Bruno Cardeñosa - W de Wikileaks

Este libro es un estudio completo sobre la figura de Julian Assange y Wikileaks, sus luces y sus sombras, pero con las informaciones presentadas sin presión ni prejuicios, ofreciendo las piezas que faltaban para entender el mundo y lo que en él ocurre. Como un culebrón de espionaje internacional, las filtraciones de Wikileaks suman un nuevo capítulo cada día. En esta búsqueda por recoger información veraz y por intentar entender el fenómeno, todavía en evolución, es en la que se ubica Bruno Cardeñosa.

Bruno Cardeñosa

La venganza contra las mentiras del poder

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Titivillus 23.10.17

Bruno Cardeñosa, 2011

Editor digital: Titivillus

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«La puerta está abierta. Se acabó la era de los asesinos. No hay lugar para ellos es nuestro mundo mejor», dijo Evey cuando se despedía de V. (Del cómic V de Vendetta).

Al día de hoy, Julián Assange ha tenido que rendir cuentas ante la justicia. Su entrada en la Corte de Woolwich para que el juez le comunique la apertura del proceso de extradición a Suecia ha sido, nuevamente, un acto multitudinario. Cuando este libro vea la luz, ya se habrán dibujado nuevas viñetas de la historia del fundador de Wikileaks. En las que (hoy) circulan, Assange camina hacia el palacio con las manos en los bolsillos, con un buen puñado de policías detrás, y una expresión más seria que nunca…

Mark Stephens, su abogado, ha presentado un amplio informe para sostener la defensa de su cliente ante un proceso en el que nadie cree, pero que está amargando la existencia de un hombre que jamás imaginó hasta dónde podían llegar las cosas. Cuando era un muchacho revoltoso que descubrió sus habilidades para convertirse en un hacker, ya tuvo que vérselas con la justicia en su Australia natal. Después se convirtió en un ingenioso programador informático respetado en el mundo entero gracias a los sistemas que creó, pero no perdió ninguna de sus convicciones para dotar de democracia a la red gracias al software libre. Y, finalmente, con errores y aciertos, revolucionó el mundo de la comunicación. En los cien argumentos que ha expuesto en su informe, el letrado de Assange ha ofrecido pruebas suficientes para sostener que la extradición a Suecia puede facilitar a la irritada justicia norteamericana que Assange acabe en Estados Unidos, en donde el proceso que se ha abierto podría dar lugar a una sentencia contra él que podría enterrarle definitivamente.

En estos días todo se ha complicado… un poco más.

Horas antes de la nueva comparecencia de Julián Assange, el embajador de Estados Unidos en Islandia, Luis Arreaga, ha sido llamado a consultas para que explique por qué el gobierno de su país ha iniciado un proceso que tiene entre sus objetivos a una parlamentaria islandesa llamada Brigitta Jonsdottir, que pertenece a un partido denominado El Movimiento y que fue una pieza fundamental para que el parlamento de su país aprobara la Iniciativa Islandesa de Medios Modernos (que tiene, entre otros objetivos, el de desarrollar la ley de prensa más fuerte y libre del mundo).

Gracias a la ley propuesta por Jonsdottir, Assange y su equipo pudieron sentirse protegidos legalmente para concebir el video Asesinato Colateral, aquel en el que desde dos helicópteros Apache se acribillaba a civiles y niños en Bagdad (Irak). Ella había trabajado en la redacción del texto legal junto a Wikileaks, movimiento por el que sentía una especial afinidad. Como consecuencia, hace apenas unos días, una petición del Departamento de Justicia solicitaba a la empresa que gestiona el servicio de mensajes de Twitter todos los datos, escritos y referencias sobre Assange, Manning, otros colaboradores de Wikileaks y la citada parlamentaria…

A la crisis diplomática que se ha abierto con las últimas filtraciones de Wikileaks —el de Islandia no es el único embajador norteamericano llamado a consultas a raíz del fenómeno analizado en este libro, otros han sido invitados a abandonar el país en el que se encuentran, no pocos han tenido que dar explicaciones por el contenido de sus cables secretos, etc.—, hay que sumar movimientos ciudadanos que han desembocado en crisis formidables, como la que por estas fechas está viviendo Túnez. Los informes del cablegate han desvelado el alto índice de corrupción del presidente Ben Alí, lo que ha originado una cadena de manifestaciones y protestas ciudadanas que han sido duramente reprimidas por los cuerpos de seguridad hasta el punto de provocar la muerte de una veintena de personas, pero que es la primera gran revolución a favor de la libertad y la justicia que se produce como consecuencia de las informaciones reveladas por Wikileaks y que, en este caso, eran conocidas por los diplomáticos norteamericanos pero silenciadas por ellos mismos porque, más que la democracia en Túnez, importaban los negocios y tratos bilaterales.

En las últimas jornadas, y como ya he explicado en el capítulo anterior, la adhesión de los grandes medios de comunicación a Julián Assange parece haber tambaleado. Los periódicos que estaban publicando los telegramas de los embajadores norteamericanos ya casi no lo hacen. Quizá ya no vende tanto. Quizá estén celosos porque otros están empezando a acceder a algunos documentos que no están en su posesión. Quizá porque el mundo en el que vivimos crea ídolos y símbolos que dejan de serlo tan pronto como aparecen otros. Quizá por ello, esta misma noche, apenas veinte minutos antes de escribir estas líneas, Julián Assange escribía en su perfil de Twitter un mensaje en el que recordaba las declaraciones del hombre que fue editor del periódico árabe Al-watan, Jamal Khashoggi, despedido por haber hecho comentarios críticos sobre el integrismo religioso y los gobernantes de su país: «Como periodistas debemos defender a Wikileaks, aunque sólo sea por la valiosa información que nos ha ofrecido». Pero también hay que hacerlo porque está en juego la libertad…

En la mítica obra V de Vendetta, el oculto protagonista de la historia decía: «Bajo esta máscara hay algo más que carne y hueso, bajo esta máscara hay unos ideales, y los ideales están a prueba de bomba». Assange es sólo una máscara que todos debemos ponernos en algún momento. Quizá por eso los Anonymous, aunque en algunas cosas se equivoquen, también la llevan. En cierto modo, la llevamos todos. E identificar sólo con esos ideales a un personaje es lo que puede permitir al poder ejecutar su ira, si no corremos el riesgo de que se cumpla lo que el propio personaje decía: «En el clamor de la insurrección, podemos llegar a olvidar el motivo por el que luchamos». Wikileaks es más que Assange. Y la lucha por esos ideales no acaba con Wikileaks, pero este fenómeno ha contribuido a que se abran huecos. Aunque poco, el mundo es quizá algo más libre que hace unos meses. Ahora, llegarán las nuevas revelaciones. Algunas las darán a conocer los herederos de Wikileaks, entre los que habrá idealistas, pero también no pocos personajes que estorbarán y distorsionarán lo ocurrido durante estos últimos meses; y otras seguirán siendo facilitadas por Wikileaks, ya que aún quedan cientos de miles de cables diplomáticos por revelar, decenas de miles de informes de las últimas guerras esperando que alguien los descubra y miles de expedientes sobre los manejos de los grandes bancos que ya se están anunciando. En el pasado, Wikileaks ya desmontó los sucios trapicheos del banco Kaupthing de Islandia y documentos sobre las cuentas secretas que algunas grandes fortunas tienen en el paraíso fiscal de las islas Caimán a través del banco Julius Baer. Ahora será necesario descubrir si el mundo está dispuesto a seguir asumiendo verdades incómodas o si finalmente dará la espalda a esta nueva era de la información que acaba de inaugurarse. ¿Continuará?