Benedetta Craveri - Amantes y reinas
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- Libro:Amantes y reinas
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2006
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Amantes y reinas: resumen, descripción y anotación
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BENEDETTA CRAVERI (Roma, 23 de septiembre de 1942). Adele Benedetta Craveri, es una escritora, crítica literaria e historiadora italiana, especialista en literatura y cultura francesa de los siglos XVII y XVIII.
- Madame du Deffand y su mundo (1982)
- La cultura de la conversación (2001)
- Amantes y reinas: el poder de las mujeres (2005)
- María Antonieta y el escándalo del collar (2006)
- Los últimos libertinos (2016)
a Margherita e Isabella
Título original: Amanti e regine. Il potere delle donne
Benedetta Craveri, 2006
Traducción: María Cóndor
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
[1] «He aquí en verdad que Amor, una hermosa mañana / vino a ofrecerme una florecilla [expresión galante] muy linda / pues, mirad, la florecilla tan gentil / era un muchacho fresco, gallardo y jovencito. / Pero yo, temblorosa y apartando los ojos, / “Oh, no”, decía. “¡Ah! ¡No os engañéis” / respondió el Amor, y de improviso ante mi vista / presentó un laurel maravilloso. / “Mejor es”, le dije, “ser sabia que reina”. / Pero me sentí estremecer y temblar, / Diana flaqueó y comprendéis sin dificultad / de qué mañana pretendo hablar…».
[2] «Ay, Dios mío, cómo lamento / el tiempo que he perdido en mi juventud: / cuántas veces he deseado / tener a Diana como mi única amante, / mas temía que ella, que es una diosa, / no quierera rebajarse / a hacer caso de mí, que, sin eso, / no tenía placer, alegría ni contento / hasta la hora en que se decidió / que yo obedeciese a su mandato».
[3] «El joven león derrotará al viejo, / sobre el campo de batalla en singular combate, / en la jaula de oro le traspasará los ojos: / dos clases una, luego morir, muerte cruel».
[4] «Antaño fue Gabriel a anunciar a la Virgen / que de ella nacería el Salvador del mundo; / hoy, sin embargo, a causa de una Gabrielle, el rey / a su propia salvación ha querido renunciar».
[5] «¡Casaos, por Dios, señor! Vuestro linaje es cierto: / ya que un poco de plomo y un poco de cera / legitiman a un hijo de puta».
[6] «¡Sois emperador, señor, y lloráis!» y «¡Me amáis, así al menos afirmáis; / y sin embargo marcho, y sois vos quien me lo ordenáis!».
[7] Respectivamente la dama de honor y la dama d’atour, que era responsable del guardarropa de la reina.
[8] Felipe de Orléans, segundo hijo de Ana de Austria.
[9] Cualesquiera que sean las alegrías que la gloria nos ofrece, / cuando se está enamorado en grado sumo / morir entre los brazos de una bella persona / es, a mi juicio, la más dulce de las muertes.
[10] «Antes de que el mar viniese al mundo / Rochechouart llevaba las olas».
[11] El grupo estaba compuesto por dos princesas, dos duquesas y dos marquesas o condesas.
[12] Desde la época de Enrique IV los confesores pertenecían a la orden de los jesuitas.
[13] La chaise de commodité era utilizada para las funciones corporales.
[14] Françoise-Marie de Borbón, nacida el 7 de mayo de 1677, legitimada en 1681 con el título de Mademoiselle de Blois; se casó con Felipe, duque de Chartres, después duque de Orléans, el futuro regente; Louis-Alexandre de Borbón, nacido el 6 de junio de 1678, legitimado en 1681 con el título de conde de Toulouse y, desde 1703, duque de Penthiève.
[15] «Viandante, no hagas ruido: / cuida de no despertarlo, / porque ésta es la primera noche / que el pobre Scarron dormita».
[16] «Mas ¿qué digo? Vuestra vida, Esther, ¿es vuestra? / ¿No pertenece a Dios, de quien la habéis recibido? / ¿Y quién sabe, cuando al trono condujo vuestros pasos, / si no os guardaba para salvar a su pueblo?».
[17] «La una casi ha caído en el olvido, la otra casi en el polvo, / la tercera está aún en pie; la cuarta espera / dejar sitio a la última. / Escoger una familia entera / ¿significa ser infiel o constante?».
[18] «Sincera y tierna Pompadour, / ya que desde ahora puedo daros / un nombre que rima con amour, / y que pronto será el más bello nombre de Francia».
[19] «Por fin está en mi poder / el fatal enemigo, el soberbio vencedor…».
[20] «Merecedor del suplicio de la rueda»: era Felipe de Orléans quien denominaba así a sus compañeros de juerga.
[21] «Luis, si quieres ver / un bastardo, un cornudo y una puta, / mírate en el espejo / y mira a la reina y al delfín».
50.000 ejemplares vendidos en Italia.
«El nuevo ensayo de Benedetta Craveri se lee como la gran novela erótica de la monarquía francesa de los siglos XVI-XVIII vista a través de las vidas de reinas y favoritas» (Il Corriere della Sera). Benedetta Craveri nos cuenta la historia de mujeres como Gabrielle d’Estrées o Madame du Barry, Ana de Austria o María Antonieta, amantes y reinas que convirtieron su supuesta debilidad en un instrumento de dominio.Durante siglos se ha predicado que confiar a una mujer cualquier responsabilidad de gobierno sería «algo que repugnaría a la naturaleza [...], un trastocamiento del recto orden y de todo principio de justicia». Sin embargo, especialmente en la Francia del Antiguo Régimen, las mujeres se han arrogado ese poder, haciendo vanas en la práctica las leyes y las costumbres que se lo negaban. La más destacada de todas fue Catalina de Médicis, que durante treinta años logró mantener intacta la autoridad real. Pero junto a las reinas —y a menudo al mismo tiempo y en antagonismo con ellas—– otras mujeres ejercieron, en los siglos anteriores a la Revolución, una enorme influencia sobre los equilibrios políticos internos y externos de la monarquía francesa: las poderosísimas amantes reales, quienes tuvieron que aprender a utilizar la astucia, a corromper, a castigar… y a salir de escena en el momento justo.
Benedetta Craveri
El poder de las mujeres
ePub r1.0
Titivillus 31.03.2020
El poder de las mujeres
En 1586, el célebre jurista francés Jean Bodin no vacilaba en confinar a las mujeres a los márgenes de la vida civil, sosteniendo que «era preciso mantenerlas alejadas de todas las magistraturas, los lugares de mando, los juicios, las asambleas públicas y los consejos, para que se ocupen solamente de sus faenas mujeriles y domésticas». Agarrándose a una doble herencia cultural –la grecorromana y la judeocristiana–, el gran teórico de la soberanía del Estado absoluto moderno confirmaba una convicción tan antigua como la sociedad occidental. En toda Europa, en consideración a la debilidad intelectual, moral y psíquica inherente a su naturaleza, se excluía a las mujeres del poder; sólo los hombres eran ciudadanos de pleno derecho, sólo a los hombres les estaba permitido reinar.
Costumbres y leyes no siempre habían sido tan desfavorables al sexo débil; no mucho tiempo antes, dentro del sistema feudal francés, las mujeres habían gozado de un trato menos punitivo.
Hasta el siglo XIV, en efecto, en ausencia de cabeza de familia hacían las veces de tal y tenían la facultad de heredar títulos y feudos, gobernando sus tierras ellas mismas. Valga como ejemplo el caso de Ana de Bretaña, que, casada primero con Carlos VIII y después con Luis XII, y por tanto reina de Francia por dos veces, nunca había dejado de supervisar personalmente la administración del ducado que había llevado como dote a la corona francesa.
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