Sheila Jeffreys - La herejía lesbiana
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- Libro:La herejía lesbiana
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1993
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La herejía lesbiana: resumen, descripción y anotación
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La herejía lesbiana — leer online gratis el libro completo
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La obra de Sheila Jeffreys —teórica feminista lesbiana de origen británico, afincada en Australia— parte de la tesis de que la lucha política de las lesbianas tiene que ver más con el movimiento contra la opresión de las mujeres, es decir, con el feminismo, que con la reivindicación de los homosexuales varones por sus derechos y la cultura y teorización de su visibilidad. El olvido de esta diferencia implica para el lesbianismo un distanciamiento del feminismo. Jeffreys intenta demostrar que la actual construcción del lesbianismo supone su ocultación bajo una homologación a la homosexualidad masculina y, simultáneamente, su alejamiento del feminismo.
Sheila Jeffreys rechaza las relaciones de dominación-sumisión, aun entre lesbianas, y reivindica relaciones sexuales y amorosas igualitarias, así como el sentido de la colectividad y la comunidad, en primer lugar con otras lesbianas, pero también con las otras mujeres, cuya amistad motiva la lucha feminista.
Sheila Jeffreys
Una perspectiva feminista de la revolución sexual lesbiana
ePub r1.4
Marcellinux15.12.13
Título original: The Lesbian Heresy. A Feminist Perspective on the Lesbian Sexual Revolution
Sheila Jeffreys, 1993
Traducción: Heide Braun
Retoque de portada: Mangeloso (EPL)
Editor digital: Marcellinux
Corrección de erratas: Polifemo7 (r1.4)
ePub base r1.0
SHEILA JEFFREYS (1948). Es una feminista de línea separatista lesbiana. Es profesora asociada de Ciencia Política en la Universidad de Melbourne (Australia). Antes de trasladarse a Australia a inicios de los 90, vivió la mayor parte de su vida en el Reino Unido.
La teoría política del feminismo lesbiano transformó el lesbianismo de una práctica sexual vilipendiada en una idea y una práctica política que ponía en entredicho la supremacía masculina y la institución básica de la heterosexualidad. En los años 70 las feministas lesbianas pusieron voz a este desafío. Fue un acto de herejía. Lo fundamental de la práctica del feminismo lesbiano fue el rechazo de la construcción del lesbianismo que hacía la sexología. Quedaron desterradas las ideas de la clase médica: que el lesbianismo era una anomalía congénita; que el lesbianismo tenía determinantes psicológicos; que era resultado de la envidia del pene; que el lesbianismo era una desviación que merecía figurar en los libros de texto sexológicos junto a los abusos sexuales de menores y al fetichismo de la ropa interior.
Estábamos construyendo un nuevo universo feminista. A partir de la autoconsciencia, en un ambiente de gran optimismo, redefinimos el lesbianismo como una saludable elección para las mujeres, basada en la autoestima, el amor por otras mujeres y el rechazo de la opresión masculina. Toda mujer podía ser lesbiana. Se trataba de una opción política revolucionaria que, si millones de mujeres la adoptaran, llevaría a la desestabilización de la supremacía masculina, en la medida en que los varones perderían los fundamentos de su poder, sustentado en los servicios domésticos, sexuales, reproductivos, económicos y emocionales desinteresados y no remunerados de las mujeres. Sería la base a partir de la cual podríamos desarmar el poder masculino. Crearía un universo alternativo para la construcción de una nueva sexualidad, una nueva ética, una nueva cultura en contra de la corriente dominante masculina (malestream). Un núcleo energético desde donde irradiarían nuevos valores positivos, feministas y lesbianos, transformando el mundo a favor de las mujeres y acabando con la sado-sociedad.
Las feministas lesbianas tuvieron un papel decisivo en la construcción de gran parte de los elementos básicos de la comunidad lesbiana que hoy en día dan por sentados las jóvenes que comienzan a conocerse como lesbianas. Creamos editoriales y archivos lesbianos, fiestas, centros sociales, grupos de apoyo y grupos para «salir del armario». Derramamos un mar de ideas en forma de boletines, revistas y libros. Algunas de las mujeres que contribuyeron a la construcción de una cultura lesbiana durante aquellos años mantienen ahora una actitud profundamente crítica ante el feminismo lesbiano y se están distanciando de él. Sin embargo, me atrevería a decir que en aquél entonces, hace tan sólo unos años, la mayoría de las lesbianas de siempre y de las nuevas lesbianas políticas compartía unos valores feministas comunes y esa energía creada por un movimiento revolucionario fue la fuerza impulsora de todas estas actividades. Lesbianas de clase trabajadora, lesbianas negras, lesbianas pertenecientes a las minorías étnicas y lesbianas indígenas: todas ellas participaron desde el principio en el feminismo lesbiano en todos los países del mundo occidental, aunque tal vez no fueran muy numerosas y aunque sus voces no se escucharan hasta finales de los años 70.
Escribí este libro para ayudarme a mí misma y a otras feministas lesbianas a comprender la reacción que se produjo contra esa política en las décadas de los 80 y los 90. Naomi Wolf y Susan Faludi han documentado de forma convincente la reacción contra el feminismo en general, y la magnífica antología The Sexual Liberals and the Attack on Feminism (Los Liberales Sexuales y el Ataque contra el Feminismo) recoge la reacción contra el análisis feminista de la sexualidad y de la pornografía. La reacción contra el feminismo se interpreta generalmente como un ataque de las fuerzas reaccionarias de la supremacía masculina, al margen del propio movimiento de liberación de las mujeres. Es cierto que este ataque se ha producido, como resultado del triunfo de la política conservadora en el mundo occidental a lo largo de la última década, pero también es preciso reconocer que, conforme aumente la presión de las fuerzas externas al movimiento feminista, se romperán filas dentro del propio movimiento. Como reveló el libro citado sobre los liberales sexuales, muchas de las voces que se alzaron en defensa de la pornografía en los años 80 pertenecían a feministas de solera, incluso a profesoras de estudios de las mujeres, y no procedían sólo de la industria pornográfica de gran consumo.
Dentro de la comunidad lesbiana se ha producido una reacción parecida. El conservadurismo de la corriente masculina dominante de los 80 tuvo consecuencias especialmente nocivas para las vidas de las lesbianas y de los homosexuales. Los grupos y gobiernos conservadores eligieron a las lesbianas y a los homosexuales como cabezas de turco para desviar la atención de las divisiones sociales cada vez más profundas, generadas por su política económica. En Gran Bretaña, una enmienda a la Ley de Gobierno Local de 1988 prohibió «el fomento de la homosexualidad» y en los EE.UU. y en Queensland, Australia, hubo intentos fallidos de promulgar leyes análogas. Las propuestas estaban redactadas en idénticos términos y hubo organizaciones internacionales que sufragaron y orquestaron esta acometida contra los derechos de las lesbianas y los homosexuales. Estos ataques se vieron favorecidos por la histeria provocada por el sida que puso en su punto de mira a los homosexuales y a las lesbianas, aunque estas últimas tuvieran escasas probabilidades de contraer el virus a través de su práctica sexual. Con los prejuicios contra los homosexuales aumentó también la violencia física en su contra. Fue una época difícil para ser lesbiana. Estas presiones acarrearon algunos cambios en la comunidad lesbiana, una mayor aceptación de la política y de las prioridades de los varones gays, así como (y esto resulta curioso) una vuelta al modelo sexológico por parte de algunas teóricas lesbianas. Nació una nueva política de la proscripción, de la desviación sexual, basada en las construcciones de la sexología, una política ya desarrollada por algunos hombres gays que entraba en contradicción directa con la filosofía del feminismo lesbiano.
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