colección
sociología y política
Oscar Terán
NUESTROS AÑOS SESENTAS
La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956-1966
Terán, Oscar
Nuestros años sesentas: La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956-1966.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015.- (Sociología y política)
Libro digital, EPUB
ISBN 978-987-629-600-7
1. Estudios Culturales. 2. Sociología Política. I. Título.
CDD 306.2
© 2013, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Este libro se publicó originalmente en 1991 (Puntosur). En 1993, se reeditó una versión revisada y actualizada (El Cielo por Asalto). La presente edición es una versión de esta última publicación.
Diseño de portada: Eugenia Lardiés
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: agosto de 2015
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-629-600-7
Estudio preliminar
Hugo Vezzetti
Este libro de Oscar Terán, junto con el de Silvia Sigal publicado el mismo año, construyó un nuevo campo de problemas para la historia intelectual, tanto en sede académica como en el terreno del ensayo y del debate público. Los sesenta se implantaron como problema cultural y político en esos años, a partir de esos primeros ejercicios de intelección y revisión; y han producido un volumen significativo de trabajos que vuelven sobre ese pasado para interrogarlo y discutirlo. En Nuestros años sesentas lo primero que resalta es el “nosotros” implicado en el título. Las “Advertencias” de 1991 guardan toda su actualidad más de veinte años después: ¿quiénes pueden sentirse incluidos en esa apelación? El plural (“sesentas”), inusual y gramaticalmente dudoso, proporciona una idea de la diversidad de rostros y tramas que se agregan en esa década. Al mismo tiempo, el subtítulo de la obra, “La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina 1956-1966”, define un objeto de conocimiento en los términos de una investigación histórica apegada a las reglas de la disciplina. Compromiso personal y distancia conceptual se combinan y realimentan en este ensayo sostenido en una exploración original.
De entrada, tanto la periodización como el modo en que Terán compone el trabajo sobre el corpus dejan en evidencia que el libro se propone abordar una zona de la cultura intelectual impregnada por la historia política. En la medida en que las ideas son indagadas como formas de la acción, prácticas de intervención que arrastran filiaciones, establecen obligaciones y buscan producir efectos, la política no es allí externa o contextual sino que resulta fundamental para el desarrollo del trabajo. En este análisis del discurso, el intelectual es más que sujeto de enunciación, es agente, “actor intelectual”, en un drama de acciones y de pasiones ideológicas. En ese sentido, puede entenderse el objeto de la exploración no tanto como un “campo” sino como un teatro: el escenario, el guión y los actores (al menos los más característicos) constituyen la materia y trazan la fisonomía de los problemas.
No es Bourdieu la guía principal para ingresar en este “universo de los intelectuales”, en una escena dominada, dice Terán, por las “fronteras móviles” y la “fuerte direccionalidad” hacia la política. La figura sartreana del “compromiso” opera como puerta de entrada de la investigación: uno de los principales tópicos indagados en el corpus, pero también una posición ética de la inteligencia que proporciona un suelo, incluso un legado, un modo de situarse frente a esta historia que ofrece un sesgo personal indudable y a la vez busca interpelar o representar a muchos. Por supuesto, el compromiso del autor ya no se inscribe en una concepción que exalta la libertad de un sujeto soberano; no se puede ser plenamente sartreano después de Althusser y Lacan. Las ideas, dice Terán, se imponen sobre los sujetos, son también “creencias” que “organizan el mundo”, “se apoderaron de unos hombres y, al hacerlos creer lo que creyeron, los hicieron ser lo que fueron”. Como autor Terán se muestra, de entrada, en la primera persona que le exige incluir y a la vez regular el peso de su propia trayectoria intelectual; y en la dimensión autocrítica subyacente, una búsqueda por rehacer y pensar su propio camino en ese fresco poblado de ideas, valores y sueños. Pero sobre todo busca establecer la distancia necesaria mediante una investigación rigurosa y original, apegada a sus fuentes, apoyada en la bibliografía disponible y dispuesta a discutir hipótesis e interpretaciones. En verdad, el autor no aparece todo el tiempo en el ensayo, sino sólo al comienzo y al final; pero cuando lo hace se muestra, él también, como un agente en condiciones de hacerse cargo de sus propósitos y sus elecciones. La figura del compromiso, entonces, está particularmente presente en la posición del autor que asume las consecuencias de sus propios actos y se aferra a una moral de la escritura, un acto que conlleva responsabilidades y compromete al sujeto (ideal contrario al del discurso de la ciencia, que opera en el sentido de un borramiento del sujeto). Pero desde luego no es el acto de una conciencia solitaria condenada a la libertad. La historicidad de la palabra escrita depende de un horizonte que encuentra esa comunidad abierta (indicada en “nuestros” años), no simplemente como un grupo generacional o de pertenencia sino como un colectivo móvil de discusión e intelección de un pasado en el que les sea posible reconocerse.
Terán es consciente del carácter inexorablemente retrospectivo de esa exploración de un pasado que coincide con el tiempo de su propia formación política e intelectual. Y ve los límites, sobre todo el riesgo, de una “versión anticipatoria” que reencuentre lo que se supone ya sabido después de la catástrofe del terrorismo de Estado. Es claro en ese sentido que su posición como investigador y como narrador de una historia que lo incluye dependió de la experiencia del exilio y de las condiciones particulares de esa experiencia en el grupo de intelectuales socialistas reunidos en México, que contribuyó de modo decisivo a la renovación de las ideas, de la política y de la ética de una identidad de izquierda en la posdictadura. Si la “nueva izquierda” de la que habla el subtítulo del libro se refiere a aquella que hacia los años sesenta rompía con los partidos tradicionales e incorporaba las tradiciones del nacionalismo y el peronismo, una marca de pertenencia anticipada en el “nosotros”, condición de su posición de enunciación como intelectual crítico, reside en esa otra “nueva izquierda” que nacía, en México y en Buenos Aires, de las derrotas y de las ruinas, pero también de una nueva apuesta a la potencia de la inteligencia y a los valores capaces de mantener viva una tradición que merecía ser resguardada. El compromiso, entonces, que aflora con la primera persona, en el punto de partida y en el epílogo del libro, también expresa el de un grupo, y se revela en las vicisitudes de la escritura de un texto, dice, abandonado y retomado en los últimos años.
Caben, hasta aquí, dos observaciones. Por un lado, es claro que la elección de la “nueva izquierda” tiene como condición un cierto ejercicio de autoesclarecimiento que ha sido parte del trabajo de reflexión e intelección del exilio. ¿Cuánto debe este libro a los debates, las iniciativas, las críticas y las autocríticas que se desplegaron en esa experiencia? No es algo que pueda encarar aquí, pero vale la pena dejarlo señalado como una línea de investigación pendiente. Por otra parte, en el caso de Terán, ese propósito de revisar y repensar las tradiciones intelectuales críticas lo llevó, en México, a recorrer un camino propio, desde la agenda de problemas de
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