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Sinopsis
Según la tradición, la Primera Cruzada comenzó por instigación del papa Urbano II y culminó en julio de 1099, cuando miles de caballeros de Europa occidental liberaron Jerusalén de la creciente amenaza del islam. Pero ¿y si el verdadero catalizador de la Primera Cruzada se encontrase más al este de Roma?
Frankopan, a diferencia de la mayoría de historiadores de la Primera Cruzada que centran sus estudios en el papado y sus guerreros en Occidente, dirige su mirada hacia los acontecimientos de Oriente, en particular los de Constantinopla, sede del Imperio bizantino cristiano. El resultado es revelador: el verdadero instigador de la Primera Cruzada fue el emperador Alejo I Comneno, quien, en el año 1095, con su reinado bajo asedio de los turcos y a punto de colapsar, suplicó al papa que le prestase apoyo militar. Posteriormente, la victoria del Vaticano consolidó el poder papal, mientras que Constantinopla nunca se recuperó y tanto Alejo como Bizancio quedaron relegados a los márgenes de la historia.
A partir del estudio de fuentes orientales que durante mucho tiempo han sido ignoradas, Frankopan ofrece una explicación provocadora y original de la Primera Cruzada y sus consecuencias a la vez que propone un retrato más fiel sobre la forma en que la toma de Jerusalén sentó las bases para el dominio de la Europa occidental y dio forma al mundo moderno.
La Primera Cruzada
La llamada de Oriente
Peter Frankopan
Traducción castellana de Luis Noriega
Para mi esposa, Jessica
Desde las fronteras de Jerusalén y la ciudad de Constantinopla ha surgido una terrible noticia y ya con mucha frecuencia ha llegado hasta nuestros oídos: el pueblo del reino de los persas, pueblo extranjero, pueblo totalmente ajeno a Dios ... ha invadido las tierras de aquellos cristianos [y] con espada, rapiña e incendios las ha despoblado.
R OBERTO EL M ONJE
Una embajada del emperador de Constantinopla llegó al sínodo e imploró a su señoría el papa y a todos los fieles en Cristo que les proporcionaran ayuda contra los paganos para la defensa de esta santa Iglesia, que para entonces casi había sido aniquilada en esa región por los infieles, que la habían conquistado hasta las murallas de Constantinopla. Nuestro señor papa llamó a muchos a realizar este servicio, a prometer mediante juramento viajar allí por voluntad de Dios y llevar al emperador la ayuda más fiel contra los paganos hasta los límites de su capacidad.
B ERNOLDO DE C ONSTANZA
Los celtas, llegados de todas partes, se congregaron, uno detrás de otro, con armas y caballos y demás pertrechos para la guerra. Plenos de entusiasmo y pasión llenaron los caminos, y con estos guerreros venía una multitud de gente desarmada que superaba en número a las arenas de la orilla del mar o a las estrellas del cielo, todos llevando al hombro palmas y cruces ... como los afluentes que desembocan en un río desde todas las direcciones, ellos avanzaban en masa hacia nosotros con toda su fuerza.
A NA C OMNENA
En resumen, el emperador era como un escorpión, pues si bien no había nada que temer de su cara, convenía evitar las heridas que causaba la cola.
G UILLERMO DE T IRO
Lista de ilustraciones
- Alp Arslan y Romano IV después de la batalla de Manzikert (Bibliothèque nationale de France) .
- Cristo y la Virgen María, mosaico en el vestíbulo sur de Santa Sofía, finales del siglo X (akg-images/Erich Lessing).
- Relicario para un trozo de madera de la Vera Cruz, c. 950 (akg-images/Erich Lessing).
- Las murallas de Constantinopla (akg-images/Gerard Degeorge).
- El emperador Alejo I Comneno (Biblioteca Apostólica Vaticana/Giraudon/Bridgeman Art Library).
- Hiperpirón de Alejo I Comneno, ceca de Constantinopla (The Barber Institute Coin Collection, University of Birmingham, B5543).
- El papa Urbano II llega al concilio de Clermont, de Le Roman de Godefroi de Bouillon, siglo XIV (Bibliothèque nationale de France/Giraudon/Bridgeman Art Library, Ms Fr 22495 f. 15).
- El emperador Alejo recibe a Pedro el Ermitaño (RMN, Château de Versailles/Gérard Blot).
- Los cruzados en Nicea, 1097, de Estoire d’Outremer de Guillermo de Tiro, siglo XII (Bibliothèque nationale de France/Bridgeman Art Library, Fr 2630 f. 22v).
- El sitio de Antioquía, 1097-1098, de Estoire d’Outremer de Guillermo de Tiro, siglo XII (Bibliothèque municipale de Lyon/Bridgeman Art Library, Ms 828 f. 33r).
- La masacre de Antioquía, 1098 (Bibliothèque nationale de France).
- Los cruzados asaltan Jerusalén, 1099, de Le Roman de Godefroi de Bouillon, siglo XIV (Bibliothèque nationale de France/Bridgeman Art Library, Fr 22495 f. 69v).
- El saqueo de Jerusalén, 1099, miniatura de una crónica universal, siglo XV (Bibliothèque nationale de France/Bridgeman Art Library, Fr 20124 f. 331).
Prefacio y agradecimientos
Como la mayoría de los universitarios descubren en algún momento a lo largo de sus estudios, la idea de tener que asistir a una clase a las nueve en punto de la mañana puede percibirse como una injusticia e, incluso, como una crueldad. Era lo que me ocurría en 1992. En particular, recuerdo el día que, sintiéndome hecho polvo, trepé las escaleras de la Facultad de Historia de Cambridge para asistir a la primera clase del trimestre sobre «Bizancio y sus vecinos entre 800 y 1200», un curso que yo mismo había elegido. Estaba tan cansado que, mientras tomaba asiento, tuve que sacudir la cabeza para acabar de despertarme. Cinco minutos después, sin embargo, me encontraba tan alerta como si me acabaran de dar un expreso triple, cautivado por completo por la exposición. Me enteré de que los pechenegos eran unos despiadados nómadas de las estepas que hacían cualquier cosa a cambio de pimienta, seda escarlata y tiras de cuero de Oriente Próximo; me pregunté qué razón habrían tenido los gobernantes búlgaros del siglo IX para abandonar el paganismo y convertirse a la fe cristiana; oí hablar de la nueva Roma, la ciudad imperial de Constantinopla.