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Bartolomé Bennassar - La América española y la América portuguesa

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Bartolomé Bennassar La América española y la América portuguesa
  • Libro:
    La América española y la América portuguesa
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1981
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La América española y la América portuguesa: resumen, descripción y anotación

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Título original: La América española y la América portuguesa, Siglos XVI-XVIII, en: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n.º 38, 1982

Bartolomé Bennassar, 1981

Traducción: Carmen Artal

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

Notas Parte importante de este capítulo ya ha sido publicado en España en - photo 1
Notas

[*] Parte importante de este capítulo ya ha sido publicado en España en el marco del Tomo I de la Historia económica y social del mundo, Ed. ZYX, Barcelona.

Una historia de la América conquistada por españoles y portugueses que aborda desde un nuevo enfoque temas polémicos: ese nuevo enfoque, de características sociológicas, trata sobre todo de desentrañar la organización política que las metrópolis dieron a los nuevos territorios descubiertos y conquistados, así como a las instituciones administrativas del Nuevo Mundo.

El historiador francés Bartolomé Bennassar estudia especialmente el desarrollo económico, los problemas demográficos, las técnicas de producción agraria y de explotación minera de la sociedad colonial, para concluir en el análisis de los conflictos que dieron lugar, primero, a la resistencia indígena frente a los colonizadores, luego a la rebelión de los dominadores coloniales contra las metrópolis hasta desembocar en la independencia de las nuevas naciones.

Bartolomé Bennassar La América española y la América portuguesa Siglos - photo 2

Bartolomé Bennassar

La América española y la América portuguesa

Siglos XVI-XVIII

ePub r1.0

Titivillus 02.02.2020

I. LOS INDIOS AMERICANOS

El origen asiático de los indios americanos está actualmente fuera de toda duda. Procedentes del Asia central, tribus de cazadores nómadas aprovecharon la aparición del estrecho de Berhing, que une Asia con América, para pasar a este continente vacío y expansionarse progresivamente por el inmenso territorio americano. La migración puede haber comenzado unos 35.000 años antes de J. C., quizás antes, y entre los años 20.000 y 10.000 masivas oleadas afluyeron a América. Parece que estos migrantes atravesaron sin asentarse durante mucho tiempo toda América del norte hasta río Grande, y que, finalmente, se establecieron en las altas tierras templadas de América central. A lo largo de los últimos milenios antes de J. C., numerosos grupos nómadas se hacen sedentarios, consiguiendo cultivar las plantas fundamentales, como se verá más adelante. Estas revoluciones agrícolas explican el fuerte crecimiento demográfico acaecido en algunas partes de América. En efecto, en vísperas de la conquista el espacio económico americano se halla enormemente diversificado, es profundamente heterogéneo, más aún que el africano. Cada vez es más evidente la fundamental importancia de la relación entre desarrollo económico y densidad de población.

A) Densidad de población y desarrollo económico

A lo largo de los últimos cincuenta años, las polémicas a propósito de la demografía precolombina han sido vivaces e incluso encendidas. Han movilizado a arqueólogos, antropólogos, etnógrafos y filólogos, lo mismo que a historiadores, y honestamente no pueden ser consideradas como completamente superadas. La tesis «minimalista» sostenida por Kroeber y Angel Rosenblatt (1954-67…) reduce a 13 millones la población india del conjunto del continente a la llegada de los europeos, de los cuales cuatro corresponderían a México y tres al bloque andino: los actuales Bolivia, Perú y Ecuador. Los historiadores etnógrafos de la Universidad de Berkeley, Cook y Borah, defienden en cambio una América fuertemente poblada: eligiendo como objeto de estudio México central y tomando como documentos de base los censos efectuados por los españoles por motivos fiscales, han calculado que, desde 1550 hasta 1570, la población india de México central había disminuido en un 3,8 por 100 anual como media. Aplicando este coeficiente de forma regresiva hasta 1519 establecieron (1966) que la población de México central, a la llegada de Hernán Cortés, podía ser evaluada en 25.200.000 habitantes. Dicha cifra parece concordar con los testimonios de numerosos cronistas contemporáneos de la conquista, tachados de exagerados por la crítica posterior, y con la impresión de saturación demográfica que proporcionan numerosos trabajos arqueológicos.

El inconveniente del método de Berkeley es que convierte la extrapolación en sistema: es bastante arriesgado, por ejemplo, aplicar el coeficiente 3,8 a todo el período 1519-1550, sin tener suficientemente en cuenta que algunas regiones fueron afectadas tardíamente y más superficialmente por la conquista. Por ello, el efectivo demográfico propuesto por el equipo de Berkeley resulta quizás exagerado.

No obstante México central debió constituir, casi seguro, un «mundo lleno». Teniendo en cuenta la existencia de otros mundos llenos y, como contrapartida, la vacuidad humana casi total de enormes extensiones, la población de la América precolombina no debió haber sido inferior a 50 o 60 millones de individuos, y probablemente alcanzaba los 80 millones. Recientes estudios han aportado, efectivamente, argumentos favorables a las tesis «maximalistas». Vamos a presentar dos ejemplos:

Se trata, en primer lugar, de los resultados de la expedición arqueológica llevada a cabo por la fundación Peabody, en el valle de Tehuacán, al noroeste de Oaxaca y al suroeste de Puebla, también en México central: fueron hallados 453 emplazamientos arqueológicos y correspondientes a otros tantos asentamientos humanos. A través del análisis de los restos que caracterizan cada período, Mac Neish calculó que la densidad humana hacia el año 700 después de J. C. era de 11 habitantes por km2, y de 36,3 durante los últimos siglos precedentes a la conquista. Este aumento demográfico coincide con el desarrollo de la irrigación y un alza considerable en la producción de artículos alimenticios. Durante esta fase, 3/4 de los productos de la agricultura estaban destinados a la alimentación.

El otro ejemplo que vamos a citar aquí tiene la ventaja de referirse a otro medio geográfico: la región central de la actual Colombia, donde se habían desarrollado los pequeños estados chibchas de Bogotá y de Tunja. Los trabajos del historiador colombiano Juan Friede, que ha utilizado métodos muy similares a los empleados por Cook y Borah, basándose en los censos efectuados por los «visitadores» españoles entre 1537 y 1565. Así, en el caso de la provincia de Tunja (Huinza), una parte del actual Boyacá, constatan un descenso del 27,54 por 100 en el total de «tributarios» entre 1537 y 1564. Friede consiguió extender este análisis a dos «cacicatos» del «reino» de Tunja, los de Duitama y Sogamoso: de esta forma obtiene densidades de 45 (Sogamoso) y 37 (Duitama), muy semejantes a las calculadas por Mac Neish en Tehuacán. En ambos casos se trata de medios de altitud similar (alrededor de 2.500 m.), muy apropiados para el cultivo del maíz.

Hay un hecho que nos parece más sugestivo que la evaluación global de la población americana. La América del descubrimiento fascinó a sus conquistadores por la amplitud de sus diferencias: en ella coexistían desiertos y enjambres humanos, pueblos anclados desde milenios en la prehistoria, que sólo subsistían de la caza y de la recolección, y pueblos que habían sabido crear una agricultura avanzada, seleccionando plantas y utilizando a fondo los recursos de la irrigación mediante canales de varias decenas de kilómetros a lo largo de las terrazas construidas por la mano del hombre en las laderas de las sierras. De esta forma, siguiendo a Pierre Chaunu, se pueden distinguir tres niveles de población: el más alto, con una densidad de 8 a 50 habitantes por km2, corresponde a las elevadas tierras fértiles de México central (meseta de Anahuac) y a las «sabanas» o a las «hoyas» (cuencas) interandinas, cuya altura oscila entre los 1.500-1.600 y los 3.000 metros: valles de México, de Toluca o de Oaxaca, en el corazón del imperio azteca; zonas altas de la civilización chibcha, como el valle de Cauca y las mesetas de Bogotá y de Tunja; zonas de población privilegiada de los quechuas, como el altiplano ecuatoriano, la actual «avenida de los volcanes»; cuenca de Cajamarca, valles de Chancay, de Yucay, de Cuzco, por ejemplo. En esta zona, el desarrollo económico unido a una organización política bastante elaborada hizo surgir ciudades de gran envergadura, dotadas de una original arquitectura. Esta América precolombina, desde Chihuahua, lindando con el México estepario, hasta Atacama, en las inmediaciones del desierto, como observa Nicolás Sánchez Albornoz, se halla jalonada por una larga cadena de ciudades: esta zona, al abrigar poblaciones rurales densas y de elevado rendimiento agrícola, dio origen a grandes centros políticos o culturales. Volvamos, pues, al maíz.

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