El papel del escritor [...] no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren.
Prólogo de los autores
El consultorio radiofónico de Elena Francis forma parte de la cultura sentimental de varias generaciones de españoles. Permaneció en las ondas de diversas emisoras entre 1950 y 1984, ofreciendo a diario durante un breve espacio de tiempo, una media hora, consejos sentimentales y domésticos que leía una locutora de voz profunda y acariciadora. El signo de identidad del programa era la melancólica melodía «Indian Summer», una llamada al paréntesis en las tareas domésticas, escolares o laborales.
Probablemente no hay un tema del que existan mayores lugares comunes en la historia de la comunicación durante el franquismo. Sin embargo, la visión que se ha tenido hasta ahora del programa ha estado mediatizada por una simplificación que ha ido repitiéndose hasta deformar la realidad.
El abrumador éxito que tuvo el programa condujo a la recepción de una enorme cantidad de cartas dirigidas al Instituto Francis, patrocinador publicitario de la emisión. Evidentemente no podían leerse todas en antena, a causa de la brevedad del programa por un lado, por la repetición de temas por otro y, fundamentalmente, porque trataban cuestiones tabú en una sociedad rígidamente estructurada por los pilares ideológicos de la dictadura: la Iglesia, la Falange y una concepción ultraconservadora de la existencia.
El programa contaba con un equipo muy reducido de guionistas, que seleccionaban las cartas o las reelaboraban, las censuraban y resumían, o directamente las inventaban, para ser leídas en antena. Pero el Instituto Francis, desbordado por el volumen de cartas que llegaban, tuvo que contratar a otras personas que se dedicaban estrictamente a contestar por correo las que no iban a radiarse.
Y estas cartas, las auténticas y verídicas, son estrictamente el objeto de nuestro estudio. Más de un millón de cartas fueron encontradas en 2005 abandonadas en un almacén de la población barcelonesa de Cornellà, de las cuales más de 100.000 pudieron ser rescatadas del deterioro para su estudio y conservación por la historiadora Mari Luz Retuerta, directora del Archivo Comarcal del Baix Llobregat (ACBL), con sede en Sant Feliu de Llobregat (Barcelona). Un 10 por 100 de estas cartas ha sido catalogado y digitalizado, y constituye la fuente documental con la que hemos trabajado en la presente obra. El archivo se encuentra actualmente en fase de tratamiento de toda esa correspondencia. El presente estudio analiza más de 4.000 cartas escritas entre 1950 y 1972, que han sido cotejadas con los guiones originales del consultorio, conservados en su mayoría en la Colección de Guiones de Radio Barcelona de la Biblioteca de Comunicación y Hemeroteca General de la Universidad Autónoma de Barcelona, y otra pequeña parte en el propio ACBL. Este análisis complementario de los Guiones de Radio Barcelona nos ha permitido también fijar con exactitud la fecha de la primera emisión del consultorio y disipar errores del pasado. Asimismo, hemos recurrido a la literatura, el cine y el cómic para apoyar la contextualización de la correspondencia.
Como señala el historiador Simon Sebag Montefiore, «las memorias deben ser tratadas con escepticismo, pero las cartas y los diarios tienen un valor incalculable». En efecto, el fondo de correspondencia analizado posee tres cualidades muy importantes desde el punto de vista de la investigación histórica. En primer lugar, las cartas son auténticas, es decir, fueron escritas por personas reales cuya identidad y lugar de origen se conocen. Este libro, respetando normas de confidencialidad y en consideración al universo privado que merecen las autoras de las cartas, no desvela ninguna identidad ni dirección. En segundo lugar, ofrecen un panorama pormenorizado y fidedigno de la vida doméstica, las costumbres y creencias de la España del franquismo. Y en tercer lugar, el análisis del epistolario Francis demuestra la severa amputación mental a que eran sometidas las mujeres españolas, su falta de autonomía personal y profesional y su sumisión endémica respecto al hombre; su infelicidad provocada por el ñoño sentimentalismo ambiental en que vivían, atrapadas en el «qué dirán» y en la monolítica y castradora institución familiar.
El objetivo principal del presente estudio no es el análisis de la historia radiofónica del consultorio, aunque lo que se decía por antena configura una referencia contextual permanente a lo largo de nuestro trabajo. Tampoco lo es el estudio de las cartas leídas por la radio, muchas de ellas falseadas por los guionistas que por su cuenta inventaban historias para «adornar» las emisiones, sobre todo en la última época del consultorio. Este estudio se centra en la correspondencia postal del Consultorio Francis, conocida hasta ahora a retazos en trabajos muy parciales, o bien esporádicamente. Por lo tanto, las cartas manejadas son las originales, con sus respuestas originales, sin ningún filtro que deforme o tergiverse su contenido. Únicamente hemos corregido las faltas de ortografía para favorecer su legibilidad.
El Consultorio para la mujer de Elena Francis constituyó una formidable y eficaz plataforma comunicativa para la promoción de los productos de belleza del Instituto Francis, su principal objetivo. Es indispensable destacar que los consejos de belleza centraron mayoritariamente las consultas del programa, coincidiendo con la incorporación de la mujer al trabajo, el auge de la cultura urbana y la influencia del cine en sus parámetros estéticos. Pero el interés de las cartas radica en que establecen una radiografía muy precisa de la vida familiar, del cortejo y el noviazgo, del matrimonio, del ocio, de la emigración y de las costumbres en la España de esas décadas, fundamentalmente de las clases más humildes. Y no menos importante: las cartas revelan también el desamparo legal de las mujeres, su absoluta indefensión respecto a una dominación masculina que se traducía en una violencia tolerada, justificada y reproducida a través de sucesivas generaciones. Los episodios de sufrimiento relatados en las cartas que nunca se radiaron ofrecen una cara del consultorio mucho menos frívola y banal de lo que se ha considerado hasta ahora.
La repercusión social del consultorio en la España del franquismo trasciende la emisión radiofónica articulando un aparato propagandístico en torno al personaje de ficción de Elena Francis, el seudónimo bajo el que un reducido grupo de personas, mujeres casi siempre, brindaban solución a múltiples problemas de la vida cotidiana y ofrecían «guía y consuelo» a millones de mujeres en busca de la felicidad. El consultorio ejercía las funciones de gran confesionario donde las mujeres desgraciadas liberaban su desesperación. Elena Francis actuaba como madre protectora con «sus acertados consejos». No siempre encontraban en las palabras de Elena Francis alivio a sus penas. Pero el solo hecho de poder compartirlas, de poder confesar a la señora Francis aquello que a nadie más se atreverían a revelar, les proporcionaba el ansiado alivio a sus preocupaciones. Los psicólogos confirman la función terapéutica que supone escribir sobre aquello que nos preocupa. Así lo hicieron más de un millón de mujeres durante los poco más de 33 años de cita diaria en las ondas de la Cadena SER, Radio Intercontinental, REM-CAR o Radiocadena Española, la COPE y Radio Peninsular.
Pero el Consultorio de Elena Francis tuvo también una repercusión política, en el sentido más ideológico del término, como directorio que marcó una pauta de conducta en la toma de decisiones sobre distintos asuntos de la vida pública y doméstico-familiar de las mujeres, de acuerdo con los principios morales y religiosos promovidos por el franquismo. En realidad, el consultorio radiofónico de Elena Francis fue uno de los mejores instrumentos de propaganda que tuvo el franquismo. No se hablaba de política, ni de Franco. Solo se trataban «asuntos femeninos», el llamado universo femenino, circunscrito a las cuatro paredes del hogar. La ficción narrativa que construyeron los guionistas del programa al servicio del personaje de Elena Francis fue uno de los mejores medios que tuvo el franquismo para fijar en la mente de las radioyentes un catálogo de deberes y obligaciones en sintonía con los principios de la moral religiosa del nacionalcatolicismo y la labor educadora y de control ideológico adjudicada por Franco a la Sección Femenina. Manuel Vázquez Montalbán escribió con ironía que «aquella fuerza de contención ideológica que fue la Sección Femenina solo aportó a la cultura española un excelente recetario de cocina y la organización de Coros y Danzas, cocina y folklore como claras referencias de una determinada concepción del rol de la mujer».