Vicenta María Márquez de la Plata - Reinas medievales españolas
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- Libro:Reinas medievales españolas
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2000
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Este libro nos ofrece una galería de retratos de Reinas de la España medieval, en el que se combina la erudición histórica con legendarias escenas de vivo colorido, capaces de hacer volar la imaginación del lector y trasladarle a las épocas de las reinas protagonistas, a través de una original simbiosis de historias apasionantes, retazos medievales de sorprendente belleza y rigurosa ambientación histórica.
La obra trasciende de la parca sequedad de lo que cuentan documentos y crónicas. Los autores, además de relatarnos los hechos más destacados de sus vidas, han conseguido adentrarse en los secretos motivos de conducta que guiaron sus actos.
Vicenta María Márquez de la Plata & Luis Valero de Bernabé
ePub r1.0
liete14.11.13
Título original: Reinas medievales españolas
Vicenta María Márquez de la Plata & Luis Valero de Bernabé, 2000
Editor digital: liete
ePub base r1.0
Una reina bien cantada
Hija de Ordoño I de Asturias (850-866), hermana de Alfonso III El Magno, esposa de García Íñiguez de Navarra (857-882). Nacida en el año 850, se desconoce la fecha de su muerte.
Al hablar de la legendaria Leodegundia nos remontamos a los orígenes mismos del reino de Navarra. Caída la Península, en el año 712, en poder de los musulmanes, casi inmediatamente se formaron ciertos núcleos de resistencia en los territorios que quedaron libres de la invasión. Algunas tierras del norte fueron, efectivamente, invadidas y organizadas, al menos nominalmente, por los nuevos señores, pero debido a su lejanía de los nuevos centros de poder y a la belicosidad de los habitantes, el dominio de los señores musulmanes era, a veces, más nominal que efectivo.
Por estas razones, los vascones, como los astures y los cántabros, estaban en mejor situación que otros territorios para intentar una rebelión o al menos una resistencia, frente a los nuevos invasores. Según Menéndez Pidal, había una Vasconia Superior que comprendía la parte de la montaña, desde el Bidasoa hasta la cuenca del Aragón, cuyo centro lógico era la ciudad de Pamplona; y una Vasconia Inferior más cercana al Ebro con límites más difíciles de precisar. Es en la primera en donde se estableció un núcleo cristiano de resistencia frente al mundo musulmán. Por estas tierras vasconizadas cruzaron los islamitas en sus campañas contra Aquitania, tal y como lo hiciera Abd al-Rahman Al-Gefeki para medir sus fuerzas con las de Carlos Martel, en el año 732. La noticia de la derrota del Valí dio ánimo a los pobladores de esas montañas para no someterse al invasor. Sin embargo, el mundo musulmán estaba en pleno apogeo y la sumisión hubo de llegar y el Valí Ubka estableció una guarnición en Pamplona. Aun así, durante lo que restaba del siglo, se produjeron varios levantamientos contra los musulmanes, levantamientos que, según lo cuenten cristianos o moros, están relatados de diversa manera.
Sin entrar en excesivos detalles, recordaremos que se considera como primera dinastía navarra a la Íñiga, cuyo primer rey, al decir de casi todos los historiadores, es Íñigo Arista (835-857), que se opuso a la penetración franca y ello le dio prestigio y autoridad. Íñigo Arista estaba emparentado con la poderosa familia de origen peninsular, pero islamizada, que controlaba otra gran zona, fronteriza con esa Navarra primigenia: los Banu Casi, que durante mucho tiempo mantuvieron frente a Córdoba una actitud de relativa independencia. La dinastía Íñiga enlazó repetidamente con los Banu Casi y durante algún tiempo las relaciones entre ambas casas fueron buenas y los reyes se apoyaron mutuamente, pero cuando estas relaciones se enfriaron, los reyes de Navarra bascularon hacia Asturias y enlazaron por matrimonio con los otros reinos cristianos peninsulares; abandonaron a sus aliados de otrora y buscaron nuevas alianzas que les aportasen poder y grandeza.
En todo caso, recordemos que también la casa navarra estaba emparentada con la familia de los gobernantes de Córdoba, pues la madre de Abderramán era una vascona de la casa real de Navarra, quizá por esta razón y por la buena política llevada a cabo frente al califato, Navarra se había librado de las aceifas anuales que sufrían los reinos cristianos de la Península. Sin embargo, con el caudillo Musa ben Musa, las cosas cambiaron radicalmente. Con la aquiescencia del Califa, los musulmanes llegaron a saquear las posesiones de Íñigo Arista y las violentas luchas sólo sirvieron a la postre para cohesionar más a los pamploneses alrededor de sus reyes y para que buscasen apoyo en otros reinos, cristianos como ellos.
Al fallecer el rey Íñigo Arista, en el año 857, le sucedió su hijo García Íñiguez (del que luego hablaremos más ampliamente en relación con su matrimonio con Leodegundia), que reinó desde 857 al 882. García Íñiguez ya se vio obligado a sostener diversas campañas contra los moros, y éstos a su vez saquearon Pamplona en varias ocasiones.
Fue este rey tomado prisionero por los normandos en el año 859, los que pidieron un enorme rescate por él: nada menos que 70.000 monedas de oro, rescate que parece se pagó, no por los navarros sino por los asturianos, al menos parcialmente, lo que demuestra que para entonces ya los rebeldes navarros y los rebeldes asturianos estaban en buenas relaciones. En el año 860, un hijo de García Íñiguez, hijo quizá de un primer matrimonio con doña Urraca, de nombre Fortún, fue aprisionado por el enemigo musulmán y llevado a Córdoba como rehén, en donde permaneció en esta condición unos veinte años.
García Íñiguez falleció en el año 882, en Aibar, probablemente batallando contra los musulmanes; un poco antes su hijo Fortún Garcés (882-905) había sido liberado. Fortún Garcés, era ya de avanzada edad cuando accedió al trono de Navarra. Sólo el prestigio de la dinastía Íñiga le ayudó a subir al trono. Pero durante su dilatada ausencia el poder había pasado, de facto, a la dinastía Jimena, en la persona de Sancho Garcés. También este tercer rey, Fortún Garcés, hubo de combatir contra el invasor musulmán, aunque la historia nos dice que «no estaba dotado para las artes marciales». En todo caso, había casado, quizá aun antes de ser tomado como prisionero, y tenía varios herederos, de los cuales, a su muerte, ninguno accedió al trono. Fortún Garcés es conocido como El Monje porque al fin de sus días renunció al trono e ingresó como monje en el monasterio del Eyre. Sin poderlo sustentar documentalmente, tenemos sospechas de que fue depuesto y la dinastía Íñiga, agotada en su prestigio, fue sustituida por la Jimena, que ascendió al trono con Sancho Garcés I (905-925). Pero esa ya es otra historia.
Hechas estas consideraciones de carácter general, en cuanto al origen del reino de Navarra y a su evolución en el siglo IX hasta el siglo X , pasemos a ver qué sucedía al mismo tiempo en Asturias, el otro núcleo cristiano de resistencia frente al Islam. El entendimiento de la situación de ambos reinos nos proporcionará las claves de la importancia de una alianza matrimonial (que fue doble) entre el reino de Pamplona y el asturiano.
Un siglo después de don Pelayo reinaba en el trono astur don Ramiro I (842-850). Ramiro, primogénito de Bermudo
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