• Quejarse

Rubén Darío - La vida de Rubén Darío escrita por él mismo

Aquí puedes leer online Rubén Darío - La vida de Rubén Darío escrita por él mismo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1913, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Rubén Darío La vida de Rubén Darío escrita por él mismo
  • Libro:
    La vida de Rubén Darío escrita por él mismo
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1913
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

La vida de Rubén Darío escrita por él mismo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La vida de Rubén Darío escrita por él mismo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Rubén Darío: otros libros del autor


¿Quién escribió La vida de Rubén Darío escrita por él mismo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

La vida de Rubén Darío escrita por él mismo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La vida de Rubén Darío escrita por él mismo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Si el Rubén Darío poeta es todavía importante para toda la lengua española sus - photo 1

Si el Rubén Darío poeta es todavía importante para toda la lengua española, sus prosas no lo han sido menos, como, asimismo, su biografía y peripecia vital fueron y son legendarias por los efectos de su fuerte personalidad literaria y humana. De allí que siga siendo una experiencia de contacto directo irreemplazable leer lo que el rey de nuestros poetas (1867-1916) cuenta sobre sí mismo. Tal vez estas prosas obligadas no están a la misma altura de otras del autor, sin embargo, es importante ver cómo Darío se veía a sí mismo y sabía que otros lo observaban, al igual que escucharlo narrar, de propia mano, la historia de sus libros.

Rubén Darío La vida de Rubén Darío escrita por él mismo ePub r10 Titivillus - photo 2

Rubén Darío

La vida de Rubén Darío escrita por él mismo

ePub r1.0

Titivillus 01.02.16

Título original: La vida de Rubén Darío escrita por él mismo

Rubén Darío, 1913

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

I TENGO MÁS AÑOS DESDE HACE CUATRO que los que exige Benvenuto para la - photo 3

I

TENGO MÁS AÑOS, DESDE HACE CUATRO, que los que exige Benvenuto para la empresa. Así doy comienzo a estos apuntamientos que más tarde han de desenvolverse mayor y más detalladamente.

En la catedral de León, de Nicaragua, en América Central, se encuentra la fe de bautismo de Félix Rubén, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento. En realidad, mi nombre debía ser Félix Rubén García Sarmiento. ¿Cómo llegó a usarse en mi familia el apellido Darío? Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, un mi tatarabuelo tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por Don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello convertido en patronímico llegó a adquirir valor legal, pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío; y en la catedral a que me he referido, en los cuadros donados por mi tía doña Rita Darío de Alvarado, se ve su nombre de tal manera.

El matrimonio de Manuel García —diré mejor de Manuel Darío— y Rosa Sarmiento fue un matrimonio de conveniencia, hecho por la familia. Así no es de extrañar que a los ocho meses más o menos de esa unión forzada y sin afecto, viniese la separación. Un mes después nacía yo en un pueblecito, o más bien una aldea, de la provincia, o como allá se dice, departamento, de la Nueva Segovia, llamado antaño Chocoyos y hoy Metapa.

III

SE ME HACÍA IR a una escuela pública. Aún vive el buen maestro que era entonces bastante joven, con fama de poeta, el licenciado Felipe Ibarra. Usaba, naturalmente, conforme con la pedagogía singular de entonces, la palmeta, y en casos especiales, la flagelación en las desnudas posaderas. Allí se enseñaba la cartilla, el Catón cristiano, las «cuatro reglas», otras primarias nociones. Después tuve otro maestro, que me inculcaba vagas nociones de aritmética, geografía, cosas de gramática, religión. Pero quien primeramente me enseñó el alfabeto, mi primer maestro, fue una mujer, doña Jacoba Tellería, quien estimulaba mi aplicación con sabrosos pestiños, bizcotelas y alfajores que ella misma hacía, con muy buen gusto de golosinas y con manos de monja. La maestra no me castigó sino una vez, en que me encontrara, ¡a esa edad, Dios mío! en compañía de una precoz chicuela, iniciando, indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, «las bellaquerías, detrás de la puerta».

II

MI PRIMER RECUERDO —debo haber sido a la sazón muy niño, pues se me cargaba a horcajadas, en los cadriles, como se usa por aquellas tierras— es el de un país montañoso: un villorrio llamado San Marcos de Colón, en tierras de Honduras, por la frontera nicaragüense; una señora delgada, de vivos y brillantes ojos negros —¿negros?… no lo puedo afirmar seguramente…, mas así los veo ahora en mi vago y como ensoñado recuerdo—, blanca, de tupidos cabellos oscuros, alerta, risueña, bella. Ésa era mi madre. La acompañaba una criada india, y le enviaba de su quinta legumbres y frutas, un viejo compadre gordo, que era nombrado «el compadre Guillen». La casa era primitiva, pobre, sin ladrillos, en pleno campo. Un día yo me perdí. Se me buscó por todas partes: hasta el compadre Guillen montó en su mula. Se me encontró, por fin, lejos de la casa, tras unos matorrales, debajo de las ubres de una vaca, entre mucho ganado que mascaba el jugo del yogol, fruto mucilaginoso y pegajoso que da una palmera y del cual se saca aceite en molinos de piedra como los de España. Dan a las vacas el fruto, cuyo hueso dejan limpio y seco, y así producen leche que se distingue por su exquisito sabor. Se me sacó de mi bucólico refugio, se me dio unas cuantas nalgadas y aquí mi recuerdo de esa edad desaparece, como una vista de cinematógrafo.

Mi segundo recuerdo de edad verdaderamente infantil es el de unos fuegos artificiales, en la plaza de la iglesia del Calvario, en León. Me cargaba en sus brazos una fiel y excelente mulata, la Serapia. Yo estaba ya en poder de mi tía abuela materna, doña Bernarda Sarmiento de Ramírez, cuyo marido había ido a buscarme a Honduras. Era él un militar bravo y patriota, de los unionistas de Centroamérica, con el famoso caudillo general Máximo Jerez, y de quien habla en sus Memorias el filibustero yanqui William Walker. Le recuerdo: hombre alto, buen jinete, algo moreno, de barbas muy negras. Le llamaban «el bocón», seguramente por su gran boca. Por él aprendí pocos años más tarde a andar a caballo, conocí el hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de California y el champaña de Francia. Dios le ha dado un buen sitio en alguno de sus paraísos. Yo me criaba como hijo del coronel Ramírez y de su esposa doña Bernarda. Cuando tuve uso de razón, no sabía otra cosa. La imagen de mi madre se había borrado por completo de mi memoria. En mis libros de primeras letras, algunos de los cuales he podido encontrar en mi último viaje a Nicaragua, se leía la conocida inscripción:

Si este libro se perdiese,

como suele suceder,

suplico al que me lo hallase

me lo sepa devolver.

Y si no sabe mi nombre

aquí se lo voy a poner:

FÉLIX RUBÉN RAMÍREZ

El coronel se llamaba Félix, y me dieron su nombre en el bautismo. Fue mi padrino el citado general Jerez, célebre como hombre político y militar, que murió de ministro en Washington, y cuya estatua se encuentra en el parque de León.

Fui algo niño prodigio. A los tres años sabía leer; según se me ha contado. El coronel Ramírez murió y mi educación quedó únicamente a cargo de mi tía abuela. Fue mermando el bienestar de la viuda y llegó la escasez, si no la pobreza. La casa era una vieja construcción, a la manera colonial; cuartos seguidos, un largo corredor, un patio con su pozo, árboles. Rememoro un gran «jícaro», bajo cuyas ramas leía; y un granado, que aún existe y otro árbol que da unas flores de un perfume que yo llamaría oriental, si no fuese de aquel pródigo trópico y que se llaman «mapolas».

La casa era para mí temerosa por las noches. Anidaban lechuzas en los aleros. Me contaban cuentos de ánimas en pena y aparecidos, los dos únicos supervivientes: la Serapia y el indio Goyo. Vivía aún la madre de mi tía abuela, una anciana, toda blanca por los años, y atacada de un temblor continuo. Ella también me infundía miedo, me hablaba de un fraile sin cabeza, de una mano peluda, que perseguía, como una araña… Se me mostraba, no lejos de mi casa, la ventana, por donde, a la Juana Catina, mujer muy pecadora, y loca de su cuerpo, se la habían llevado los demonios. Una noche, la mujer gritó desusadamente; los vecinos se asomaron atemorizados, y alcanzaron a ver a la Juana Catina, por el aire, llevada por los diablos, que hacían un gran ruido, y dejaban un hedor a azufre.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «La vida de Rubén Darío escrita por él mismo»

Mira libros similares a La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Rubén Darío - Prosa dispersa
Prosa dispersa
Rubén Darío
Rubén Darío - Cabezas
Cabezas
Rubén Darío
Ian Gibson - Yo, Rubén Darío
Yo, Rubén Darío
Ian Gibson
Rubén Darío - Tierras solares
Tierras solares
Rubén Darío
Rubén Darío - Peregrinaciones
Peregrinaciones
Rubén Darío
Rubén Darío - Parisiana
Parisiana
Rubén Darío
Rubén Darío - Opiniones
Opiniones
Rubén Darío
Rubén Darío - Los raros
Los raros
Rubén Darío
Rubén Darío - Letras
Letras
Rubén Darío
Rubén Darío - La caravana pasa
La caravana pasa
Rubén Darío
Rubén Darío - Autobiografía
Autobiografía
Rubén Darío
Reseñas sobre «La vida de Rubén Darío escrita por él mismo»

Discusión, reseñas del libro La vida de Rubén Darío escrita por él mismo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.