Segunda Guerra Mundial mientras que la Unión Soviética lo consideraba un amigo progresista en un mar de estados islámicos reaccionarios y conservadores. Así, Israel al principio contó con las armas y el apoyo de las dos súper potencias del mundo. A pesar de la ventaja inicial que tenían los presuntuosos musulmanes en número de soldados, cada vez más en la guerra moderna las victorias se decidirían no solamente por los cuerpos de hombres armados sino por la exigencia de tecnología y equipo militar y experiencia que determinaría el resultado de una guerra. Los partidarios de Israel y las facciones sionistas estaban fuertemente armadas y bien entrenadas y combatieron con fervor por la formación histórica del estado judío mientras los árabes carecían del entrenamiento y la intensidad necesarios para salir victoriosos.
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