INTRODUCCIÓN
I have always felt that one of the great lacks among americans of this country in their knowledge of the whole Spanish influence and exploration and development the 16th in the Southwest United States which is a tremendous story. Unfortunately, too, americans think that America was discovered in 1620 when the pilgrims came to my own state, and they forget the tremendous adventure of the 16th and early 17th century in the southern and southwestern United States.
John F. Kennedy
President of the United States
Cuando Juan Ponce de León, según cuenta la leyenda, alcanzó La Florida en busca de una fuente que devolvía la juventud y el vigor a los ancianos, se abría una página en la historia de España, no por dolorosa menos apasionante. En un principio no era sino una isla más de las ya conocidas, o al menos eso creyó su descubridor, pero desde este momento, la historia de los Estados Unidos y España se encontrará en múltiples ocasiones durante dos siglos y medio. ¿Cómo poder afirmar, pues, que se conoce la historia de cualquiera de estos dos países sin analizar este período de aconteceres comunes? ¿Constituirá el gran número de hispanos en Norteamérica un giro histórico que deba recordarnos nuestro pasado común? En estos momentos los hispanos constituyen el grupo minoritario más numeroso de los Estados Unidos (aproximadamente un diez por ciento de la población) y por tanto su contribución a la historia actual de este país es una realidad innegable.
Analicemos en profundidad los sucesos del descubrimiento y conquista de La Florida para poder conocer mejor el presente de dos pueblos que, pese a los siglos de aparente olvido mutuo, continúan manteniendo estrechas vinculaciones en su vida diaria. Por su especial situación en el siglo XVI, España dejó en algunos Estados de Norteamérica un profundo rastro que todavía no se ha borrado y que hoy deseamos recuperar para un mejor entendimiento mutuo.
El objetivo, pues, de este estudio consiste en resaltar el papel y presencia de los españoles en La Florida desde su descubrimiento por Juan Ponce de León en 1513, hasta la creación de los primeros asentamientos estables y continuos durante 1565. Para ello se irán estudiando las distintas y sucesivas expediciones que, rebosantes de ilusión, hombres y medios materiales, fueron llegando a aquella tierra, para posteriormente analizar las causas de sus reiterados fracasos.
Carlos I y Felipe II en ningún momento dudaron de la necesidad de crear algún establecimiento español en esta enorme parte del Continente, a pesar de que La Florida no sólo no constituyó nunca un buen negocio para la Corona sino que se convirtió en la zona del Nuevo Mundo que supuso un gasto más elevado.
San Agustín, la ciudad más antigua de los actuales Estados Unidos, suponía la garantía del retorno sin incidentes de las flotas españolas que, cargadas de oro y otros metales preciosos, regresaban a España a través del Canal de Bahama. Las potencias europeas al acecho no se atrevían a instalarse oficialmente en los territorios concedidos por el Papa al monarca español, pero permitían a algunos de sus hombres, convertidos en corsarios, merodear y asaltar las naves españolas, que representaban un ansiado botín. Cuando, después de increíbles sacrificios y esfuerzos, Pedro Menéndez de Avilés logró su fundación, la política a seguir estaba clara. Pese a la hostilidad tan duramente demostrada por los indígenas, el clima en algunos momentos extremo, las tormentas que embravecían los mares y dificultaban, cuando no impedían, la llegada de ayuda, había que mantener el reducto. A ello dedicará la Corona todo su esfuerzo, y apoyará a Pedro Menéndez, artífice de esta gesta.
El reconocimiento del monarca hacia Menéndez en vida le fue negado posteriormente al Adelantado de La Florida, cuya vida y hechos hasta hoy han sido escasamente estudiados en un olvido histórico inexplicable. La escasez de alusiones a Pedro Menéndez de Avilés en los libros de historia españoles y norteamericanos es injusta. No debe olvidarse que Menéndez supuso para España el final de una serie de desventuras en La Florida, el asentamiento definitivo de los españoles en aquella tierra tras expulsar a los franceses, la fundación de su primer municipio, sus primeras leyes y los primeros pasos del catolicismo. Es por tanto de sumo interés conocer mejor al autor de estos hechos, que, aunque dedicado casi toda su vida a La Florida, tuvo además una gran actividad política en otros frentes del imperio español del siglo XVI, que le convirtieron en elemento clave de la política del momento, siempre al servicio de la Corona española.
Este escaso interés que se denuncia no afecta únicamente a la figura de Pedro Menéndez de Avilés, sino a La Florida en general y a todos los españoles que a ella se dirigieron, cuyos viajes, conquistas y expediciones se conocen casi exclusivamente a través de las propias referencias y testimonios de sus protagonistas, con clara falta de los necesarios análisis que requiere todo proceso histórico de la trascendencia del presente. No obstante, no sería justo creer o afirmar que esta carencia se ha producido exclusivamente desde el punto de vista de la historia. Desde el descubrimiento de La Florida, las posteriores expediciones que allí se dirigieron encontraron tan poca fe e ilusión por parte de los organismos oficiales, a excepción de la Corona, que debieron enfrentarse a un sinfín de problemas burocráticos, fiscales y económicos. La desidia oficial contrastaba sistemáticamente con la ilusión demostrada por los conquistadores, que les llevó a financiar ellos mismos las empresas y para ello empeñar sus fortunas personales. Las altas esferas del poder, una vez que se hubieron percatado de la no existencia de metales preciosos, se opusieron reiteradamente a emplear allí cualquier esfuerzo, del tipo que fuera, por considerarlo una pésima inversión.
Incluso el viaje de Pedro Menéndez de Avilés, organizado personalmente por Felipe II y considerado de suma trascendencia ante la presencia constatada de los franceses en la zona, hubo de sufrir, al igual que los demás, la falta de recursos oficiales y apoyo moral que hubiera sido deseable, cuando no múltiples trabas a su gestión, sólo superadas por el tesón y fe que siempre demostró el Adelantado en la empresa.
No se encontró el oro deseado, no hallaron el paso de Anián que les conduciría a las especias, todos los Adelantados anteriores a Pedro Menéndez de Avilés murieron en el intento de conquista, e incluso los misioneros debieron abandonar pronto la zona. Fue desde luego La Florida un triste capítulo para España que, por no haber supuesto un gran núcleo de conquista como Perú o México, ha sido ignorado hasta hoy en las páginas de nuestra historia. Sin embargo, ni su importancia entonces como lugar estratégico y punto avanzado de la conquista española en la parte norte del Nuevo Continente, ni su situación actual, justifican este hecho.
Dicho olvido histórico ha supuesto la máxima dificultad a la hora de encontrar información para el estudio de esta zona. De las escasas fuentes que se encuentran publicadas, la mayoría se basan exclusivamente en los testimonios directos de aquellos que protagonizaron los viajes. Con respecto a Pedro Menéndez de Avilés, la más importante de las obras que sobre él se han escrito en castellano no hace sino recopilar las cartas entre el Adelantado y el rey, y el testimonio de Solís de Meras.
El primero en llegar a esta tierra fue Juan Ponce de León en 1513, que la denominó así por haberla divisado el día de Pascua Florida. Se han utilizado los documentos relativos a sus dos viajes (1513 y 1521), así como los motivos que le impulsaron a abrir una nueva ruta en el proceso de conquista del Nuevo Continente.
Los relatos del viaje realizado por Pánfilo de Narváez y Alvar Cabeza de Vaca son los más espectaculares y atractivos, dadas las especiales características de la expedición, que, una vez desbaratada por los indígenas y las tormentas, se convirtió en una odisea para sus tres supervivientes, que anduvieron durante más de siete años a través de todo el Continente Norte, desde el Atlántico hasta llegar al Pacífico. La lectura de estos hechos, a pesar del interés que encierra, debe hacerse con sumo cuidado, ya que los errores geográficos, las exageraciones y, a veces, la falta de rigor son abundantes.