Bart D. Ehrman - Jesús no dijo eso
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- Libro:Jesús no dijo eso
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2005
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Jesús no dijo eso: resumen, descripción y anotación
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Aun en nuestros días, tras la lectura de un pasaje de la Biblia se suele decir «palabra de Dios», como si lo que está escrito en el Nuevo Testamento fueran las palabras exactas que pronunció Jesucristo o los textos originales de Pablo de Tarso. En realidad esa «palabra de Dios» es, en muchos casos, solamente palabra de los hombres, porque, a lo largo de mil quinientos años, los diferentes traductores y copistas de la Biblia introdujeron un sinfín de errores accidentales y cambios malintencionados que pasaron a las ediciones impresas. Ahora, por primera vez, el eminente especialista del Nuevo Testamento Bart D. Ehrman (autor de Los cristianismos perdidos) reconstruye los textos originales, nos revela cómo, dónde y por qué fueron manipulados y nos demuestra que muchas de nuestras creencias más profundas sobre la divinidad de Jesús, la Trinidad o los orígenes divinos de la Biblia misma carecen de fundamento documental. Quien lea Jesús no dijo eso nunca volverá a leer del mismo modo los evangelios o las epístolas de San Pablo.
La percepción popular de la Biblia como un libro divino y perfecto recibe escaso apoyo por parte de Bart Ehrman, que ve en las Sagradas Escrituras una amplia evidencia de la fiabilidad humana y las políticas eclesiásticas. A pesar de haber sido educado en literatura evangélica, Ehrman considera su temprana fe en la infalible inspiración de la Biblia como un engaño, teniendo en cuenta que los manuscritos originales han desaparecido y los textos de los que disponemos no concuerdan unos con otros. La mayor parte de las discrepancias textuales, reconoce Ehrman, no tienen importancia, pero algunas de ellas afectan profundamente a la doctrina religiosa. En un lenguaje accesible a los no especialistas, Ehrman explica estos métodos y sus resultados. A pesar de que se dirige a un público amplio, Ehrman desestima las actitudes religiosas que hicieron de la Biblia un texto popular. Sin embargo, se trata de una descripción útil de las colecciones de historia bíblicas.
Bart D. Ehrman
Quién cambio la Biblia y por qué
ePub r1.3
Titivillus 28.05.2018
Título original: Misquoting Jesus: The Story Behind Who Changed the Bible and Why
Bart D. Ehrman, 2005
Traducción: Luis Noriega
Ilustracion de cubierta: Cover Corbis
Diseño de cubierta: Jaime Fernández
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Bruce M. Metzger.
BART D. EHRMAN (Lawrence, EE. UU., 5 de octubre de 1955). Erudito sobre el Nuevo Testamento y experto en el paleocristianismo. Actualmente es el jefe del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Si bien Ehrman es uno de los principales estudiosos académicos del Nuevo Testamento, ha alcanzado fama también entre los lectores sin especialización en la materia; cuatro de sus obras han figurado en la lista de libros de mayores ventas de The New York Times.
Ehrman se crió en Lawrence, Kansas, Estados Unidos de América, y asistió a la preparatoria Lawrence High School, donde formó parte del equipo campeón estatal de debate en 1973. Empezó a estudiar la Biblia y sus idiomas originales en el Instituto Bíblico Moody y concluyó su licenciatura magna cum laude en 1978 en el Wheaton College de Illinois. Luego obtuvo su maestría en teología del Princeton Theological Seminary en 1981 y se doctoró magna cum laude en 1985 en la misma institución, donde fue alumno de Bruce Metzger.
[1] Mi amigo Jeff Siker sostiene que leer el Nuevo Testamento en griego es como verlo en color, mientras que leerlo en una traducción es como verlo en blanco y negro: se entiende, pero se pierden muchos matices.
[2] El libro que más se acerca a ello es el de David C. Parker, The Living Text of the Gospels, Cambridge University Press, Cambridge, 1997.
M ás que cualquier otro asunto sobre el que haya escrito, el tema de este libro ha ocupado mi mente desde hace treinta años, cuando aún sin cumplir los veinte comencé a estudiar el Nuevo Testamento. Dado que ha sido parte de mí durante tanto tiempo, pienso que quizá deba empezar mi exposición ofreciendo una explicación personal de las razones por las que este material ha sido, y continúa siendo, tan importante para mí.
Este libro trata de los manuscritos antiguos del Nuevo Testamento y de las diferencias que existen entre ellos, de los escribas que copiaron las Escrituras y en ocasiones las cambiaron. Es posible que esto no parezca una clave muy prometedora para leer la propia biografía, pero en mi caso es así. Uno tiene poco control sobre estas cosas.
Antes de explicar cómo y por qué los manuscritos del Nuevo Testamento han marcado una diferencia fundamental en mi vida, tanto emocional como intelectualmente, y han incidido en el modo en que veo el mundo en el que vivo, en mi forma de entenderme a mí mismo y en mis opiniones acerca de Dios y la Biblia, es importante que explique algunos aspectos relevantes de mi formación.
Nací y me crié en un lugar y una época conservadores: el interior de Estados Unidos, a mediados de la década de 1950. Mi educación no fue nada fuera de lo común. Éramos una familia de cinco miembros bastante típica, íbamos a la iglesia, sí, pero no éramos particularmente religiosos. Desde que estaba en quinto curso, asistíamos a la iglesia episcopal de Lawrence, Kansas, que entonces tenía un párroco amable y sabio que, además, era vecino nuestro y su hijo era amigo mío (con quien luego, en secundaria, me vi involucrado en alguna travesura, algo relacionado con unos cigarros). Como muchas iglesias episcopales, la de Lawrence era socialmente respetable y responsable. Se tomaba muy en serio la liturgia eclesiástica, y las Escrituras eran parte de esa liturgia. Sin embargo, no se hacía excesivo énfasis en la Biblia, que se consideraba una guía en el camino y la práctica de la fe, junto a la tradición eclesiástica y el sentido común. De hecho, la verdad es que no hablábamos mucho de la Biblia, ni siquiera en la escuela dominical, donde nos centrábamos más en cuestiones prácticas y sociales y en cómo habíamos de vivir en el mundo.
La Biblia sí tenía un lugar muy especial en casa, sobre todo para mi madre, que ocasionalmente nos leía pasajes y se preocupaba por verificar que hubiéramos entendido sus historias y sus enseñanzas éticas (aunque no tanto sus «doctrinas»). Supongo que, hasta mis años de instituto, consideraba la Biblia como un libro misterioso que tenía cierta importancia para la religión, pero, con seguridad, no como algo que hubiera que estudiar y conocer a fondo. Sentía que era algo antiguo, ligado de forma inextricable a Dios, la iglesia y el culto, pero, incluso así, no veía ninguna razón para dedicarme por mi cuenta a su lectura y estudio.
La situación cambió de manera radical cuando estaba en mi segundo año de instituto. Fue entonces cuando tuve una experiencia de «renacimiento», en un escenario bastante diferente del de mi parroquia habitual. Yo era entonces un típico chico «marginal»: un buen estudiante que se interesaba y participaba en los deportes escolares, pero no destacaba en ninguno de ellos, y que se interesaba y participaba en la vida social, pero no se codeaba con la élite que formaban quienes eran populares en el instituto. Recuerdo que en esa época sentía una especie de vacío que nada parecía capaz de llenar: ni las salidas con mis amigos (con los que iba a fiestas en las que bebíamos bastante), ni las citas (empezaba a introducirme en el
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