Christian Jacq - MOZART IV: EL AMADO DE ISIS
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MOZART IV: EL AMADO DE ISIS: resumen, descripción y anotación
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En un momento histórico en el que la Revolución francesa amenaza con transformar Europa y en el que el emperador de Austria empieza a sospechar de las logias masónicas, Mozart lucha contra sus preocupaciones materiales y sus etapas más sombrías.
Fiel a su ideal, Mozart encuentra la energía necesaria para culminar su gran obra, La flauta mágica, con el fin de transmitir la sabiduría de los misterios de Isis y Osiris, y abrir así una nueva vía a la iniciación egipcia en Occidente. Finalmente, tras numerosas dificultades, su porvenir parece definirse. Pero los enemigos de Mozart, desde el poder político hasta los envidiosos, no cesarán en su empeño de destruirlo. Y se acerca la prueba suprema…
Christian Jacq
Mozart - IV
ePub r1.0
Rusli14.10.13
Título original: Mozart. L’aimé d’Isis
Christian Jacq, 2006
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Editor digital: Rusli
ePub base r1.0
Al Batelero
Si la Virtud y la Justicia derraman la gloria en el camino de los Grandes, entonces la tierra es un reino celestial y los mortales son semejantes a los dioses.
La flauta mágica,
acto I, escena 19
Gracias al poder de la música, caminaremos gozosos por entre la sombría noche de la muerte.
La flauta mágica,
acto II, escena 28
Viena, 2 de enero de 1789
I ndiferente al vivísimo frío que reinaba en Viena, Geytrand acechaba personalmente. Sin embargo, la mano derecha de Joseph Anton, conde de Pergen, jefe del servicio secreto encargado de espiar a los francmasones, podría haber permanecido al abrigo y confiar a uno de sus esbirros aquella ingrata tarea. Con el rostro fofo, alto, más bien feo y de ojos glaucos, Geytrand había abandonado la francmasonería porque se negaban a ponerlo a la cabeza de su logia. Así, consumido por el rencor, perseguía a sus antiguos hermanos y soñaba con destruir la iniciación. De este modo, servía con fidelidad absoluta a su patrón, convencido de que la sociedad secreta amenazaba el régimen instituido. Pese a una reorganización autoritaria que redujo las logias a dos y a menos de cuatrocientos el número de hermanos, los francmasones resistían la adversidad y algunos seguían siendo muy activos, como el compositor Wolfgang Mozart, cuyo traslado vigilaba Geytrand.
Ahora Mozart regresaba al centro de la ciudad, tras haber vivido en las afueras, y en adelante residiría en el inmueble de «la Madre de Dios», en la Judenplatz. Maestro influyente, Venerable oculto incluso, se aproximaba así a su logia.
Dado el escaso éxito de Las bodas de Fígaro, el fracaso de Don Giovanni, algunos problemas financieros y unas campañas de calumnias sabiamente propagadas, Mozart vivía un período difícil. Sin embargo, transmitía el pensamiento iniciático por medio de sus obras y se convertía así en un peligroso agitador.
Apareció la familia.
Mozart no era un hombre en absoluto impresionante. De talla mediana, casi enclenque, con el pelo claro y fino, la nariz larga y grande, los ojos saltones, habría pasado prácticamente desapercibido si la intensidad y la luz de su mirada no hubieran revelado una poderosa personalidad.
En cambio, su esposa Constance era una mujer muy hermosa. Morena, de rostro fino, boca menuda y nariz puntiaguda, con los ojos vivarachos y el talle delgado, se vestía con elegancia y atraía las miradas de los hombres. Llevaba de la mano a un muchachito nacido el 21 de septiembre de 1784, Karl Thomas, bajo la protección del perro Gaukerl. Tres hijos más, una niña y dos niños, no habían sobrevivido. A pesar del rumor de que tenía costumbres disolutas, que Geytrand pensaba seguir alimentando, sabía que Mozart, atribuyendo el mayor valor a la palabra dada, era un marido fiel y enamorado. Constance y él formaban una sólida pareja que había superado ya muchas pruebas sin desfallecer.
Los Mozart exploraron sus nuevos dominios, modestos en comparación con la lujosa y vasta mansión donde habían vivido cuando Wolfgang, al componer Las bodas de Fígaro, daba numerosos conciertos y ganaba mucho dinero. Hoy, la guerra contra los turcos, conducida por un José II viejo y enfermo, relegaba a un segundo plano la vida cultural. Y, además, Mozart ya no estaba de moda. Podía estar contento de ocupar un cargo oficial en la corte, correctamente remunerado, que lo obligaba a escribir música de danza para los grandes bailes organizados en las dos salas del Reducto, en el palacio imperial.
Según Joseph Anton, Mozart participaba en Tenidas secretas y preparaba una nueva ópera iniciática, capaz de despertar vocaciones y fortalecer así la francmasonería, hostil a los regímenes autoritarios y que abogaba por la libertad de pensamiento.
Muchos francmasones eran sólo seguidores, más o menos manipulables. Mozart, en cambio, creaba, y a pesar de los ataques y las heridas, parecía indestructible.
Perplejo, Geytrand se alejó. ¡Aquella familia parecía tan normal y tan tranquila! Tal vez Mozart renunciara a un combate perdido de antemano y se resignara a convertirse en un músico ordinario.
Pero el sicario del conde de Pergen no se dio cuenta de que él era, a su vez, observado por un extraño personaje, que iba vestido como un cochero y se ocultaba tras unos caballos.
Desde hacía mucho tiempo, Thamos el egipcio sospechaba de la existencia de un servicio secreto encargado de espiar a los francmasones. Tras interceptar a un mediocre ejecutor, había obtenido la descripción de su jefe, que se adecuaba perfectamente a ese tipo alto y blandengue que asistía al traslado de los Mozart.
Probablemente no fuese el gran patrón, pero tal vez sí su mano derecha, encargado de ejecutar las órdenes y llevar a cabo el trabajo sucio.
Thamos, rico y respetado conde de Tebas, era el discípulo de un sabio egipcio, el abad Hermes. Antes de que unos musulmanes fanáticos destruyeran su monasterio, había recibido la pesada misión de dirigirse a Occidente y descubrir allí al Gran Mago, el único capaz de lograr que la iniciación reviviera y transmitirla a las generaciones futuras.
Una vez identificado Mozart, era preciso prepararlo para el descubrimiento de los misterios, desvelándole, poco a poco, los elementos del Libro de Thot. ¿Pero qué cofradía sería digna de acogerlo? Recorriendo Europa, explorando los distintos sistemas masónicos que lo consideraban como un «Superior desconocido», Thamos se había vinculado finalmente a los tres grados fundamentales de la francmasonería simbólica, Aprendiz, Compañero y Maestro, herederos del esoterismo egipcio.
Con la ayuda del Venerable Ignaz von Born, había profundizado y modificado los rituales. Al vivirlos, Mozart había sido consciente de las inmensas responsabilidades de un Maestro masón.
No importaban el éxito o el fracaso. En Las bodas de Fígaro, el compositor seguía la andadura del Aprendizaje y el Compañerismo, la lucha entre los dos grados y el papel primordial de la Sabiduría, uno de los Tres Grandes Pilares de la logia. En Don Giovanni, describía la traición del Compañero, el asesinato del Maestro de Obras, la muerte iniciática y la prueba del fuego secreto que llevaba, tal vez, a la Maestría.
Pero el camino no concluía ahí. ¿Cómo conseguiría Mozart evocar los misterios de la Cámara del Medio y del homo alquímico, cómo formularía la iniciación de mañana, más allá de sí mismo y de su época?
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