Armand Balsebre - Las cartas de La Pirenaica

José Luis Sáenz de Heredia revisando el negativo de Franco, ese hombre, el 12 de septiembre de 1964 (Foto de Ollero, AHPCE).

La campaña de los 25 Años de Paz en 1964 fue la primera gran campaña de Manuel Fraga como ministro de la propaganda franquista, para la que dispuso de un presupuesto de 80 millones de pesetas. Hasta ese momento, desde su nombramiento en julio de 1962, Fraga había trabajado casi exclusivamente en el campo de la contrapropaganda, intentando contrarrestar los efectos de la llamada «campaña antiespañola» que REI difundió por todo el mundo con ocasión de la muerte de Grimau y las huelgas de Asturias. A modo de réplica anticipada a Franco, ese hombre, en Francia se había estrenado el 18 de abril de 1963, dos días antes de la ejecución de Grimau, el documental Mourir à Madrid, de Frédéric Rossif. Las mentiras de Fraga sobre la libertad informativa («no hay censura») y la represión («no hay torturas»), recurriendo al comunismo como único culpable, mantuvieron encendida la llama de la ira ciudadana de la media España antifranquista que calificaba a Fraga de cínico e hipócrita. Fraga pretendía una España moderna, abierta a Europa. La turista número 11 millones era agasajada en Barcelona en el Día del Turista de 1964. Pero la celebración de los 25 Años de Paz se basaba en el recuerdo constante a una guerra civil sangrienta. En muchas ciudades los festejos de esta efemérides fueron presentados como conmemoración del vigésimo quinto aniversario de su «liberación» por las tropas de Franco. Y las misas de campaña, rezos del Rosario y ofrendas a la Virgen se hacían en agradecimiento a la protección mariana recibida «en los días de la Cruzada».

Fraga procedía de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), una de las familias políticas más influyentes del régimen, mucho antes de que el Opus Dei instalara sus ministros en el gobierno de España. En la década de los años 50 había dirigido el Instituto de Cultura Hispánica y ocupado la Secretaría General Técnica del Ministerio de Educación Nacional, con el ministro Joaquín Ruiz-Giménez. En el momento en que es nombrado ministro de Información y Turismo ocupaba la dirección del Instituto de Estudios Políticos (IEP), la escuela de mandos del franquismo y cantera de ministros que en el primer período de la posguerra fue uno de los instrumentos ideológicos principales del franquismo, en el sentido de que «constituyó una parte activa y fundamental del intento falangista de configurarse como eje político e ideológico del Nuevo Estado», tomando como modelo el Istituto Nazionale Fascista di Cultura del fascismo italiano. En los años 50 el IEP fue también el instrumento de la política exterior del franquismo, responsable de la construcción del discurso europeísta oficial.

La gran fiesta de los 25 Años de Paz fue el 1 de abril, el Día de la Victoria, una de las fechas sagradas de la celebración franquista. «Un gallego en Barcelona» jugaba en su carta con ese concepto para denunciar que nunca habría paz en España mientras el franquismo siguiera apelando a la legitimidad de una victoria:

Que con ese primer día de la Victoria se produjo en nombre de una Santa Cruzada de Liberación el mayor desgarrón que ha sufrido España en toda su existencia como Nación Civilizada. Que con el primer día de la Victoria todas las cárceles existentes en España, y las muchas más que se improvisaron, fueron insuficientes para cobijar a tantos cientos de miles de presos. Que con el primer día de la Victoria todas las carreteras y caminos de España se convirtieron en una compacta procesión de presos de un lado para otro por no caber en ninguna parte […]. Que con el primer día de la Victoria, en nombre de una Santa Religión Cristiana, llegó la inicua y falsa condición de convertir el oficio de la Santa Misa en instrumento de terror colectivo en todos los pueblos de España, haciéndolo poco menos que a toque de corneta y lista, como si se tratara de la misma vida cuartelaria. ¿Paz? ¿Pero es que puede hablarse de Paz? ¿Dónde está?.