Carl Gustav Jung - Teoría del psicoanálisis
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- Libro:Teoría del psicoanálisis
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1912
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Teoría del psicoanálisis: resumen, descripción y anotación
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DE LA TEORÍA TRAUMÁTICA A LA TEORÍA DINÁMICA
LA TEORÍA DE LA LIBIDO - LAS TRES FASES DE LA VIDA HUMANA
E L TÉRMINO libido aparece, según la definición del mismo Freud, como una necesidad única y exclusivamente sexual; es preciso concebir, pues, cuánto Freud designe mediante una palabra libido, libidinoso, como una necesidad o una violación sexual. El término libido se emplea, por cierto, en la terminología médica, para designar la volición sexual y, en particular, la concupiscencia. Sin embargo, los autores clásicos, como Cicerón, Salustio, no conocen solamente esta definición unilateral; en la época clásica se ha empleado la palabra en general en el sentido de un deseo apasionado. Mencionamos este interesante detalle, porque más adelante desempeñará un papel de importancia en nuestras disquisiciones, y porque es importante saber que el concepto de la libido goza de una acepción más amplia que la que se le suele dar en Medicina.
El concepto de libido (cuya importancia meramente sexual queremos conservar, en el sentido de Freud, hasta donde nos sea posible) representa aquella magnitud dinámica que estábamos precisamente buscando, para poder explicar el desplazamiento de los bastidores anímicos. Gracias a este concepto, quedará simplificada la formulación de los fenómenos en cuestión. En vez del intercambio incomprensible de los componentes homosexual y heterosexual, podemos decir ahora: la libido se retiró poco a poco de su posible aplicación homosexual, para posibilitar hasta el mismo grado una aplicación heterosexual; Con ello, el componente homosexual llegó a desaparecer prácticamente casi por completo, transformándose en una mera posibilidad esquemática a la cual, en sí, no correspondía ninguna importancia y cuya existencia fue combatida (por decirlo así, con pleno derecho) por los profanos, de la misma manera que, por ejemplo, la posibilidad de ser un asesino. Ahora bien, la aplicación del concepto de la libido nos permite explicar de una manera fácilmente comprensible las múltiples relaciones mutuas existentes entre diferentes maneras de función de la sexualidad. Con esto queda también suprimida, por cierto, la idea inicial de la pluralidad de los componentes sexuales que nos han hecho recordar tan extrañamente la teoría filosófica de las «facultades del alma». Su lugar queda ocupado por la libido, capaz de las aplicaciones más variadas. En vez de los componentes de antes, sólo encontramos aún posibilidades de acción. El concepto de la libido sustituye, pues, a una sexualidad en un principio múltiple y fragmentaria, oriunda de numerosas raíces; es una unidad dinámica, sin la cual, de los componentes que antes desempeñaron tan importante papel, no quedarían sino posibilidades de acción meramente esquemática. Este desenvolvimiento ideológico de la teoría freudiana es de trascendental importancia puesto que con él se ha realizado el mismo progreso que el llevado a cabo en la Física, gracias a la introducción del concepto de energía. De la misma manera que la doctrina de la conservación de la energía priva a las «fuerzas» de su carácter elemental, confiriéndoles el carácter de forma de manifestación de una energía, así también la teoría de la libido despoja los componentes sexuales de su papel elemental de «facultades del alma», asignándoles tan sólo un mero valor fenomenológico.
Esta nueva teoría nos produce la impresión de exactitud en mayor medida que la teoría de los componentes. Con la teoría de la libido, ya nos será muy fácil explicar el caso del joven antes referido. El desengaño que sufrió cuando se propuso casarse, hizo desviar su libido del camino de aplicación heterosexual, de modo que aquélla tuvo que volver forzosamente a las huellas homosexuales de antes, resurgiendo así su antiguo homosexualismo. No puedo dejar de mencionar que la analogía se aproxima mucho a la ley de conservación de la energía, puesto que, en ambos campos, el de la Física y el de la Psicología, uno debe preguntarse, al ver que el efecto de la energía deja de producirse, qué otra energía nueva se ha presentado. Aplicando tal concepción como un principio heurístico sobre la Psicología de la vida humana, haremos, sin duda alguna, descubrimientos sorprendentes. Veremos cómo las fases más heterogéneas del desarrollo anímico del individuo se hallan en correlación energética. Al notar que una persona tiene continuamente spleen, una convicción enfermiza o alguna otra posición exagerada, sabremos esto: aquí hay demasiada libido; por consiguiente, lo que sobre en este punto, debe de haber sido tomado de otro, donde hará, por tanto, falta. Mirado bajo este aspecto, el psicoanálisis es aquel método que nos ayuda a descubrir aquellos puntos o aquellas funciones en las cuales existe una falta de libido, y a remediarlo, nivelando esta desproporción. Los síntomas de una neurosis deben ser comprendidos como funciones exageradas, esto es, sobrecargadas de libido y, por tanto, aumentadas. La energía convertida para ese fin ha sido extraída de otra parte; es, pues, tarea del psicoanálisis descubrir el punto del cual se ha extraído libido, o el que nunca ha recibido libido en cantidades suficientes. Aquéllos (por ejemplo los estados de apatía) nos obligan a un planteamiento de problemas completamente opuestos. Cierto es que el enfermo causa a veces la impresión de que no posee ninguna libido, y hay inclusive muchos médicos que creen esto sin más ni más. Estos médicos piensan muy primitivamente sobre este particular, de la misma manera que en tiempos bárbaros se admitía que el Sol era «comido» y muerto en los eclipses, cuando en realidad sólo está cubierto. Lo mismo ha ocurrido con nuestro referido enfermo: su libido existe, aunque no sea visible ni accesible al mismo paciente. En tal caso, estamos en presencia de una falta de libido en la superficie. Es, pues, tarea del psicoanálisis descubrir el escondrijo en el cual se encuentra la libido, y que es completamente inaccesible al mismo enfermo. Este lugar escondido es lo «no-consciente», que se suele designar también como lo «inconsciente», sin enlazar con ese término ningún sentido misterioso. La experiencia psicoanalítica nos ha enseñado que existen sistemas psicológicos no conscientes que podríamos designar, en analogía con la fantasía consciente, como sistemas inconscientes de fantasías. Ahora bien, estos sistemas son a su vez objeto de la libido en tales estados de apatía neurótica. Tenemos perfecta conciencia de que al hablar de sistemas inconscientes de fantasías sólo empleamos símiles. Con todo ello, no queremos decir otra cosa, sino que la hipótesis de entidades anímicas fuera de la conciencia es un postulado ineludible, puesto que la experiencia nos demuestra, por decirlo así, cada día, que deben existir procesos anímicos no-conscientes que influyen notablemente sobre la «economía doméstica» de la libido. Aquellos casos conocidos por todo psiquiatra, en los que se declara con relativa brusquedad todo un sorprendente sistema de locura muy complejo, demuestran claramente que debe haber desenvolvimientos y preparaciones anímicos inconscientes; sin esto sería imposible suponer que tales fenómenos se hayan podido producir tan repentinamente, como si hubieran irrumpido en la conciencia.
Creo que se me perdonará esta ligera digresión que ha servido para aclarar el concepto de lo inconsciente; hemos recurrido a ella para hacer entrever al lector que en las metamorfosis de las «cargas» libidinosas no tenemos que referirnos tan sólo a la consciencia, sino también a otra instancia, esto es, a lo inconsciente, en el cual la libido puede a veces desaparecer. Sin embargo, ahora volvemos otra vez a la discusión de otras consecuencias más que acarrea la aceptación de la teoría de la
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