Santos Juliá - Vida y tiempo de Manuel Azaña (1880-1940)
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- Libro:Vida y tiempo de Manuel Azaña (1880-1940)
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2019
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Vida y tiempo de Manuel Azaña (1880-1940): resumen, descripción y anotación
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Vida y tiempo de Manuel Azaña (1880-1940) — leer online gratis el libro completo
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Apéndice. Cuatro cartas
A PEDRO SAINZ RODRÍGUEZ
[Membrete]
El Ministro de la Guerra
Madrid, 23 de abril de 1931
Sr. D. Pedro Sainz
Mi querido amigo
Ha sido en mi poder su afectuosa carta de 20 del actual, que le agradezco muy de veras, pues me consta la sinceridad de sus manifestaciones.
Como siempre sabe es suyo afmo. amigo s. s. q. e. s. m .
Manuel Azaña
A SALVADOR DE MADARIAGA
[Membrete]
El Presidente del Consejo de Ministros
y Ministro de La Guerra
[s/f]
Sr. D. Salvador de Madariaga
Querido amigo: Muy agradecido a su felicitación. Está bien eso de escultor; pero ¿en qué materia? ¡Velay! como dicen en Valladolid.
Muy suyo afmo.
M. Azaña
[Membrete]
El Presidente del Consejo de Ministros
y Ministro de la Guerra
15 de febrero [de 1932]
Querido Madariaga: Contesto a su carta del día 10. La persona de que se habla vino a decirme que con ocasión de un viaje a París, procuraría adquirir algunas informaciones de carácter político. Me pidió cartas para algunos señores franceses, y por diversas razones no pude dárselas. Me indicó también que le convendría que en la Embajada supieran que él era y es un amigo del Gobierno, para que sus pasos no dieran motivo a torcidas interpretaciones. No me pidió carta ni presentación ningunas. Yo dije en mi secretaría que avisaran a la Embajada. Después he sabido que desde aquí hablaron por teléfono con un secretario; ignoro los términos de la conversación, que no podía tener otro alcance que el de advertir sobre la condición de amigo del viajero; pero naturalmente nadie ha pensado que lo que se avisaba al secretario fuese para que lo ignorase usted. Ese señor no llevaba encargo ni misión alguna conferidos por mí, ni por nadie, y habría sido muy inconveniente, por otras circunstancias, que se presentase ante usted con un carácter que no tenía.
Eso es todo, y no hay para qué dar al caso una importancia que no tiene. Ya sé que no es usted quisquilloso, y lo celebro; pero le agradeceré particularmente que no se estrene de quisquilloso en este pequeño asunto, en el que no puede haber cosa que se roce con la confianza.
Su afmo. amigo
M. Azaña
A ALEJANDRO LERROUX
[Membrete]
El Presidente del Consejo de Ministros
y Ministro de la Guerra
28 de agosto 1932
Excmo. Sr. D. Alejandro Lerroux
Querido amigo: Me es grato acusarle recibo de su atenta carta fecha 26 del corriente y manifestarle, tanto en mi nombre como en el del Gobierno, lo mucho que estimamos su solidaridad y adhesión y la de su partido en estos trances difíciles para la República, para cuya defensa siempre hemos de estar acordes.
Le reitero mis saludos cordiales,
M. Azaña
1. ALCALÁ DE HENARES, RECUERDOS DE LA CASA TRISTE
Cuando miraba hacia atrás, a los años de su infancia y de su primera juventud, Manuel Azaña siempre evocaba la casa triste, ensombrecida por la presencia de la muerte. Situada en Alcalá de Henares, en la calle de la Imagen, número 3, aquella casa no era, sin embargo, nada triste el 10 de enero de 1880, a las diez y media de la mañana, cuando vio nacer a un niño, inscrito dos días después en el registro civil con el nombre de Manuel María Nicanor Federico Azaña Díaz-Gallo. Era el segundo hijo de Esteban Azaña, que contaba por entonces veintinueve años de edad, de profesión propietario, y de Josefina Díaz-Gallo, de veinticinco años, dedicada a sus labores, según se hizo constar en el registro del recién nacido, en el que también figuraban los nombres de sus abuelos paternos, Gregorio Azaña, de profesión notario y escribano, y Concepción Catarineu, sus labores, domiciliados en la calle Nueva, número 10; y de sus abuelos maternos, Manuel Díaz-Gallo, natural de Escalada, Santander, y Josefa Muguruza, de Madrid, ambos difuntos.
El padre del recién nacido procedía de una familia afincada en Alcalá de Henares al menos desde mediados del siglo anterior, cuando un José Azaña aparecía en el catastro de Ensenada como colono con nueve tierras arrendadas. En la primera década del siglo XIX, la «saga de los Azaña» se había ampliado con un Diego, labrador; un Nicolás, escribano y un Miguel, secretario del Ayuntamiento, cargo que pasó en 1812 a Esteban Azaña Hernández, escribano también, como su padre, y secretario casi permanente del Ayuntamiento, con sólo una breve interrupción, hasta 1844. Había casado este escribano-secretario con Eusebia Concepción Rajas, vínculo por el que emparentó además con la familia Catarineu, pues la hermana de Concepción, Joaquina, había contraído matrimonio con Zenón Catarineu Pujals, hijo de Esteban Catarineu y de Narcisa Pujals, que en la década de 1820 habían llegado a Alcalá procedentes de Arenys de Mar. Y si Esteban Azaña se abrió su camino en la secretaría del Ayuntamiento y en la notaría, su tocayo Catarineu aparecía desde 1826 como fabricante de jabón y vecino del número 8 de la misma calle de la Imagen en la que muchos años después su bisnieto Manuel vería la primera luz del día.
Viviendo tan próximas, nada tiene de raro que este primer vínculo entre las dos familias, procedente una de tierras toledanas y de catalanas la otra, se estrechara con el matrimonio de un hijo de Esteban Azaña con una hija de Esteban Catarineu. En efecto, Gregorio Azaña Rajas, llamado a heredar de su padre la escribanía o notaría y, a la par, la secretaría del Ayuntamiento, en la que muy pronto comenzó a prestar sus servicios, se casó con su vecina Concepción Catarineu Pujals, aportando al matrimonio 30 000 reales. Se unía así en matrimonio una familia de escribanos y secretarios de Ayuntamiento con una de fabricantes, atentas ambas a las oportunidades de ampliación patrimonial que ofrecían las operaciones desamortizadoras, especialmente abundantes en Alcalá por el considerable número de propiedades, tierras y edificios, de manos muertas que los gobiernos liberales sacaron a pública subasta. Gregorio, muy emprendedor, diversificó su actividad haciéndose con unos lotes de la finca llamada «Los Barrancos» y convirtiéndose en un importante propietario agrícola, ganadero y cosechero, a la par que se iniciaba en la industria con una fábrica de baldosines y una cerámica. Su proyección social fue muy destacada desde 1850 como secretario de la comisión que logró salvar del expolio el sepulcro del cardenal Cisneros, trasladándolo de san Ildefonso a la Magistral, y como miembro de la Sociedad de Condueños que, tras varias operaciones de compra y venta, adquirió los antiguos edificios de la Universidad y suscribió con los Escolapios el convenio para su uso como colegio de segunda enseñanza, del que Gregorio, como notario, dio fe.
Del matrimonio de Gregorio y Concepción nacerá, el 16 de mayo de 1850, un niño que nunca gozó de buena salud y que recibió el nombre de sus dos abuelos, Esteban, que será hijo único y que abandonará la ya casi secular dedicación de sus ancestros a la notaría y a la secretaría del Ayuntamiento para quedarse únicamente con la de propietario, cualidad que le permitió dedicar su tiempo y sus afanes a la política local, presentándose a las elecciones municipales recién alcanzada la mayoría de edad. Fue concejal del Ayuntamiento de Alcalá desde 1875 y, reelegido en las elecciones de 1877, con la restauración monárquica ya consolidada, pasó a ocupar la primera tenencia de alcaldía hasta ser designado alcalde interino en la sesión extraordinaria celebrada por el Ayuntamiento el 11 de octubre de 1877. Elegido de nuevo concejal en 1879 y confirmado como alcalde, conoció un momento de gloria cuando, después de exponer sucintamente la historia de la construcción en Florencia, por el señor Nicoll, de una estatua de Cervantes, pronunciar sentidas frases y descorrer la cortina que la ocultaba, apareció la imagen del autor del
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