Bruno Cardeñosa - Un mundo (in)feliz
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- Libro:Un mundo (in)feliz
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
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Un mundo (in)feliz: resumen, descripción y anotación
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BRUNO CARDEÑOSA CHAO (Orense, 1972) es periodista, escritor y reportero de radio, prensa y televisión. Cursó estudios de periodismo en la Universidad del Pais Vasco (Vizcaya). Desde el 27 de octubre de 2007 presenta y dirige el espacio radiofónico de Onda Cero, La Rosa de los Vientos (tras el fallecimiento de su director y creador Juan Antonio Cebrián), y desde el 19 de septiembre de 2007 es director de la revista Historia de Iberia Vieja (editada por América Ibérica).
Antes de hacerse cargo de la presentación del programa, formaba parte desde 1999 del equipo de colaboradores, interviniendo en la Tertulia Zona Cero, presentando una sección propia y haciéndose cargo del programa durante el mes de agosto durante varios años.
También fue copresentador, primero junto a Ana Cumplido, y después junto a Manuel Carballal, del programa radiofónico Mundo Misterioso (1997-1999); redactor de la revista Enigmas y colaboró en el programa Channel n.º 4 de la cadena de televisión Cuatro. Con anterioridad había sido redactor de la revista Año Cero y redactor jefe de Más allá.
No cabe civilización alguna sin estabilidad
social. Y no hay estabilidad social sin
estabilidad individual. Estabilidad —insistió el Interventor—,
la necesidad primaria y última.
Estabilidad. De ahí todo esto.
No te engañes. Ser estable no es ser ordenado, justo, coherente… Es todo lo contrario. Es hacer que los comportamientos e ideas más injustos y falsos alcancen la esfera de la normalidad y todos los sigan como «lo que hay que hacer y pensar». Ese es el objetivo del poder. Nadie dicta la norma. Simplemente se pone en marcha. Y todos vamos detrás.
La paz es barata y la guerra cara. Por tanto, hagamos la guerra.
Esta es la conclusión del informe Iron Mountain que, en teoría, fue realizado tras la reunión que mantuvieron en 1963 varios grandes mandatarios en las instalaciones antiatómicas situadas bajo una montaña en el estado de Michigan. Sobre la autenticidad del documento que salió de la reunión efectuada por estos sabios se ha discutido mucho. El gran inconveniente es que quienes se antojan como los autores del informe serían los hombres que durante un tiempo condujeron los hilos que movían el mundo. Parece una profecía autocumplida.
La reunión de los quince sabios que se efectuó en Iron Mountain, nombre con el que se conocía el refugio, tuvo lugar a partir de agosto de 1963. Habría sido auspiciada por el presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy y, especialmente, por Lyndon Johnson, entonces vicepresidente y que representaba mucho más al poder económico y militar que el hombre que sería asesinado poco después.
Las reuniones del grupo se extendieron durante cerca de dos años. Se propusieron cosas terribles. Los especialistas congregados, personas vinculadas a los servicios de inteligencia y a la política, estudiaron la posibilidad de sustituir nuestro sistema de guerra, basado en la existencia de amenazas para la estabilidad, por un sistema de paz basado en la inexistencia de enemigos globales. De hecho, el informe se tituló Sobre la posibilidad y conveniencia de la paz. El nombre lo dice todo…
Entre otras cosas, los expertos concluyeron que la propia naturaleza humana lo impide, porque quiebra uno de los principios de nuestra supervivencia como especie, que asegura que el hombre postneolítico destruye los excedentes de su propia especie a través de la guerra. Es decir, que el conflicto armado es una necesidad del hombre para demostrar su fuerza. Y contra esa necesidad no hay nada que hacer.
La conclusión de los reunidos es que la cultura bélica es consecuencia del desarrollo de las civilizaciones, y esa cultura, en pleno siglo XX, genera un movimiento económico que es vital para sostener el sistema. Así, los miembros del grupo valoraron si el peso económico de una cultura de paz alcanzaría los niveles monetarios actuales y necesarios. Y es entonces cuando concluyeron que «la paz es barata» y que un sistema sin enemigos no reemplazaría a un sistema monetario ágil, como el que nace del sistema de guerra. Un mundo en paz, para ellos, resulta un mundo indeseable.
Los expertos llegaron a estas conclusiones tras diseñar un mundo —y antes o después podría ser así si no se hacía nada para evitarlo— en el que no habría enemigos clásicos. Para el futuro, los autores del informe dijeron que sería necesaria la creación de nuevos enemigos y amenazas que se podrían sostener si se ejecutaban precisos juegos de guerra que convencieran a la opinión pública de las nuevas amenazas y que permitieran al poder actuar a partir de la creencia en su realidad. «La guerra es y será el mecanismo estabilizador de las sociedades», decía el informe.
Para conseguirlo, se plantearon que era necesario fabricar causas que provocaran niveles óptimos y mínimos de destrucción de vida, propiedad y recursos naturales como requisito para lograr la credibilidad de dicha amenaza. En cierto modo, el documento estaba anticipando un mundo en el cual ya no existía la guerra fría ni el muro de Berlín. Para ellos, la inexistencia de «malos» era poco recomendable.
La amenaza de la destrucción del planeta o incluso la amenaza exterior podrían ser caminos óptimos para encontrar ahí a los nuevos enemigos. Esas amenazas, dice el informe, logran cohesión social, y gracias a ello se acepta mejor la autoridad política. Por supuesto, para hacer real esa amenaza es vital pagar un precio en sangre, así que se recomienda trabajar en una dirección: hacer que el desarrollo se convierta en una forma de esclavitud, de modo que se admita que, para vivir como vivimos, es necesario embarcarse en aventuras bélicas contra los nuevos malos. «Es un mecanismo absolutamente necesario», reza el informe.
Según el escrito, la guerra cumple varias funciones. La primera es económica, puesto que favorece la ampliación del PIB (Producto Interior Bruto) personal y nacional. Y además, ofrece un registro positivo en cuanto a la productividad individual. Por otro lado, el informe señala que las sociedades conflictivas deparan Estados más fuertes y los ciudadanos se convierten en una suerte de presuntos gobernables. Además, en el plano social, los conflictos entre culturas y naciones evitan la existencia de disidencias internas con penetración social y las tendencias antisociales, además de que pueden emplearse para fortalecer la cultura en los sectores más pobres. Y no sólo la cultura, sino que también la ciencia sale beneficiada, ya que se investiga más y se crea más. Pero que nadie se lleve a engaño: la cultura y la ciencia estarían dirigidas y controladas desde arriba.
Lo dicho: hagamos la guerra.
El informe Iron Mountain fue publicado, a riesgo de la vida del filtrador, se decía, a finales de los años sesenta. Incluso el periódico The New York Times lo dio por válido, ya que se mencionaban nombres y datos que lo ligaban a algunos de los grupos de poder e ideológicos más relevantes. El periodista Leonard Lewin lo publicó de nuevo en 1996, treinta años después, aunque sugirió que era una creación suya. Entre quienes han apostado por su autenticidad está uno de los economistas más relevantes del siglo XX, John Kenneth Galbraith, profesor de la Universidad de Harvard. No deja de ser curioso que, según las primeras informaciones, él podría ser uno de los quince responsables de aquel informe. «La opinión pública no está preparada para asimilar que esa sea la verdad», señaló. Después se sugirió que era el autor único y que lo que mostraba el escrito era una ácida crítica de cómo son las cosas. Sea verídico o no, sus planteamientos son duramente certeros.
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